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PABLO ARANDA
Domingo, 3 de agosto 2014, 00:38
La plaza de los Naranjos tiene un nombre sencillo y bonito que ojalá dure. Antes se llamó plaza del General Franco y antes de la República y antes de las Palmeras y antes de la Constitución y antes de la Libertad y antes de Isabel ll y antes de Riego y antes del Ayuntamiento y, mucho mucho antes que de los Naranjos, Plaza Mayor. Rafael de la Fuente (que fue director de La Cónsula y es Embajador de Marbella) afirma que posee otro nombre más, aunque es el mismo: Orange Square, el nombre traducido al inglés. «Se lo escuché a Deborah Kerr, que como sabes vivió más de 30 años en Marbella», cuenta Rafael. Es la plaza más importante de la ciudad, donde se encuentra el ayuntamiento, y en el centro podemos fotografiarnos con el rey padre, Juan Carlos l, cuyo busto preside la plaza. Fue otro rey, de la época del primer nombre de la plaza, el que la mandó construir para ordenar urbanísticamente la ciudad conquistada: Fernando el Católico, quien iba cercando el reino de Granada y, tras la toma de Ronda, y antes de dirigirse al sangriento asedio a Málaga, tomó el estratégico puerto de Marbella en 1485 sin derramar una sola gota de sangre, qué suerte. La plaza se construyó siguiendo el esquema de las plazas de Castilla, aunque sin los soportales que tanto se agradecerían los días de calor, cuando tan bien sienta un sombra en la sombra (aunque sea de una sombrilla). Hubo que derribar algunas casas de la época musulmana para formar la plaza donde confluirían los ejes de la ciudad. Todavía hoy confluyen porque, además de encontrarse en ella el ayuntamiento, está rodeada de restaurantes y se considera el epicentro del casco antiguo, lo que hace que siempre esté llena de vida. «Sigo pasando por la plaza por dos razones: la primera porque es muy bonita, y la segunda porque está de camino de muchos otros sitios, como la Iglesia de la Encarnación a la que por desgracia voy demasiado a menudo a funerales de gente muy querida, como el historiador Fernando Alcalá que me nombra en sus libros y con quien tantos ratos pasé en su casa de la misma plaza», comparte Rafael de la Fuente.
Sin salir de la plaza se llega a la sencilla Ermita de Santiago, más antigua que la propia plaza pues había sido mezquita en la época de la Marbella musulmana. Todos los poderes parecen coincidir en la plaza. El político, el religioso y el del comercio. Uno de los restaurantes de la plaza es La casa del Corregidor, llamado así porque albergaba eso, la casa del corregidor, que era el representante del rey en la plaza (no sólo la de Los Naranjos, toda la plaza de Marbella). Constituye un claro ejemplo de gótico mudéjar tardío, pues se construyó en 1555, que es muy pronto pero no para el gótico mudéjar. El restaurante es posterior (430 años posterior), y constituye un claro ejemplo de cocina mediterránea, un lugar estupendo para contemplar los balcones de la fachada de piedra mientras se disfruta de una paella, que es lo que acaban pidiendo los turistas, a tenor (y a tenedor) de lo que comentan en las páginas webs donde se animan a recomendar el restaurante (la casa del recomendador). A lo sabroso de la paella se une en La Casa del Comendador un hecho insólito, un secreto que resuelve mister Robertsoons, quien agradece que aquí preparen «¡arroz sólo para uno!». Qué manía esa de tener que compartir el arroz y andar negociando con los comensales qué pedir. «16 euros was excellente value», agradece el disfrutón Roberstsoons el precio por un plato «washed down with a very agreeable Rioja», o sea, que bajó el arroz, y «unas croquetas que pidió mi mujer», con un buen vino, da gusto que en esta tierra tan turística los visitantes sean tan agradecidos. Fue precisamente el señor corregidor quien hizo construir la Casa Consistorial en la misma plaza, qué privilegio trabajar tan cerca, Casa Consistorial que alberga el Ayuntamiento. El Ayuntamiento estuvo algunos años dirigidos por un poder en la sombra que limpió las calles y los bolsillos, en una trama mafiosa que puede comprenderse leyendo 'La última gota', el libro que escribieron los periodistas Juan Cano y Héctor Barbotta, delegado de SUR en Marbella.
Pero para comprender la plaza llena de naranjos, una forma es tener suerte y sentarse en una de las pocas de que dispone la churrería Ramón. Es genial que en una de las esquinas de oro de la ciudad de oro en vez de una franquicia internacional lo que haya sea una churrería. Los churros de Ramón son churros caros, la verdad (la esquina de oro se paga), pero aptos para cualquier bolsillo y, lo más importante, para cualquier estómago, porque son churros ligeros, un lujo de churros estos churros marbellíes que no sé si le gustarían a alguien tan goloso, tan chocolatero, como Félix Bayón, que dotó a Marbella, además de numerosos artículos gloriosos, de un detective descreído que había sido periodista, el Luis León de su novela 'De un mal golpe', ambientada en Marbella.
La Plaza de los Naranjos de Marbella -Orange Square (cómo contradecir a Deborah Kerr, ni a Rafael de La Fuente)- debe ser el comienzo de una visita a Marbella. Un comienzo sin prisas y al que se acabará volviendo, por mucho que le cambien el nombre.
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