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Crónica universitaria

Dos décadas como pieza clave en el desarrollo industrial

Industriales cumple veinte años entre el recuerdo de El Ejido y la ilusión por su nuevo edificio

M. CARMEN ESPAÑA

Martes, 9 de marzo 2010, 13:21

La Escuela Técnica Superior de Ingeniería Industrial de la Universidad de Málaga sopla este curso las velas de su veinte aniversario. Lo hace desde su recién estrenado edificio en la ampliación del campus de Teatinos, pero en su recuerdo aún vive el camino andado para llegar hasta allí.

Aulas prestadas en la Politécnica, polivalentes barracones y un edificio abandonado tras el traslado de los estudiantes de Magisterio a su sede actual. Todos estos lugares del campus de El Ejido están llenos de historias para todos los ingenieros industriales que hasta ahora han salido de la UMA.

Uno de ellos es Juan Jesús Fernández, alumno de la primera promoción de Industriales y ahora subdirector de Espacio Europeo de Educación Superior de la escuela. «Nuestra primera clase fue a las ocho de la mañana de un día de octubre de 1990 en un aula pequeña de la Politécnica», recuerda.

Quien no estuvo presente ese día fue Aníbal Ollero, el primer director de Industriales. Tras haber participado en la creación del Centro de Tecnologías de la Información y de un grupo de investigación sobre robótica, se marchó a Estados Unidos para continuar investigando. Mientras estaba allí, la UMA decidió crear la escuela de Industriales y nombrarlo su director. «Al principio teledirigía la escuela por correo electrónico porque no podía dejar el trabajo que me había comprometido a hacer allí», afirma Ollero.

Una vez en Málaga, Ollero elaboró el primer plan de estudios de Industriales, con la ayuda de profesores de la Politécnica. Un plan distinto al actual, ya que estaba más vinculado a Informática y Telecomunicación. «El primer año estábamos todos juntos y sólo teníamos un par de asignaturas diferentes porque no escogíamos la especialidad hasta el tercer curso», cuenta Juan Jesús Fernández.

En familia

Entre todos los hoy ya ingenieros industriales sumaban 75 estudiantes. Una cifra que se quedó apenas en la treintena cuando algunos se quedaron atrás repitiendo curso y que se dispersó aún más cuando se repartieron en las distintas ramas. «En Electricidad eran sólo cuatro alumnos, así que se notaba mucho cuando no iban», comenta Fernández.

Otro de grupo reducido era el de las chicas, quienes destacaban entre sus compañeros por ser sólo seis. «Aunque a mí nunca me supuso un problema, me sentía muy cómoda», puntualiza Ana Pozo, la primera ingeniera industrial que salió de la UMA y hoy profesora del departamento de Tecnología Electrónica. Aún así, conserva algunas anécdotas.

Cuando Pozo se graduó, el 8 de marzo de 1996, el Colegio de Ingenieros le regaló a ella, y a sus otros siete compañeros que habían terminado la carrera, un año de suscripción y un alfiler con el escudo de la institución. «Pero era para el ojal de la chaqueta y yo lo tuve que llevar en la mano. Al año siguiente ya lo hicieron unisex en forma de pin», dice, entre risas.

Curiosidades aparte, la primera promoción de ingenieros industriales de la UMA tenía más cosas en común que diferencias. «Como no teníamos referencia de un curso superior, estábamos obsesionados porque la formación fuese del máximo nivel. Les pedíamos a los profesores que nos dieran más temario y nunca cortamos las clases», comenta Juan Jesús Fernández. Si bien, este afán por ser los mejores no estaba reñido ni con el compañerismo ni con las ganas de pasarlo bien. «Antes de dar mi primera clase en la UMA, mis compañeros me dijeron que tuviese cuidado porque aquí los alumnos no se callaban durante las clases y era cierto», cuenta Alfonso Corz, director de la escuela durante el curso 1993-1994.

No obstante, el expediente de la primera promoción no dejaba lugar a dudas. «Tenían unas calificaciones bastante altas y se esforzaban por destacar», asegura Alfonso García Cerezo, profesor de Industriales desde 1992 y su director durante 11 años. Una brillantez que tuvo su recompensa con prácticas constantes en laboratorios, excursiones a empresas andaluzas y un viaje de fin de estudios, financiado por la escuela y el Colegio de Ingenieros, en el que visitaron industrias de Mondragón, Segovia y Valladolid.

Premio con retraso

El premio que no dio tiempo a llegar para la graduación de los primeros ingenieros industriales de la UMA fue el nuevo edificio. «Era un tema del que ya se hablaba entonces y estábamos convencidos de que lo íbamos a pisar antes de terminar la carrera», recuerda Ana Pozo, sobre un proyecto que hoy es realidad en la ampliación del campus de Teatinos, pero para el que se barajaron otras ubicaciones.

«Yo era partidario de trasladarnos conjuntamente con Informática y Telecomunicación a Teatinos, pero no fue posible y, con la crisis que había en 1993, pensé que a Industriales le quedaban muchos años en El Ejido y así ha sido», recuerda el primer director de Industriales, Aníbal Ollero. «Nuestro objetivo era poner la primera piedra de inmediato y hacerlo en el Parque Tecnológico de Andalucía (PTA), pero no hubo acuerdo con el Ayuntamiento y la verdad es que fue una pena», añade el que fue segundo director de la escuela, Alfonso Corz.

Pero aunque estas ideas iniciales no se llegara a realizar, el actual edificio pone fin a los problemas de espacio vividos durante estas dos últimas décadas. «Aún hay laboratorios en El Ejido que no se pueden trasladar porque se montaron dentro y para sacarlos haría falta abrir la pared o invertir mucho dinero en desmontarlos», dice Alfonso García Cerezo, tercer director de la escuela.

Ahora, tanto en el interior del edificio como en la nave anexa específica para laboratorios pesados hay sitio de sobra para equipamientos. «Lo único es que se están retrasando mucho por la falta de algunas instalaciones necesarias para los equipos, como el agua o el aire comprimido», cuenta el actual director de Industriales, Ramón Fernández Feria.

Pero poner en marcha todos los laboratorios no es el único plan de futuro de Industriales. La implantación del grado el próximo curso y la creación de tres nuevos títulos en Energía y Sostenibilidad, Mecatrónica y Organización Industrial son otros proyectos que ponen punto y seguido a dos décadas de historia.

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