
PABLO M. DÍEZ
Domingo, 6 de septiembre 2009, 04:25
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Todo queda en familia en la política nipona, revolucionada desde las elecciones del pasado domingo. Unos comicios que dieron el triunfo a la oposición socialdemócrata y liquidaron medio siglo de hegemonía del Partido Liberal Democrático (PLD). Aunque el candidato del Partido Democrático de Japón (PDJ) y primer ministro electo, Yukio Hatoyama, recaudó un mayor número de adhesiones con un mensaje de cambio y fuerte contenido social, su investidura el próximo día 16 entronizará una nueva dinastía en el imperio del sol naciente.
Y es que Hatoyama no sólo pertenece a una de las familias más ricas de Japón, que hizo su fortuna con la fundación de la marca de neumáticos Bridgestone, sino que representa la cuarta generación de una estirpe ligada al poder. Su bisabuelo Kazuo fue portavoz de la Cámara de Representantes de la Dieta (Parlamento) entre 1896 y 1897, durante la época Meiji, viceministro de Asuntos Exteriores y presidente de la Universidad de Waseda, una de las mejores del país.
Su abuelo, Ichiro Hatoyama, continuó la senda: fue tres veces primer ministro entre 1954 y 1956. Asimismo, contribuyó a la fundación del PLD, en él también militó su hijo e hizo carrera el propio Yukio antes de protagonizar una escisión en 1993 y formar el PDJ.
Curiosamente, Ichiro Hatoyama sucedió en el cargo a Shigeru Yoshida, abuelo del derrotado primer ministro, Taro Aso. Una anecdótica coincidencia que demuestra hasta qué punto las mismas familias se han repartido el poder político del Japón contemporáneo.
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Además, su padre, también llamado Ichiro Hatoyama, fue ministro de Asuntos Exteriores y diputado nacional en el Parlamento, en el que Yukio empezó a trabajar como asistente personal en 1983. Como suele ser habitual, el primer ministro 'in péctore' aprovechó los contactos y la influencia de su padre para heredar su escaño por un distrito de Hokkaido en 1986.
En este sentido, un tercio de los diputados de la anterior legislatura eran herederos políticos, conocidos en Japón como 'botchan' o 'hijos de los ricos'. Como si fuera un testamento, éstos recibían de sus progenitores las circunscripciones y el círculo de amigos necesarios para recaudar fondos que posibilitaran su elección.
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A pesar de sus ilustres orígenes y su fortuna, sin la cual no habría ascendido en este mundo, Yukio Hatoyama se ha rebelado contra este sistema oligárquico controlado por los 'amakudari' o 'descendientes del cielo', los miembros de las familias acomodadas que copan los puestos burocráticos en la Administración y las grandes corporaciones industriales.
Casos de corrupción
Para luchar contra esta perpetuación, el PDJ ha limitado los candidatos hereditarios en sus filas, por lo que casi la mitad de sus 308 diputados -de los 480 que tiene la Cámara Baja del Parlamento- son primerizos y nunca antes habían sido elegidos en unos comicios.
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Tras haber sufrido un fuerte varapalo electoral, el todopoderoso PLD se enfrenta a una difícil regeneración para volver a conectar con los votantes, ya que casi toda la cúpula está formada por herederos políticos con nombres de rancio abolengo. En este endogámico sistema que ha sido incapaz de solucionar la grave crisis económica y social que arrastra Japón desde principios de los noventa, el Gobierno ha tenido tres primeros ministros en los tres últimos años. Todos ellos eran 'amakudari' y todos cayeron por su ineficiente gestión, que llevó a perder millones de cotizaciones a la Seguridad Social y la proliferación de casos de corrupción.
A Taro Aso, el último, le había precedido Yasuo Fukuda, un veterano político hijo de Takeo Fukuda, quien fue primer ministro entre 1976 y 1978 y firmó un histórico tratado de amistad en China. Antes, había ocupado el puesto Shinzo Abe, hijo de un antiguo responsable de Exteriores, Shintaro Abe, y nieto de Nobusuke Kishi, que fue arrestado como sospechoso criminal de guerra pero se convirtió en jefe de Gobierno entre 1957 y 1960.
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Desde 2006, estos tres primeros ministros han dilapidado la arrolladora victoria que otro nombre ilustre, el polémico pero carismático Junichiro Koizumi, logró un año antes con un programa de reformas económicas de corte liberal que aumentó la competitividad de las empresas, pero también incrementó la precariedad laboral y las diferencias sociales entre ricos y pobres.
Ahora, Yukio Hatoyama, un millonario con grandes inquietudes sociales, se ha propuesto que Japón gire a la izquierda con un programa que contempla la bajada de impuestos, la subida de salarios y pensiones y se basa más en la gente que en las grandes corporaciones industriales.
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