
Un Prado con mucho Bacon
El museo madrileño cuelga en sus paredes las desgarradoras obras del artista irlandés en el centenario de su nacimiento
T. GARCÍA YEBRA
Sábado, 31 de enero 2009, 02:39
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Francis Bacon murió en la clínica Ruber de Madrid el 28 abril de 1992. Tenía 82 años. Viajó a la capital para ver a ... su amante. Su médico se lo desaconsejó. Desobediente como siempre, falleció de un infarto. «Si se piensa que mis obras son violentas es que no se ha pensado previamente en la vida», dijo en una entrevista. «Nunca consigo ser tan violento como lo que me rodea». Cuando Margaret Thatcher vio lo que pintaba, sentenció: «Son asquerosos trozos de carne». Uno de esos 'asquerosos' despojos se vendió por 33,6 millones el año pasado.
El Museo del Prado abre el martes una retrospectiva con 78 obras del genial artista irlandés, una muestra que ya ha pasado por la Tate de Londres y que conmemora el centenario del nacimiento de uno de los pintores «más poderosos del siglo XX», según Chris Stephens, de la Tate. Tras su paso por Madrid (hasta el 19 de abril), la muestra concluirá su periplo en el Metopolitan de Nueva York.
Entre las obras expuestas figuran 16 de los trípticos más importantes realizados en su carrera, además de material documental de su taller distribuidos en las secciones 'Animalidad', 'Aprensiones', 'Crucifixión', 'Crisis', 'Retrato' y 'Épica'. Este atormentado artista iba mucho al Prado. Allí fagocitaba las obras que le conmovían para convertirlas en «algo comestible». De esta digestión nacieron sus espléndidas variaciones sobre el 'Retrato del Papa Inocencio X', de Velázquez, y algunas de las impactantes crucifixiones.
Amante y modelo
Su amante George Dyer también le sirvió de modelo. En el Prado se pueden contemplar 'Tres estudios para un retrato de George Dyer', 'Retrato de George Dyer en bicicleta' y 'Estudio de George Dyer en un espejo'. «A su amante le ve como un hombre frágil y, en el fondo, patético», dijo la comisaria de la muestra, Manuela Mena.
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Los críticos asocian a Bacon con la brutalidad y con una sensualidad monstruosa. Mena discrepa. «Su pintura es violenta, nadie lo discute, pero también está teñida de desvalimiento, nostalgia y desamparo», afirma.
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