Un desnudo integral
JOSÉ Mª PORTA TOVAR
Miércoles, 7 de enero 2009, 02:49
A mí me gustan los desnudos. Por ejemplo, la 'poesía desnuda' de Juan Ramón Jiménez, 'la Maja desnuda' de Francisco de Goya, 'La piel de la forma' de Félix Revello de Toro o 'el mono desnudo' de Desmond Morris. Y es que el desnudo siempre tiene algo de hermoso, de provocativo, de arrogante. Como la verdad desnuda, a la que tantas veces invocamos y tantas otras volvemos a atropellar sin escrúpulos.
Pero no cabe duda que el desnudo es a menudo engañoso. De que, a pesar de las apariencias, nunca un desnudo resulta tan desnudo como se pretende, ni, por supuesto, tan integral como se pregona. Por el contrario, lo más hermoso del desnudo es lo que no enseña, lo que oculta, lo que se guarda para sí, el misterio que encierra.
Nada tan sugestivo como el cuerpo de una mujer desnuda. Pero nada, al mismo tiempo, tan velado, tan enigmático, tan misterioso. Para hablar de un desnudo integral, la persona debería, además, descubrirnos su alma: sus intenciones, sus emociones, sus sentimientos. Entonces, sí. Entonces estaríamos hablando de un desnudo integral. Pero ése sólo se da en el amor.
Pues bien, sobre ese llamado 'desnudo integral', que tanto se lleva, me gustaría hacer algunas reflexiones. Porque, de un tiempo a esta parte, hay un interés especial por desnudar al otro. Unas veces violando su intimidad, con engaño. Otras, comprándola con dinero. Y todo ello, buscando el placer, el morbo o la justificación de las propias miserias. Porque, indudablemente, siempre hay alguien más cretino, más obsceno o más depravado que el curioso que las observa. Por eso, ya no basta contemplar a la persona desnuda en la portada de una revista. Queremos conocer sus flaquezas, sus miserias, sus vergüenzas.
Pero eso no es todo. Hay muchos que disfrutan simplemente desnudando el alma de su vecino. Vaciándola de aquellos valores humanos, religiosos y éticos, que le son propios y que ellos han perdido hace tiempo, por diferentes razones. Son los que desearían que todos fuésemos como ellos: Sin Dios, sin honor, sin patria, sin bandera, sin cultura, sin principios. Que todos abandonásemos lo nuestro, en aras de la libertad que ellos anuncian, y que no es otra que la sumisión a sus particulares propósitos. ¡Vamos, que nos invitan a empezar desde cero! Donde empezara el mono desnudo de Desmond Morris.
Pero la historia fue la que fue. Larga, difícil, penosa. Primero tuvimos que caminar erguidos. Después, descubrir el fuego. Luego, empezar a utilizar herramientas para el trabajo: Una pajita, una piedra. Mucho más tarde, a respetar y enterrar a los muertos. Por fin, a adorar a Dios y a contemplar la belleza de su creación. Desde entonces hasta el día de hoy, todo ha sido mucho más fácil. El hombre se ha ido vistiendo de muchas formas, de muchos estilos, de muchas épocas. Ha aprendido a reservar su intimidad y a compartirla libremente; ha conquistado el don de la palabra para decir el amor y practicarlo; ha elegido un Dios, una religión, una forma de entender su propio destino; ha abrazado una cultura, una forma de entender la vida y de asumir y trascender la muerte.
Sin embargo, hay algunos que nada desearían tanto como desnudar al hombre de hoy de todas sus esencias, recuperando así, por lo visto, al buen salvaje de Malinovski. Son los que se olvidan de la historia, negando su pasado, son los que reniegan de la fe, desterrando los crucifijos, son los que defienden nuevas fronteras, trazadas por la imaginación y el egoísmo, son los que reducen la vida del hombre a una circunstancia fortuita, exenta de cualquier sentido. Son los que piensan que tanto tienes, tanto vales. No importa la forma de conseguirlo.
El desnudo que yo denuncio es el que pretende despojar al hombre de su mejor tesoro: Su vida interior. Y esa vida interior está hecha de creencias, de tradiciones, de sentimientos, de afectos. Cosas que algunos pretenden borrar, cambiar, manipular, en beneficio propio. Pero lo peor no es eso. Lo peor es que el hombre de a pie no es consciente de ello, y acepta, ingenuamente, que alguien desnude su alma de aquellos valores que le pertenecen por derecho propio.
Como aquéllos que no soportan la fe de su prójimo, más afortunado que él, y se convierten en obstinados apologetas del nihilismo. Como aquellos otros, que pretenden romper la nación, la bandera, la patria, la constitución, en beneficio propio, aunque sea apelando a una historia novelada. Como algunos, que aprovechan una crisis económica para desnudar a los pobres. Como otros, que desprecian a sus vecinos por el color de la piel, pero que no dudan en aceptarlos como socios cuando sospechan un buen negocio. Como tantos, que prefieren poner barreras a la migración antes que pensar en el hambre y el sufrimiento ajenos.
De ésos. De los que pretenden disfrutar de un 'desnudo integral' en la persona de su prójimo, de los que tratan de robar a los pobres la pequeña esperanza que les queda de encontrar amor más allá de esta vida, de los que no aguantan la felicidad ajena, de los envidiosos y egoístas, líbranos, Señor, quienquiera que seas y dondequiera que estés.
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