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AMANDA SALAZAR
Miércoles, 26 de noviembre 2008, 12:05
Luna y Carina son ahora buenas amigas, pero se conocieron durante los peores momentos de su vida. Llegaron al refugio de Los Asperones hace seis meses. El dueño de Luna les abandonó allí a ella y a su hermana Coco, dos cruces de pointer y perdiguero. Razas de caza. Pero ninguna de las dos servía para la batida y su antiguo propietario decidió que, si no eran útiles para el monte, no quería seguir ocupándose de ellas. Al menos a Luna le dejaron en la misma puerta del refugio. Carina estuvo perdida varios días, vagando por toda Málaga hasta que alguien dio el aviso y la policía la llevó hasta Los Asperones. Se desconoce si alguna vez tuvo un dueño, pero en su mirada se advierte que sí.
En el Refugio no les ha faltado comida ni cuidados veterinarios. Pero las condiciones allí no eran las mejores. Tenían que compartir la jaula con otros muchos perros, las instalaciones eran deficitarias, no había luz y la mayoría de las jaulas estaban construidas con viejos tablones. Eso por no hablar del vecindario. José Carlos Cabra, presidente de la Protectora de Animales y Plantas de Málaga indica que, desde que se instaló cerca la barriada marginal de Los Asperones, el día a día del refugio ha sido una verdadera pesadilla. «Hemos sufrido ataques, han robado material, robaban perros para peleas ilegales y eso por no hablar de las agresiones al personal de la Protectora», indica Cabra.
Un viaje esperanzador
Hoy es un día importante en la vida de Luna y Carina. Después de compartir recinto todo este tiempo, comienzan un viaje. Un periplo que les llevará al nuevo refugio de la Protectora en La Virreina, donde ya funciona el Parque Zoosanitario municipal. Quién sabe si este viaje será también el que le lleve a encontrar unos nuevos dueños.
Luna y Carina se agolpan en la puerta de su jaula cuando ven llegar a José Carlos. A su paso, comienza el concierto de ladridos de los canes de los recintos contiguos. Saltan, aúllan, echan la pata entre las rejas todos piden una caricia humana que les vuelva a hacer sentir queridos. José Carlos e Isabel, una de las empleadas del refugio, colocan las correas a Luna y Carina y se dirigen a la puerta. Sus compañeros de refugio ladran más fuerte al verlas salir a modo de despedida. Aunque sólo será un hasta luego. Pronto se reunirán con ellas en el nuevo refugio.
En el coche, las dos perras se muestran nerviosas y caminan de un lado a otro de la furgoneta. «Llevamos juntos a los perros que estaban en un recinto en Los Asperones y les ponemos también juntos en su nuevo hogar para que el cambio no sea muy drástico y conozcan a los perros con los que ya han convivido», explica José Carlos. Durante toda esta semana, voluntarios y trabajadores de la Protectora se afanan en trasladar materiales y animales al nuevo refugio. Quieren que todo esté listo para principios de diciembre para no pasar las navidades en Los Asperones.
Al llegar, Luna y Carina se muestran nerviosas. Carina esconde el rabo entre las patas. Está asustada, pero pronto se aclimatará a su nuevo hogar. Un hogar que debe ser de paso mientras alguien le adopta. Los países del norte de Europa son los que más adoptan a las mascotas de la Protectora de Málaga. Aunque ahora, con las nuevas instalaciones, se espera que los malagueños se acerquen más cuando decidan adoptar un perro o un gato.
Las nuevas instalaciones no tienen nada que ver con el viejo refugio. Los recintos para los perros son amplios, están asfaltados con hormigón en lugar de tierra y todos tienen una parte techada en alto para que los animales se refugien cuando llueva y no les entre el agua. Y eso que las condiciones en las que se mudan no son las idóneas. Han tardado seis años en hacer una obra que tendría que haber durado dos a lo sumo. Los problemas de financiación han sido constantes, así como los cambios del proyecto. Ahora tienen lo necesario para utilizarlo, pero los módulos de administración y de la clínica veterinaria tendrán que estar en casetas prefabricadas por el momento y aún quedan varias perreras por terminar.
Aun así, la Protectora abre una nueva etapa esperanzadora. Seguirá necesitando el apoyo de socios y voluntarios. Pero al menos tendrán un refugio digno en el que poder hacer lo que mejor saben: cuidar de las mascotas abandonadas para buscarles una nueva oportunidad.
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