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CITA EN EL SUR

Miré los bloques de la costa mía, POR AURORA LUQUE

AURORA LUQUE

Domingo, 25 de noviembre 2007, 03:29

HACE unos días tuve que viajar a Chiclana de la Frontera invitada por la Fundación Fernando Quiñones. Si no se quiere usar el coche propio, la cosa se pone fea. En tren no se puede viajar a la provincia de Cádiz. Los autobuses son escasos, sucios y malolientes. La grasa gruñe los veletes de entretela en los que el viajero se supone que ha de reposar su cabeza. Rumbo al Oeste solía yo pedir, por las vistas, asiento a estribor, costado sur de la nave con ruedas porque da a la playa y mira al mar. Es un decir: hay vistas que están mejor sin ser vistas. Hallé grúas donde esperé palmeras y anuncios de inmobiliarias en el ancho lugar del horizonte.

Lo mismo ocurre si queremos viajar desde Málaga a Almería o a Murcia. La empresa Alsina Graells es mucho más limpia que la empresa Comes, pero el viernes se satura irremediablemente el servicio. Paradojas del progreso: escribí este artículo con una PDA -uno de esos 'aparatuquis' que nos encandilan y que caducarán antes de que el acceso a ellos sea tan universal como lo es el manejo de los frigoríficos o de las lavadoras-. Se trata de un artefacto supermoderno que se está facilitando a los profesores para informar de faltas, incidencias académicas y otros incidentes a padres y a tutores: con ella, cual lanza que nos llega del futuro acabaremos gallardamente con el fracaso escolar.

En el autobús, a mi lado, una mujer de otro país dejaba en la redecilla del asiento las cáscaras de los huevos cocidos que tenía para comer. Las brechas de la vida. Un poco igual ocurre con los transportes: un carísimo tramo para el hiperpublicitado y jaleado AVE viene a subrayar la vieja idea radial de España. Y el resto, la Andalucía de los pueblos medianos, aseados por el 'tsunami' del ladrillo nuevo, la que vio pasar de largo la primera modernización y que se satura de inmigrantes que sólo alcanzan a comer huevos duros, sigue sin trenes dignos, sin autovías siquiera en la transitada costa de Granada y sin marquesina en la parada de autobuses de Chiclana.

Las brechas siempre están ahí. Cuando parece que unas se superan y se suturan (por ejemplo, la antigua entre terratenientes y jornaleros) nos inventamos otras: la tecnológica, la digital o la que separa al usuario del AVE del usuario del grasiento autobús por tortuosas vías comarcales.

Ahora sabemos por qué a Hércules lo enviaron al Huerto de las Hespérides (ubicado por estos ángulos de Andalucía) a coger manzanitas de oro. Lo herculio de la hazaña estaba en completar el camino. Si se le encomendara hoy meterse en las entrañas de Cádiz o de Almería seguro que se daba la vuelta corriendo con su pellejo de león al viento.

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