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I. ÁLVAREZ
Lunes, 29 de octubre 2007, 10:43
AL mito erótico del cine en los años cincuenta no le dolieron prendas al advertir de que «todas las mujeres le debemos mucho al tacón alto». Al fin y al cabo, atuendos de vértigo como esos contribuyeron a forjar su leyenda. A ella le gustaba combinar en la intimidad playeritas de algodón o tejido con chinos, vaqueros y cardigan. «Con ellos soy yo misma». Y adornarse con bisutería, en lugar de lucir los diamantes que tan buenos amigos de la mujer, decía, podían llegar a ser. A la historia han pasado ocurrencias de estrella mediática como ésta, y como esa otra de que utilizaba dos gotas de fragancia Chanel Nº 5 como única prenda a la hora de acostarse.
Era su manera de ser, entre contoneos, como su manera de andar. No contaba con el enigma lánguido de la Garbo, la delicadeza de Katherine Hepburn, y tampoco era tan guapa como Ava Gadner, pero tenía una ventaja sobre todas: ella era Marilyn Monroe. Hoy, su imagen es una marca indeleble, un icono perpetuo de moda, un filón, y toda su sensualidad revolotea entre las pertenencias que la inmortalizaron...
La Fundación Bilbao 700-III Millenium, en colaboración con la organización del Festival Internacional de Cine y Cortometraje de Bilbao (Zinebi), ha llevado a la ciudad una de las colecciones más reconocidas a nivel mundial de vestidos y objetos personales de la actriz estadounidense. Piezas que la catalana Maite Mínguez Ricart ha ido recopilando en diversas casas de subastas -Christie's, Startifacts, R&R Enterprises y Star Wares on Main- y en colecciones privadas durante las últimas dos décadas.
La muestra incluye el mítico vestido blanco que echaba a volar sobre una rejilla del metro de Nueva York, imagen grabada por siempre jamás en las retinas. Fácil de imaginar también esas palabras que pronunciaría esta mujer de cara ingenua y líneas seductoras que vivió atada a su imagen: «Oh, ¿todo esto es por mí?».
Piezas inéditas
«Me llamó la atención que una mujer a la que siempre había admirado por ser una 'sex symbol' fuese capaz de crear su propia productora rompiendo con los esquemas de la época. A partir de entonces, empecé a indagar en este personaje», revela Maite Mínguez.
La exposición que ahora se exhibe se presenta bajo el emblema 'Marilyn íntima' y ofrece la posibilidad de contemplar algunas pertenencias hasta ahora no expuestas: el guión original de 'La tentación vive arriba', con anotaciones manuscritas a los lados de esa graciosa escena donde se le atasca el pie con el grifo de la bañera en su enésimo intento por combatir el asfixiante calor de Manhattan; una estola de visón; un picardías con transparencias en el escote que desata la imaginación; un vestido rosa de gasa; un jersey de 'cashmere' o el conjunto con gorrito y los zapatos del número 37 y medio que lució en su último rodaje, que iba a llamarse 'Something's got to give', la película inacabada de Marilyn, en 1962, año de su muerte.
«Billy, querido, vísteme para siempre. Te quiero», escribió Marilyn a uno de sus diseñadores favoritos, William Travilla, quien trabajó para la rubia platino en ocho películas. La dedicatoria la plasmó la actriz en la portada de un calendario de desnudos. A su muerte, el diseñador decidió guardar la memoria de su amiga y conservó sus trajes en su propia casa.
El mito erótico había nacido en 1949, cuando posó desnuda, recostada y risueña, aún pelirroja y rizosa, sonriendo a camioneros y militares, sobre terciopelo rojo, para el fotógrafo Tom Kelley. Y después, para Hugh Hefner, en esa foto que fue elegida para el primer número de la revista 'Playboy' (también en la exposición). Se cuenta que durante las pruebas de rodaje de 'Con faldas y a lo loco', el diseñador de vestuario Orry Kelly entró al camerino de Marilyn para tomarle medidas y, mientras pasaba la cinta métrica alrededor de sus caderas, bromeó: 'Tony Curtis tiene un culo mejor que el suyo, Miss Monroe'. Entonces ella se desabrochó la blusa y, furiosa, replicó: «¿Pero seguro que no tiene unas tetas como éstas!».
Sus objetos personales
El paso de Marilyn por España reserva algunos encantos, como fotos de su álbum donde ella escribió: «Yo, cuando era muy pequeña» y «Yo, con mi primer novio»; un pintalabios y los cálices de boda utilizados en la boda judía con el dramaturgo Arthur Miller; la invitación para la entrada a la fiesta de cumpleaños de John Fitzerald Kennedy y las gafas de sol con las que trató de huir de los flashes... La ocasión permite contemplar asimismo la báscula que registró sus kilos de más, y de menos. El guardarropa de Norma Jean, así se llamaba en su partida de nacimiento, «llegó a oscilar, según su estado de ánimo, entre las tallas 34 y 44», revela la coleccionista Maite Mínguez.
Sobre el mito de Marilyn Monroe se han escrito páginas enteras y guardado anécdotas por doquier. Entre ellas, otra frase célebre de la actriz: «En Hollywood te pueden pagar mil dólares por un beso, pero sólo cincuenta centavos por tu alma».
La exposición 'Marilyn intima' está valorada en cientos de miles de euros -80.000 han costado algunas prendas-. Aunque, eso sí, es de acceso gratuito.
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