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DANIEL VIDAL
Domingo, 6 de abril 2014, 04:38
Para Prince, Mayte García era la chica más guapa en el mundo. 'The most beautiful girl in the world'. Era el 'you' de su primer y mítico disco 'For you'. Aquel chico de Minneapolis (Minnesota, EEUU, 1958), que aprendió a tocar el piano de su casa con la música de Batman de la tele -cuando no repasaba las novelas eróticas de su madre-, lo había conseguido todo con 30 años. Criado entre las melodías negras del grupo de jazz local de su padre, Prince Rogers Trio -de ahí el nombre real del artista, Prince Rogers Nelson-, se plantó en la década de los noventa con ventas multimillonarias, una buena colección de premios Grammy coronados con un Oscar por 'Purple rain' y la admiración y el reconocimiento de artistas, crítica y, por supuesto, una legión de súbditos del 'príncipe' en todo el mundo. Además, era un 'sex symbol' y seducía a toda mujer que se le pusiera por delante. En su inabarcable lista de conquistas sobresalen mitos eróticos de la talla de Kim Basinger, Madonna y Carmen Electra. Pero, en aquella época, Prince no había encontrado aún el amor verdadero. Su musa de cada día. La mujer que le hiciera plenamente feliz. Hasta que apareció ella. Aquella chiquilla portorriqueña de 17 años, curvas exuberantes y mirada felina. Era una cría preciosa que llegó al cuerpo de baile de Prince en 1991, cuando 'su majestad púrpura' -como sus fans le rinden pleitesía- tenía 33 años y arrasaba con el álbum 'Diamonds and pearls'. Estaba en el cénit de su éxito y la vida le regalaba, además, a su media naranja. La menudita bailarina de origen latino se convertía en su esposa el día de San Valentín de 1996.
En el paraíso
El regalo de bodas del príncipe a su princesa no podía ser otra cosa que un palacio. Y tampoco en otro lugar que no fuera el paraíso. Suena a cuento de hadas, pero Prince lo hizo realidad. El extravagante compositor, que había dado un concierto en Marbella en 1990, estaba prendado de los encantos de la Costa del Sol, donde los atascos de tráfico los formaban Rolls Royce y Ferraris y los ríos eran de Bollinger y Dom Pérignon. Donde la vida parecía hecha a medida de su majestad. Prince localizó una parcela perfecta en una zona llamada, precisamente, El Paraíso. A tiro de piedra de la playa y del hotel Villa Padierna y, por si hubiera nostalgia de la jet-set norteamericana, al lado de la urbanizació 'Bel-Air'.
La mansión, que ahora se vende por un precio de 5,6 millones de euros (según las condiciones de Engel & Völkers Marbella West, la inmobiliaria de Guadalmina que la ha puesto en el mercado), rezuma lujo por cada uno de sus rincones, que son muchos: la propiedad tiene casi 6.000 metros cuadrados y una superficie construida de 890.
La lista de calidades es casi tan larga como la de amoríos de Prince. El visitante se encuentra en la entrada con una enorme escalera doble de estilo colonial y balaustradas que remata en una espectacular lámpara chandelier. Quizá de mirar al techo y a los lados no repare en el suelo, todo de mármol, como las cinco suites, cada una con su baño y su terraza privada, aunque la villa cuenta con seis habitaciones más, once en total. Hay piscina exterior climatizada y por supuesto jacuzzi y chimenea, además de gimnasio y pista de tenis al lado de un impresionante jardín con cipreses y especies tropicales. Por no hablar de los sistemas de seguridad, que al cantante le costaron en su época -incluyendo salarios- la friolera de medio millón de libras. Solo una pequeña muestra de la opulencia que impregna la villa. La casa, aunque está reformada, cuenta con algunos detalles originales de la etapa que el artista pasó allí con su mujer, «la más feliz y a la vez la más desgraciada de su vida», cuentan en la agencia.
Porque Prince entró por esta puerta siendo un hombre dichoso y salió por la misma puerta con varias heridas difíciles de cicatrizar. Después de tocar la felicidad con los dedos y tratar de confinarla en su palacio de Marbella, Prince perdió el hijo que tuvo con Mayte y el matrimonio acabó yéndose a pique. El artista decidió no volver a pisar lo que para él ya era una casa encantada y se empeñó en vender la mansión desde Estados Unidos, mientras Mayte se daba a la molicie en cada una de las estancias palaciegas durante los fines de semana. El servicio doméstico daba fe de ello y también fue testigo de la temporada que la señora de la casa pasó encerrada con el 'ex' de Pamela Anderson, Tommy Lee. Fue la puntilla para el mito de Minneapolis, que ya se había rebautizado como 'El Artista Anteriormente Conocido Como Prince' y que inició un declive artístico sin precedentes. A pesar de todo, Prince se mantiene hoy, a sus 55 años, como uno de los mayores mitos de la música; el palacio en el que quiso encerrar su felicidad también conserva su esplendor y Mayte sigue siendo para el artista, a pesar de que volvió a casarse, 'the most beautiful girl in the world'.
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