Vivir en Berlín
"Una ITB cargada de buenos augurios para nuestros destinos se desarrolla un año más en pleno corazón de la gran capital de Alemania..."
PEDRO LUIS GÓMEZ
Viernes, 7 de marzo 2014, 08:32
Una ITB cargada de buenos augurios para nuestros destinos se desarrolla un año más en pleno corazón de la gran capital de Alemania. Berlín presenta ... un aspecto desconocido en los últimos 30 años por estas fechas: temperaturas muy suaves, primaverales, cuando por estos lares la primavera es algo que suele llegar en verano... Eso del cambio climático lo corroboramos quienes llevamos ya tres décadas cada noviembre en Londres y cada marzo en Berlín: aquí, en fechas de la ITB, o sea, en días como el de hoy, ha hecho un frío de los que no se olvidan, de congelarse la mano si te quitabas un guante para responder una llamada de móvil en la calle, e incluso con nevadas de esas que los que no estamos acostumbrados nos quedábamos mirando los copos embobados, en plan cateto de secano total, y sin embargo ayer nos desayunábamos a las 9 de la mañana con 14 grados, y desde el martes ves a la gente abrigada, pero sin el estrépito y la exageración obligada de otras veces, cuando el frío era de verdad.
Berlín vive una euforia económica, con históricos mínimos registros de paro, y unas previsiones turísticas de maravilla, casi como el tiempo. Eso sí, lo que no ha cambiado es que sigue anocheciendo muy temprano (para los del sur, claro) y que la gente suele tener una cara de mala leche generalizada, posiblemente producto del enorme frío que suelen aguantar. La gran ventaja de nuestro mercado, aparte del sol y la playa, que es lo que les mola de verdad a los germanos, aunque se coloquen el sambenito de la cultura y lo que quieran más, es que lo que les ofrecemos allá en nuestra tierra son rostros más amables, menos enfurruñados, y sobre todo les damos, según ellos, lo que más echan en falta: emoción. La emoción, aquí, para un berlinés, significa entregarse a la vida, aunque nos critiquen lo de la siesta y esas cosas, así como también las según ellas maratonianas comidas que comienzan a las dos de la tarde y terminan a las seis, lo que es impensable en su metodológica existencia... Pues eso mismo es la emoción, la que los profesionales turísticos alemanes nos piden que no perdamos como seña de nuestro destino, porque es lo que les subyuga, lo que de verdad les mola. O sea, que lo que nos critican es lo que nos envidian.
Vivir en Berlín, como dice una de las azafatas contratadas en el stand de España y que lleva aquí desde 1992, es «envejecer dos años cada uno», y no por falta de nada, simplemente porque no tienen emoción, no saben conjugar el verbo improvisar, que para ellos es imposible, y son incapaces de ser el centro del desorden, que según decía Picasso (como buen malagueño) era lo mejor que puede haber en el universo personal de cada uno.
Eso es vivir en Berlín, donde van bien de dinero, pero les falta alegría, o sea, al revés que nosotros, que nos sobra esa alegría y nos falta el dinero. Nunca llueve a gusto de todos. Merkel nos quiere más ahorradores, y sus conciudadanos anhelan nuestro despilfarro. Eso es vivir en Berlín. Una gran ciudad, una maravillosa metrópolis, un gran ambiente, pero con una seriedad tan extrema y falta de emoción que ni siquiera se han dado cuenta de que este marzo no hace frío...
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