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Rosa estuvo ingresada ocho semanas en MonteAlminara. :: A. S. T.
MÁLAGA

«Me asusté cuando me di cuenta de que el alcohol controlaba mi vida»

Una alcohólica en tratamiento cuenta cómo tocó fondo por su adicción y los pasos que ha dado para recuperar su vida

AMANDA SALAZAR asalazar@diariosur.es

Lunes, 7 de enero 2013, 10:57

Rosa tocó fondo una noche de viernes del pasado mes de octubre. No era la primera vez que ahogaba sus penas en el alcohol. Su adicción comenzó hace años como una forma fácil de huir de los problemas de un mal matrimonio. Luego, se convirtió en su particular medicina contra la depresión tras un divorcio traumático en el que creyó perder a sus propios hijos. Pero esa noche marcó un punto y aparte para esta malagueña de 44 años.

Había quedado para cenar con unos amigos que en el último momento anularon la cita. Pero ella no quería volver a su casa. Se fue de marcha sola, bebiendo una copa tras otra en distintos bares hasta que acabó completamente aturdida. Incapaz de percatarse de lo que ocurría a su alrededor, le robaron el bolso con su documentación, el móvil y todo su dinero. De repente se vio sola, desorientada y sin medios para volver a su casa. Ningún taxi quiso recogerla.

Se sentó en una parada de autobús para esperar a que amaneciese y perdió la noción del tiempo y de la realidad. Lo siguiente que recuerda es encontrarse en un coche con un completo desconocido. Fue lo que más le asustó: que el alcohol le hiciera perder así el sentido y la voluntad. Esa tarde, después de recuperarse, habló con sus padres y su hermana, que le suplicaban desde hacía años que dejase la bebida. «Les dije que había decidido salir de ese agujero y que necesitaba ayuda», recuerda.

Un paso hacia la mejoría

Rosa es una de las pacientes en rehabilitación de MonteAlminara, el único centro de tratamiento de adicciones y salud mental privado de Andalucía, que se encuentra en un antiguo hotel rural rehabilitado en la localidad de Moclinejo. Aunque su consumo de alcohol no era diario, Rosa sabía que tenía un problema y ya había acudido a asociaciones de apoyo con anterioridad. Pero no había funcionado. Necesitaba aislarse completamente durante unas semanas y un control más continuo. «Sabía que sola o con una sesión semanal no tendría fuerza de voluntad para lograrlo, y quería de vedad recuperarme», dice.

«Durante los primeros días no hice más que llorar», asegura. Se sentía agotada psicológicamente y estaba en muy mal estado físico. Poco a poco, empezó a abrirse gracias a los terapeutas y a las sesiones de grupo con otros pacientes, que le permitieron contar por primera vez todo lo que había sufrido en silencio en 23 años de matrimonio. «Me ayudó mucho encontrarme con gente que había pasado por lo mismo pero que llevaba más tiempo en tratamiento y se encontraba mucho mejor; me hizo pensar que si ellos habían podido, yo también lo conseguiría», indica.

Rosa estuvo ingresada ocho semanas. Los primeros cinco días en tratamiento estuvo totalmente incomunicada. Aunque señala que en ningún momento sintió encontrarse en un hospital. «Esto parece más bien un hotel», bromea ahora. Sin embargo, tenía que seguir un estricto horario que incluía entrevistas con la psicóloga, terapia en grupo, una alimentación correcta y ejercicio. «Necesitaba poner orden en mi vida, y me vino muy bien todas esa disciplina», añade.

En el centro, Rosa conoció a otros pacientes que con múltiples adicciones. «Me di cuenta de, de no haber parado ahora, habría acabado consumiendo cocaína u otras sustancias, porque el cuerpo te pide cada vez más para conseguir ese estado de desconexión con la realidad», dice, al tiempo que señala nadie está libre de verse atrapado en esta espiral.

Autoestima y confianza

El tiempo en MonteAlminara también le sirvió para reflexionar sobre su vida y para escribir. «He escrito mucho sobre mis impresiones y mis proyectos de futuro», indica. Porque ahora, añade, está recuperando poco a poco la ilusión por hacer cosas. Juan José Soriano, director de Proyecto Hombre y que participa en esta iniciativa como terapeuta, da fe del estado en el que llegó Rosa. «Ella es mucho más fuerte de lo que piensa, pero traía una autoestima muy baja; poco a poco hemos ido reconstruyendo la confianza en sí misma.

La mejor recompensa para Rosa fue el reencuentro con sus hijos, que participaron en una terapia de grupo con otros familiares. «Ahora me encuentro mucho mejor, con 20 kilos de más, sin temblores y he recuperado la memoria», señala. Aunque solo es el primer paso. Al menos le quedan otros diez meses de seguimiento ambulatorio hasta que consiga el alta definitiva. Pero Rosa está ahora más cerca de volver a ser feliz.

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