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A. SALAZAR
Martes, 12 de abril 2011, 14:20
Le encantaba bailar salsa, era la menor de nueve hermanos, trabajaba en el mundo de la belleza y su mayor ilusión en los últimos años era operarse el pecho. Sin embargo, un cúmulo de despropósitos han hecho que lo que comenzó como una operación estética acabase con la vida de Susana Carrillo Barragán en la madrugada del pasado domingo. La familia cree que se han producido hasta cuatro negligencias médicas en los tres centros sanitarios en los que estuvo ingresada en su periplo de más de un mes de hospitalización, y afirman que denunciarán el caso ante los tribunales. La joven de 34 años, que deja dos hijos -un chico de 13 años y una niña de siete- fue enterrada ayer en Loja, de donde era originaria la familia.
La odisea de Susana comenzó el pasado 3 de marzo. Ese día tenía programada una operación de aumento de mamas en una clínica privada. «Intenté convencerla para que no se operase porque me daba miedo, pero ella estaba muy acomplejada porque después de dar de mamar a la niña se le había quedado un pecho más grande que otro», explica Ana, la madre de Susana.
Susana había intentado operarse hacía años, pero finalmente no pudo reunir el dinero. Ahora sin embargo, acababa de cobrar una indemnización por un accidente de tráfico por el que estuvo tres meses en rehabilitación, y decidió gastarse 3.600 euros en la intervención quirúrgica. «Alguna conocida le recomendó al médico que le operó, y yo le apoyé porque llevaba mucho tiempo entusiasmada con la idea», señala Antonio García, la pareja desde hace un año y medio de Susana, que estaba en trámites de separación de su anterior marido y padre de sus hijos.
El día de operación, Susana ingresó a las 14.00 horas. Advirtió al médico que iba a intervenirla que llevaba varios días muy resfriada, con tos y mucosidad, según relata la familia. «El doctor le dijo que no pasaba nada, que le pondrían una cánula y podía operarse», indica Antonio. Le hicieron las pruebas preoperatorias -análisis, electrocardiograma y placas, según la familia- y la intervinieron a las 18.00 horas, una hora más tarde de lo previsto. «Lo cierto es que nunca nos dijeron los resultados del preoperatorio y creemos que no deberían haber entrado a quirófano en esas condiciones; pero el médico salió diciendo todo había ido fantásticamente», continúa Antonio.
Complicaciones
Al día siguiente, recibió el alta hospitalaria. Jesús Burgos, gerente del Hospital Chip donde se realizó la intervención afirma que el preoperatorio y el postoperatorio de Susana eran completamente normales. «Creemos que la complicación no se produjo por la operación, sino después», sostiene, al tiempo que indica que el médico que le intervino era externo y que vio a Susana días más tarde en su clínica privada. Este especialista ha rehusado realizar declaraciones sobre el caso.
Desde que volvió a su casa, a Susana le costaba respirar. «Pensamos que era algo normal, por el vendaje compresivo del pecho, así que esperamos al día 7, cuando tenía cita con su cirujano para que se lo quitase. Pero sin vendas, Susana seguía asfixiándose. Esa noche, con casi 40 de fiebre, llamaron a una ambulancia y fueron a urgencias del Clínico. Desde allí la pasaron directamente a la UCI. Tenía una neumonía severa, según fuentes del centro sanitario.
«Nos dijeron que estaba muy grave y que se moría», recuerda Ana. Pero después de varios días, Susana empieza a recuperarse, vuelve a comer e incluso puede caminar. Le pasan a planta y el día 24 de marzo los médicos le dicen que tiene los pulmones curados al 90%, que le van a dar una medicación nueva y que si la tolera, podrá irse a casa, la segunda presunta negligencia médica que denuncia la familia. A la hora de darle la pastilla -los allegados desconocen el nombre-, Susana empieza a sentir un intenso calor, picores y se pone muy roja, recuerda su madre. «Nos dijeron que había sufrido una reacción alérgica que le provocó un síndrome de Lyell», asegura Antonio. O lo que es lo mismo, Susana sufrió quemaduras de segundo grado en el 100% de su cuerpo.
«Le salieron ampollas enormes, se le caía la piel a tiras, gritaba de dolor como un animal», su madre no puede evitar las lágrimas al recordar lo que tuvo que sufrir su hija. A los tres días la llevaron a quirófano y le quitaron toda la piel, según señala Ana. «La vendaron entera, solo podíamos verle los ojos», continúa.
El 5 de abril la trasladan a la Unidad de Quemados de Carlos Haya. Allí empieza a mejorar. Dos días antes de su muerte, el pasado viernes, varios de sus hermanos pudieron verla, entre ellos el mayor, Eugenio Carrillo Barragán. «Ese día estaba muy mejorada», indica. «Incluso movía las manos», confirma Antonio. Pero al día siguiente, el pasado sábado, cuando fueron a visitarla, la vieron muy decaída, había perdido oído.
Dosis de cloruro mórfico
El médico les dijo que parecía que el anestesista se había pasado un poco con la dosis de cloruro mórfico que le daban para que no sufriese dolores, pero que ya estaba solucionado y se iría espabilando por la tarde, según cuenta la familia. Pero no mejoraba. «Pedí un médico a las 14.15 de la tarde y cuando me echaron de la habitación a las 21.00 horas aún no había venido nadie», critica Antonio. La familia quiso quedarse. «Ella me repitió hasta diez veces que no la dejara sola, que se encontraba muy mal», recuerda Antonio. Pero las enfermeras le dijeron que no podían permitir que ningún familiar se quedase por la noche.
«No llevábamos ni media hora en casa cuando nos llamaron del hospital; nos dijeron que volviésemos porque Susana estaba muy grave», afirma Ana. Estaba de nuevo en la UCI, intubada por una parada cardiorrespiratoria. «El médico nos dijo que la habían reanimado, pero que no sabían cuanto tiempo había pasado en parada hasta que se percataron», relata Antonio, que piensa que esa demora pudo condenar a Susana. A las cinco de la madrugada del domingo fallecía Susana.
La familia, que desbordada por los acontecimientos declinó hacer la autopsia clínica de la joven como recomendaron los médicos de Carlos Haya, piensa emprender acciones legales. «No ha sido un solo error, ha pasado por 14 médicos y ninguno la ha ayudado», dice Antonio. Presentarán denuncias contra el cirujano plástico y el anestesista que la operaron del pecho pese al resfriado; contra el hospital Clínico por la reacción alérgica a la medicación; y contra el hospital Carlos Haya por el error en la administración de la anestesia y por falta de diligencia en la reanimación tras la parada cardiorrespiratoria. Fuentes del Clínico y de Carlos Haya indicaron que pondrán toda la información a disposición de la familia. «Mi hija se ha ido, no he podido salvarla, pero tienen que pagar por esto», concluye Ana.Noticia relacionada>>Fallece una mujer de 34 años tras una operación de cirugía estética de pecho
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