
Secciones
Servicios
Destacamos
Juan Cano
Viernes, 4 de diciembre 2015, 01:39
Lo llamó Robin porque «vivió toda su vida en un bosque, atado a un árbol por una cadena», pero también porque es el nombre de un pájaro en inglés. «Ya es libre», dice Lola Mc Nevin, una irlandesa que lleva 35 años en España, la mitad de ellos dedicados al Refugio de Animales Apariv, en Rincón de la Victoria, del que es fundadora y presidenta.
Robin era un pastor alemán de apenas dos años que una pareja de policías nacionales encontró cuando paseaba con su perro por el campo. Su estado era «lamentable, temblando y asustado». Estaba malnutrido y tenía todo tipo de infecciones que no pudo superar, pese a que todos los amigos del refugio se volcaron en él.
La descripción que los agentes hicieron en su denuncia, que investiga el Juzgado de Instrucción número 1 de Málaga, refleja el calvario que tuvo que vivir el can: «Grandes llagas en todo su cuerpo, las cuales están supurando, faltando parte de cartílago de ambas orejas» (úlceras sangrantes), los ojos llenos de pus, «extrema delgadez y pérdida de pelo». Dormía sobre sus excrementos, moviéndose sólo en el diámetro de dos metros se veía claramente por la falta de vegetación que le permitía la cadena a la que vivió atado. No tenía comida, y bebía el agua de la lluvia que caía en un «cacharro viejo».
La pareja avisó a Lola y a la Guardia Civil, que a la mañana siguiente el 25 de octubre lo sacaron de aquel lugar, una finca privada sin vallado en una zona de monte entre Rincón y Benagalbón (los policías aportaron a su denuncia una imagen del Catastro). Robin llegó a la protectora moribundo, sin fuerzas ni para tenerse en pie. La atrofia de sus músculos, señala la fundadora de Apariv, revela que llevaba mucho tiempo en esas condiciones. «Estaba esquelético. Casi no podía andar, se desmayaba y se comía todo lo que le poníamos. Tenía garrapatas y leishmaniosis (mosquito). Se me parte el alma de pensarlo. Tuvo una muerte lenta y dolorosa», describe Lola, que colgó las fotos en la página de Facebook del refugio: «La gente empezó a mandarnos dinero para comprarle comida y medicinas (gastaron más de mil euros)». Robin pasó por tres veterinarios, pero todos los esfuerzos fueron en vano. Murió el 25 de noviembre. «El domingo queremos plantar un árbol con una placa con su nombre para enseñarle que hay gente buena en este mundo, y no lo que él ha conocido», apunta Lola Mc Nevin. «Si no puedes tener un animal, no lo tengas. Un perro siente calor, frío, sed... Tenerlo en esas condiciones inhumanas es cruel y sádico».
Para su sorpresa, el día 21, la misma pareja de policías halló a una hembra de Bull Terrier atada al mismo árbol por una cadena, y avisaron a la Guardia Civil. Mientras estaban allí, identificaron a un joven que, según denunció la protectora, «reconoció que la perra era suya, sin ser detenido». Wanda ha tenido más suerte. Sufre enfermedades e infecciones, no tan graves como las de Robin, de las que ya se recupera en el refugio.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.