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1964, el año que más españoles nacimos
reportaje

1964, el año que más españoles nacimos

Nacieron 697.697 bebés. Fueron los primeros «niños mimados», los que generalizaron el divorcio y el uso de anticonceptivos, los que abarrotaron la Universidad. Ahora cumplen 50 años y son los jefes

Yolanda Veiga

Lunes, 17 de marzo 2014, 12:58

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on un retal de tela negra apañó su madre un 9. Cosió el número con unas puntadas a la espalda; delante, en el pecho, el escudo rojiblanco con el oso y el madroño y las siete estrellas de cinco puntas. Juan Pedro Valentín (Madrid, 1964) también era de Gárate, que en la temporada 69-70, en la que él empezó la escuela, ganó su segundo Trofeo Pichici lo compartió con el también colchonero Luis Aragonés y el madridista Amancio. La camiseta le duró los primeros años de la EGB, pero se quedó con las ganas del balón reglamentario, que «igual costaba 100 o 200 pesetas». Juan Pedro tenía 9 años cuando su Atlético de Madrid perdió la Copa de Europa con el Bayern de Múnich en el estadio de Heysel, en Bruselas «nos metieron cuatro a cero en el partido de desempate». Acababa de cumplir 11 cuando murió Franco, aunque para él no fue más que «un día sin colegio». Tendría ya 13 o 14 cuando por fin le compraron el scalextric y estrenaron Grease en el cine. Y 17 cuando ganó Felipe González las elecciones del 82. «Nos parecía un tipo que iba a romper con la España antigua, pero yo como soy de noviembre no pude votar». Los comicios se celebraron el 28 de octubre y el PSOE sacó 202 de los 350 escaños. El tránsito a la veintena le llegó haciendo la mili entre Cáceres y Madrid no tuvo la suerte de librarse por excedente de cupo, con las huelgas en la Universidad estudió Periodismo en la Complutense, una época en la que iba de vacaciones con los amigos en el Talbot Samba de tres puertas que heredó de su hermano mayor. Te recuerdo Amanda, de Víctor Jara, sonaba en el cassette; Nacha Pop, Radio Futura, Loquillo y Siniestro Total apuraban las noches en el Rock-Ola, en el 5 de la calle Padre Xifré, uno de los centros neurálgicos de la Movida madrileña; las noticias de los atentados de ETA abrían los informativos casi cada día... Y el primer trabajo, a los 23, como redactor de la revista de alimentación Aral, que dirigía el padre de un amigo «me pagaban 27.000 pesetas al mes». Con solo 34 años le nombraron subdirector de Informativos de Telecinco y director con 36. El 7 de noviembre, Juan Pedro Valentín soplará 50 velas.

Su trayectoria, resumida en estos pocos titulares, es el retrato de una generación, la del baby boom. El periodista de Telecinco es uno de los 697.697 bebés que nacieron en España en 1964 (había 30 millones de ciudadanos frente a los 47 actuales). Aquel año la natalidad tocó techo, después del pico irrepetible de 1903 (699.396). El otro hito fue el triunfo de España en la Eurocopa, al imponerse en la final a la Unión Soviética por 2-1 con goles de Pereda y Marcelino.

El boom (demográfico) se alargó con una ligera tendencia a la baja hasta 1976 y durante todo ese tiempo la media de hijos por mujer no bajó de tres. Los años 80 y 90 fueron los del desplome (en 1998 solo nacieron 365.193 bebés) para arrancar el nuevo siglo con cierta revitalización de la mano de las mujeres inmigrantes, que posteriormente ha dado paso a un estancamiento. En 2012 vinieron al mundo 454.648 españoles, un 3,7% menos que el ejercicio anterior; y la tasa de fecundidad ha caído hasta 1,32 hijos. En 2017 la pirámide de población se invertirá por primera vez y tendremos un crecimiento negativo: las defunciones superarán a los nacimientos.

«Que no les falte de nada»

Vamos, que un nuevo baby boom parece impensable. También que se avecine un tiempo de tantos cambios como los que vivieron y a los que contribuyeron los españoles de esa generación. Fueron unos críos que nacieron ya sin hambre, que llenaron las Universidades, que estrenaron la democracia y votaron a los 18. Fueron los primeros que rompieron con la rutina de la misa obligatoria de los domingos, que empezaron a usar anticonceptivos sin complejos, que no llegaron vírgenes al matrimonio, que se divorciaron. Aquellas niñas del 64 se abrieron por fin paso en el mercado laboral, y aquellos niños llegaron a jefes con treinta y pocos años. Hoy siguen ocupando los puestos más altos en los despachos, tienen dos coches y dos casas. Al menos hasta que llegó la crisis, la única que han sufrido en carne propia, ya que de las anteriores apenas se enteraron. La obsesión de sus padres siempre fue que no les faltara de nada, precisamente porque a ellos les faltó de todo.

Pero en 1964 ya no se comía pan de siete días. Se comía pan con chocolate en la merienda, mientras los chavales veían a Los Chiripitifláuticos en aquella TVE (la única cadena) en blanco y negro y las mamás soñaban con que José Luis Barcelona y Mario Cabré les coronaran Reina por un día.

«El hambre ha desaparecido y la atención sanitaria se ha generalizado. Esos son dos factores fundamentales. Los niños nacen ya en los hospitales, lo que reduce mucho la mortalidad infantil, aunque todavía es alta, treinta bebés por cada mil, frente a los tres actuales. La Segunda Guerra Mundial generalizó la penicilina y a finales de los 40 los antibióticos llegan a España. En 1964 es ya un país desarrollado con una esperanza de vida de 70 años, cuando en 1930 no llegaba a los 50 (ahora está en 82,3)», dibuja Alejandro Macarrón, director de la Fundación Renacimiento Demográfico.

El baby boom español en la década de los sesenta es el mismo, pero con efecto retardado, que se produce en toda Europa tras el fin de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). «La Guerra Civil provocó una anomalía en la estadística y redujo los nacimientos a 420.000, cuando llevábamos en cifras de 600.000 desde mediados del siglo XIX. Lo que se produjo en los sesenta fue una recuperación natural de la natalidad, tampoco fue tantísimo boom. Y 1964 fue un año bisiesto, no es que sea relevante, pero tuvo un día más». Y cada día llegaban al mundo casi 2.000 bebés.

Son también años de expansión económica, recuerda Macarrón. «España se convirtió en una de las economías del mundo que más creció, lo que generó optimismo. Mi padre compró el primer coche en 1964, precisamente un Seat 600». El coche que fue el símbolo de una época empezó a comercializarse en 1957 con un precio de 65.000 pesetas, pero en 1964 sacó el segundo modelo, el Seat 600 D, que alcanzaba los 108 kilómetros por hora.

Aulas «megamasificadas»

Crece España por dentro y hacia afuera con la llegada de los turistas. «Se les adoraba porque traían aire fresco. Las extranjeras tenían una libertad... Salían a bailar y se ponían en biquini. El primer biquini se vio en las playas de Alicante en los años sesenta. Antes, como mucho, alguna aristócrata se lo habría puesto en su piscina privada», cuenta María Ángeles Durán, profesora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Las mamás españolas empezaron a hacer la revolución del bañador de dos piezas en Santander las turistas europeas y americanas dieron nombre incluso a la playa de los biquinis, pero sus hijas harían una más grande. «Siempre ha habido mujeres que han trabajado en el campo, pero las que nacen en los sesenta van a ser una generación clave. Se incorporan a los empleos de la clase media y se hacen profesoras, enfermeras, maestras, dependientas, funcionarias... La industria necesitaba mano de obra y rompió las reticencias a la incorporación de la mujer», que ya no dejaba de trabajar cuando se desposaba. Liberaremos a la mujer del taller y la fábrica, era el eslogan con el que Franco metió a las casadas en casa, con una pequeña dote que las haría depender económicamente del marido. Y a las que no les quedaba más remedio que esperar a que llegaran que no les quedaba más remedio que esperar a que llegaran los niños, tres por lo menos.

Los españoles del baby bom' estrenaron la EGB (1970), una ley del ministro de Educación Villar Palasí que «deja atrás la educación basada en la culpa, el pecado y en el estudiar de memoria» para abrir escuelas «más igualitarias». Los chavales comienzan a salir a campamentos de verano a Inglaterra y a Francia, el Bachillerato es la norma, y se retrasa la edad de incorporación al trabajo porque muchos jóvenes van a la Universidad.

Ellos y ellas. «En mi familia se daba por hecho que yo haría una carrera. La mayor pare de mis amigos fueron a la Universidad, aunque tuvimos una experiencia bastante lamentable: aulas megamasificadas, cero interacción con los profesores, huelgas cada dos por tres, infraestructuras penosas...», recuerda María Dueñas (Puertollano, 1964), autora del best seller El tiempo entre costuras y profesora titular de Filología Inglesa en la Universidad de Murcia. Fueron «años convulsos», que a ella le cogieron estudiando y a Sergio Dalma (Sabadell, 1964) buscando su hueco entre aquella repentina y bullanguera Movida: «Era una época de grupos y bandas, para los solistas era más jodido», recuerda el artista, que está de gira con su último disco, Cadore 33, el dieciséis de su carrera.

«Fue la mejor etapa para la música en España, son los años de Almodóvar... Se ve a un país educado de forma católica haciendo una transición veloz», dibuja el sociólogo experto en familia Luis Manuel Ayuso, que retrata así a esa generación de jóvenes «hedonistas, que pasan de la cultura del ahorro de sus padres, de ese cuando seas padre comerás huevos, al ¿ahorrar para qué?, lo importante es hoy».

Aquellos chavales que vestían vaqueros Levis y Lee de adolescentes, habían nacido con lavadora en casa y hasta con teléfono, «al que ponían un candado en la rueda para que no lo usáramos. Las conferencias eran carísimas y aunque estirábamos el cable y nos escondíamos en la habitación, siempre venía tu madre por detrás diciendo: Cuelga, que luego es tu padre el que tiene que pagar la factura». La anécdota la cuenta Ignacio Elguero, otro de aquellos niños del baby boom y autor de Leif Garrett en el dormitorio de mi hermana, una novela nostálgica protagonizada por Teresa. Una mujer divorciada, a punto de cumplir 50, y con un hijo adolescente que se entrega a un catártico repaso de su vida a través de un póster de Leif Garrett, su ídolo adolescente, como lo fueron de otros Serrat, Bee Gees, Raphael, Los Beatles (visitaron España en 1965), Pink Floyd o Los Secretos.

La droga, conejillos de indias

Esta ficticia Teresa fue una de las primeras en entrar a la farmacia a comprar condones. «Lo hacen todavía con miedo, arrastran aún el temor a ser una chica fácil», aunque ya no llegan vírgenes al matrimonio. Al cabo de «tres o cuatro meses» de noviazgo, muchas parejas se iban a la cama: la mayoría se casaba, pero vivir en pecado dejó de ser tanto pecado. También se asoman «con tolerancia» a la homosexualidad, aunque el movimiento gay fue posterior.

Los que saludaron a la vida en esos populosos sesenta se abonaron al carpe diem en los locos ochenta. La factura fue tremenda. «La droga se convierte en el símbolo de la Movida, pero nadie sabía lo que era el caballo; fueron conejillos de indias». Ellos y sus padres. «Habían vivido siempre con los miedos de la tuberculosis, la poliomielitis y el cuidado en que los niños hicieran bien la digestión. De repente se encuentran con las drogas y el sida y no saben por dónde les da el aire. Los padres tiene enfrentamientos con sus hijos adolescentes, aunque pierden la batalla. ¡Claro que luego nos dimos cuenta de que no estaban tan equivocados cuando nos mandaban estudiar o llegar antes a casa!», entona el mea culpa Elguero.

La del baby boom fue una generación «más lúdica que política, de ídolos musicales más que deportivos o literarios». Las banderas las llevaban sus hermanos mayores, ellos no hicieron la Transición. «Serán quienes construyan el Estado del Bienestar. Un conserje tiene dos pisos porque ha vendido las tierras que tenía su padre en el pueblo. Son urbanitas, hijos de esos hombres que emigraron del campo a la ciudad, aunque tienen una imagen idílica de la casita del pueblo». Se acercan en verano, o los fines de semana. Con los abuelos, que ya están mayores. «La gente que ahora tiene 50 años está viviendo como un shock y un drama el envejecimiento de los padres».

¿Qué relación tienen con ellos?

Ha sido la primera generación mimada, criada con cierta manga ancha. No hay tanta distancia entre ellos, como sí la hubo con sus abuelos. Están muy agradecidos a sus padres porque se sacrificaron, sienten una responsabilidad hacia ellos explica Ayuso.

Ese pacto implícito de Tú me has cuidado de pequeño y yo te cuidaré de mayor, dicen las encuestas que todavía sigue vigente. «Aunque son los propios padres los que no quieren que sus hijos les atiendan». Ni ellos querrán que nadie les cuide cuando sean mayores. «Van a ser una generación muy independiente, a la que no se va a entretener con chatos de vinos y juegos de cartas. Probablemente sean los últimos que tengan pensiones grandes. Viajarán y serán grandes consumidores de cultura».

Vivirán solos porque los baby boomers, «que tantos hermanos tuvieron, han tenido pocos hijos». «Tradicionalmente solo había un camino y era obligatorio. Pero por primera vez las mujeres van a poder elegir cuándo ser madres. Y va a influir mucho la incorporación al trabajo, porque el éxito profesional empieza a ser importante. Las mujeres van a querer asegurarse un estatus laboral, una garantía de individualidad, y luego ser madres. Como les va a costar posicionarse en el mercado, lo serán más tarde y tendrán menos hijos», ilustra Ayuso.

¿No tiene que ver algo con ese carácter hedonista?

Sí, claro. Es una generación que empieza a trabajar de más mayor, no a los 14 o a los 16 como sus padres. Se emancipa y madura también más tarde. Se dan cuenta de que el verdadero rito de paso es tener un hijo, que eso es lo que realmente cambia la vida. Por eso cuando se casan dicen: Vamos a esperar, vamos a disfrutar un poco del matrimonio. Porque saben que un niño es una responsabilidad.

¿Qué tipo de padres son?

Son padres permisivos y que juegan con sus hijos, que son niños muy deseados. Por primera vez aparece la figura del padre desbordado. Como el modelo de padre autoritario está en desuso, hay gente que una vez despojada del guantazo no sabe cómo negociar las cosas con los más pequeños y en ocasiones se les van de las manos. Pero son los menos. El modelo mayoritario es el del padre dialogante y negociador.

Son los padres de los ninis ni estudian ni trabajan.

¡Pero si hay un 50% de paro juvenil! Lo raro sería que no hubiera ninis. Los ha habido siempre, eso está muy estereotipado.

Las parejas de 50 años han tenido pocos niños (uno o dos), pero los han cuidado juntos. «El hombre no ha entrado a las tareas domésticas poniéndose a cocinar, como lo hacen ahora los chicos de treinta y tantos que se han enganchado a MasterChef. Los padres han conciliado cuidando de los hijos». Niños más buscados de lo que fueron ellos. Pero insuficientes para garantizar el relevo generacional de un país que pasará del súper boom del año 64 al saldo negativo que tendremos en 2017.

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