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Rockberto junto con Susana Alba, Javier Ojeda, Antonio Rueda, Francisco Doblas y José Sierra en 2009. / S. Salas
Rockberto, un año en las nubes
Cultura

Rockberto, un año en las nubes

La profesión recuerda al carismático líder de Tabletom y reconoce su legado en el primer aniversario de su muerte

Regina Sotorrío

Lunes, 11 de junio 2012, 22:48

Es curioso. Cuando se pide a quienes trataron con él que piensen en un momento especial a su lado, hay demasiadas coincidencias. Da igual que el recuerdo sea de principios de los años 80 o de 2004, en Málaga o en Granada. En todos los casos, hablando de Rockberto hay una buena juerga de por medio y risas, muchas risas. «Esa tan exagerada que tenía», cuenta Tony Moreno, cantante de Eskorzo y nuevo vocalista de Tabletom. Esa con la que se reía «de todo pero respetándolo todo», añade Kiko Veneno. «Era un humor especial y malagueño», aporta Lamari. Su carcajada, unida a su físico nada convencional, su anárquica filosofía de vida, su voz rota, sus letras de la calle... siguen hoy tan presentes como hace doce meses. Tenía 60 años cuando el 12 de junio su cuerpo, castigado por demasiados excesos, se rindió después de varios días de pelea en la cama de un hospital. Lo cantaba Tabletom en su último disco, Sigamos en las nubes, y ahora sí, Rockberto lleva un año en ellas.

El carismático rostro del rock malagueño ya no está, se marchó de madrugada siempre fueron sus mejores horas, pero su nombre y sus canciones no se han bajado del escenario. La profesión, con primeras figuras comoLuz Casal o KikoVeneno, le ha rendido varios homenajes. Para la historia de la música quedará ya el concierto de octubre en la Sala París 15. Lamari de Chambao, que también participó en esa gran fiesta-tributo, le dedicó un tema en su regreso a las tablas. Y una exposición en la Casa Invisible reúne hasta mañana, día del aniversario, material inédito del arrollador líder de Tabletom.

Algo tenía ese tipo de corta estatura, desaliñada barba y pinta de hippie trasnochado que atrapaba a quien le conocía. ¿Pero el qué? «Daba lecciones. A mí, por ejemplo, de cómo ser diferente, de lealtad, de pensar no pasa nada porque no sea el número uno si soy el mejor en lo mío», detalla Luz Casal. Tenían pocas oportunidades de coincidir, pero cuando lo hacían siempre eran encuentros «intensos y profundos». «Era una persona importante en mi vida», resume.

Cariñoso y atento

«Tenía carisma. A pesar de su aspecto se notaba que era alguien», recuerda Paco Roji, especialista en música y amigo de Rockberto. Mucho del material que ahora se expone en la Invisible lo ha recopilado él rebuscando de aquí y de allá (y lo recopila en www.rockberto.com). Le define como un tipo «cariñoso y atento a todo». «Siempre me preguntaba por mi hijo, que se llamaba Roberto en parte por él», cuenta Roji.

«Le echo mucho de menos», confiesa Raimundo Amador nada más comunicarle que el tema de conversación es Rockberto. Cuenta que ya lo hacía antes de que falleciera, «porque cada vez cantaba menos». Y era un gran roquero, de acuerdo; pero «también un cantaor flamenco, lo hacía muy bien aunque a veces no se le entendiera ná», dice Raimundo Amador. A él le valía con «cuatro berríos». Juntos han vivido «bastantes juergas» desde que se conocieron hace décadas. «Los demás asentamos algo la cabeza, más o menos... pero él seguía toda la vida igual, no se cortó ná», relata. Se lo imagina de fiesta allí arriba, donde ya «están los mejores, Jimi Hendrix, Miles Davis, Janis Joplin, Rockberto...».

Era un personaje «absolutamente único». «Cuando falleció sentí que se iba una parte de mi ciudad que ya no volverá a existir», reflexiona Javier Ojeda. En lo profesional, con sus luces y sus sombras, también era inigualable. No siempre era fácil trabajar con él, y los hermanos Ramírez lo saben bien. Él iba por libre. Pero era un artista, incluso un poeta. «En sus mejores momentos, Rockberto aportó a la música un lirismo decadente muy desgarrador», explica Ojeda. Kiko Veneno echa de menos precisamente eso, «su poesía, que alimentaba mucho». El músico destaca el «punto salvaje sureño» de las canciones de Rockberto, ese «librepensador y poeta, dandy callejero». «Demostró que se puede ser popular sin basarse en las estructuras de siempre», indica El Sevilla, de Mojinos Escozíos, para quien Tabletom es «la mejor banda de rock progresivo».

Lamari le reconoce la «frescura, naturalidad y soltura en el escenario». «Es el mejor compadreo con el público que he visto hasta ahora», dice el alma de Chambao. Luz Casal admira su capacidad para mezclar géneros. «No es fácil tocar varios estilos y hacerlo bien», indica. Muchos señalan a JarrilloLata como el relevo de ese mestizaje que inició Tabletom y del que han «mamado» todos sus miembros. «Es un orgullo», admite Agustín Sánchez, de la banda malagueña, que ve en Rockberto «el arte andaluz, malaguita, doméstico y de la calle».

El especialista en música Paco Roji encuentra huellas de Tabletom en ellos, en Furula, en Alhandal, en Buena Sombra... «Rockberto ha dejado un sello reconocible e irrepetible: frescura, naturalidad, buen rollo, espontaneidad, sus letras... No solo a la música de Málaga también a la nacional», asegura Roji. Recuerda que antes de Tabletom, Roberto había estado en Francia y Holanda escuchando a artistas como Nina Simone, John Lee Hooker, Los Credence o Pink Floyd. «Era la época del rock sinfónico, rock psicodélico, el llamado sonido Cantembury, que a él y al grupo dejó marcados», cuenta.

Pepillo Ramírez, compañero de batallas musicales de Rockberto, aún se emociona cuando habla de él. «No te podías enfadar. Cuando íbamos a trabajar no sabíamos dónde estaba, teníamos que buscarle por todos lados... pero cuando le metíamos en la furgoneta te morías de risa con él. Le echo mucho de menos», apunta el saxfonista de Tabletom, que compartió treinta años de su vida con el roquero hippie.

Al igual que su hermano Perico. Añora los ratos que pasaban juntos, las risas que se echaban por esa manera «tan natural y tan anárquica de entender las cosas», añade el guitarrista. No le sorprendió la cascada de elogios y pésames que desató su muerte. «Era normal, sabía que era conocido y querido por todos». Mañana le recordarán como a él le hubiera gustado. Sin pomposas celebraciones. «Nos veremos, nos beberemos una copita a su salud y nos fumaremos un petardo». Va por Rockberto.

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