
Un negocio millonario con la ropa que nadie quiere
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Un negocio millonario con la ropa que nadie quiere
La ciudad de Panipat, al norte de Delhi, es la capital mundial del reciclaje de ropa. Las empresas indias compran, cada año, cien mil toneladas de ropa usada. En Panipat se ven edificios decrépitos, basura, personas que viven en las aceras, niños descalzos entre la inmundicia. «No hay que dejarse engañar por esta estampa. Aquí hay mucha gente rica», dice Nitin Jindal, de 47 años, propietario de la mayor empresa de reciclaje.
El primer paso será agrupar las prendas por colores y nada irá a la basura. Se necesitan tres toneladas de tela para producir una y media de hilo. No todas las prendas acaban en la India: las de mejor calidad —explica Greenpeace, que ha seguido el rastro de prendas tiradas a un contenedor— suelen acabar exportadas a países europeos, tanto Estados miembros, como de fuera de la UE. Asia y África son otros dos destinos posibles en los que muchas ropa puede encontrar una segunda. En todo caso, lo más probable es que aquellas prendas que no consigan ser exportadas ni recicladas acaben en vertederos.
A estas empresas de reciclaje indias llega la ropa usada a las que las ONG no han encontrado destino o que nadie compró cuando colgaron en las perchas de una tienda de segunda mano. No solo en Europa o Estados Unidos. Asia es también otro potente destino posible, donde la mayoría de los textiles usados se convierten en trapos o rellenos industriales, o se vuelven a exportar para su reciclaje en otros países asiáticos o para su reutilización en África. India, en cambio, ya es el penúltimo eslabón en la cadena de aprovechamiento de la ropa usada antes de ser catalogada para ser destruida.
Manos manchadas de tintes textiles. Los empleados más veteranos son capaces de reconocer con los ojos cerrados el porcentaje de lana de una fibra. Esta minoría de 'expertos' recibe unos tres euros al día. El resto de trabajadores –unos 650 en esta empresa– se conforman con dos euros al día.
En Europa, diversas compañías se dedican a comprar la ropa vieja. Pagan 50 céntimos por kilo. Las prendas aún usables las revenderán en los mercadillos de África o las reciclarán para los tejidos de los maleteros de los coches. La ropa que no vale ni para eso acabará aquí, donde la harán jirones, la blanquearán y la teñirán de nuevo.
Varias trabajadoras cortan la ropa usada, la cual llega a la India por mar. El Gobierno indio prohíbe que en la zona portuaria se 'despiste' ni una sola prenda. Temen que la ropa donada acabe en los mercadillos locales y destruya la industria textil nacional, como ya ha pasado en África.
Una máquina tritura los tejidos. El cachemir y lo que tenga más de un 80 por ciento de lana va a un montón distinto, que se envía sin procesar a Italia. Allí se recicla en hilo de lana y se usa para tejer chaquetas. El cachemir se paga muy bien: 23 euros por kilo. El resto se tratará en la India.
La ropa vieja de algodón se tiñe antes de continuar con su procesamiento. Se trata de un negocio globalizado: con el hilo que se produce en la India, las empresas kenianas o bolivianas fabrican nuevos tejidos. Los hilos reciclados se han convertido en uno de los productos estrella de la exportación india.