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HIGINIA GARAY
Los mil y un envases: la cara fea del auge de la comida a domicilio

Los mil y un envases: la cara fea del auge de la comida a domicilio

La pandemia ha desatado la fiebre por estos pedidos y obliga a buscar soluciones

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Viernes, 7 de mayo 2021, 00:03

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El covid nos ha quitado muchas cosas y, en la mayoría de los casos, ha transformado nuestro ocio en un triste sucedáneo de lo que era. Por ejemplo, en algunos periodos de la pandemia, el goce de ir a restaurantes a disfrutar de nuestros platos favoritos se ha vuelto imposible o muy complicado. Meses de duras restricciones, miedos, imposibilidad de encontrar mesa por los recortes de aforo..., así que en muchos hogares se han incrementado increíblemente los pedidos de comida a domicilio. ¿Por qué? Por miedo a estar en sitios públicos donde debemos quitarnos la mascarilla sí o sí. Por darnos un capricho en medio de tantas limitaciones. Por recordar a qué sabe algo que nos hacía felices antes (ay, ese 'antes' parece ahora un tiempo muy lejano).

Tal y como explican desde la Universitat Oberta de Catalunya, el fenómeno ha sido espectacular. Se remiten a informes recientes, como el de la consultoría de marca y análisis de datos Kantar, que revela que se ha producido un crecimiento del 60 % en la entrega a domicilio desde que se inició la pandemia, algo que ha ayudado a que sobreviva el negocio de la restauración y la hostelería (los que lo han logrado). Además, ahora el 'delivery' está empezando a ser visto no sólo como un salvavidas, sino como una oportunidad de negocio más allá de la era covid, ya que el 60% de los consumidores afirma que, pasada esta crisis, mantendrá el hábito de pedir comida a domicilio, sobre todo a través de plataformas como Glovo, Deliveroo o Just Eat. Ylos restaurantes están dispuestos a aprovechar el filón que se creó por necesidad: una reciente encuesta de Deliveroo concluye que el 81% de los restaurantes tiene previsto invertir en servicios de entrega a domicilio para convertirla en un pilar de su negocio este año.

Hasta aquí, todo buenas noticias, nuevos mecanismos para apuntalar negocios, más opciones para los clientes... ¡Pero existe una cara B! ¿Alguien se ha fijado en la cantidad de tarrinitas, tarros, sobrecitos de salsas, cajas de plástico y bolsas de plástico que vienen con la comida que nos traen a casa? Es brutal. La entrega a domicilio está generando una ingente cantidad de residuos y, desgraciadamente, muchos no son ecológicos ni fácilmente reciclables. Llegados a este punto, nos preguntaremos: ¿Es antiecológico pedir comida para casa? No tiene por qué.

«No se trata de consumir menos, sino de hacer mejor los envases, cambiando los materiales y optando por los que son más fáciles de reciclar», recalca Roberta Barbán, profesora del Grado de Diseño Digital de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). Tal y como explica, si se aborda desde un primer momento el problema de los envases de la comida a domicilio, el impacto medioambiental se reduce infinitamente. Porque confiar en el reciclaje posterior de materiales complicados es... una utopía. Según el ministerio de Transición Ecológica, casi la mitad de los desechos domésticos (una categoría que incluye los embalajes de nuestras comidas a domicilio) terminan en el vertedero o la incineradora porque no se pueden recuperar.Es decir, no se reciclan. Hay diversos motivos para ello. Por un lado, se trata de una cuestión de tamaño: hay elementos muy pequeños (chapas, cápsulas, tapas como las de yogur...) que se caen del separador de residuos, el tambor donde se mezcla todo lo que se pretende reciclar. Por otro, el procedimiento requiere restos en los que no se mezclen distintos materiales. «Por ejemplo los tetra-briks están hechos de varias capas diferentes, entre ellas aluminio y cartón, y esto es un escollo», indica Barbán. Porque, para reciclarlos, hay que separar y volver a juntar materias del mismo género. ¿Y los plásticos? Pues muchas veces el color es un escollo. Los botellines de agua han de ser azules o transparentes para recuperarse bien. Los rojos o rosas de algunas marcas suponen un problema. Por eso Barbán indica que una reflexión previa sobre el diseño de los envases de 'delivery' los haría más reciclables. El papel y el cartón, desde luego, son una buena opción. «Para diseñar envases de hostelería y restauración tenemos que fijarnos en algunos requisitos: que la comida llegue caliente a su destino, que no haya transferencia de olores, sabores o sustancias a los alimentos, que sean envases fácilmente transportables y apilables, que cierren bien para que no se caiga el contenido...», enumera la experta. Y todo eso se debe pensar cuando se diseñan, claro. ¿Por qué en ese momento no se introduce la variable del material? Desde luego, es más fácil que solucionar el problema a posteriori.

Según Barbán, cada vez hay más negocios y clientes que lo demandan, y ahí empiezan las grandes revoluciones. «En Suiza, por ejemplo, existe una enorme concienciación y por eso están más avanzados en este asunto», apunta. Luego es posible. Eso sí, todos debemos tener en cuenta que el hecho de que nos lleven a casa la comida en 'packs' más ecológicos resulta algo más caro. Un envase de 15 céntimos de plástico puede pasar a costar tres o hasta cuatro céntimos más si se fabrica con materiales biodegradables, compostables o reciclables. ¿Cuáles son las alternativas al plástico? Los envases fabricados con residuo vegetal proveniente de la caña de azúcar, por ejemplo, que conservan bien el calor y son totalmente biodegradables y compostables. Luego están los más clásicos, los de papel y cartón, materiales sostenibles que conservan bien los alimentos y su temperatura. También se usa la celulosa, que suele recubrirse con polímero de maíz (parece plástico), de modo que sirve para transportar alimentos líquidos. Pero hay muchas más opciones...

Demanda disparada

Jordi Jofré, director comercial y socio fundador de Ecoologic.com, una firma que fabrica estos productos ecológicos y compostables para hostelería y restauración, dice que «son un poquito más caros, pero ese no es el escollo para que se generalice su uso». Según explica, «la demanda ahora mismo es diez veces superior a la oferta de materia prima compostable, que no sólo se usa en hostelería, sino también en otros sectores como el del tabaco, la automoción o la óptica, donde reinaba el plástico desde siempre». Ahora, todos estos campos están obligados a buscar alternativas 'eco'. Esto redunda en un aumento del precio de las materias primas ecológicas que lo sustituyen. «Es la ley de la oferta y la demanda –apunta Jofré–. Pero los consumidores cada vez piden más que los envases de 'take away' y 'delivery' sean sostenibles y empujan a los dueños de los negocios, con quienes tratamos nosotros, a usar materiales ecológicos o compostables».

Además, también hay empresarios que no optan por esta alternativa llevados por la presión social, sino porque ellos mismos están concienciados y ven este gasto extra como un distintivo de calidad para el negocio. Entonces, ¿estaríamos todos dispuestos a pagar un euro más por recibir en casa la comida en envases que no sean dañinos para el medioambiente? «¡Es que no vamos a pagar un euro más!», puntualiza Jofré, «¡es una cuestión de céntimos!». Un pequeño desembolso para el cliente y un gran paso para el planeta.

'Dark kitchens', los restaurantes sin local

La restauración ha buscado un nuevo formato para llegar al cliente con menos intermediarios: las 'dark kitchens' o cocinas fantasma. «Permiten a muchas empresas llegar a un mayor número de consumidores y también ofrecen la posibilidad de crear marcas virtuales que solo trabajan para las empresas de reparto a domicilio», afirma Josep Maria Català, profesor colaborador de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC. Este fenómeno, originario de Estados Unidos, ha llegado con fuerza a Europa en los últimos años, y España se sitúa como uno de los países donde ha tenido más impacto.

Las cocinas fantasma son locales cerrados al público (de ahí el apodo de 'dark', oscuro) donde trabajan cocineros de restaurantes que realizan pedidos exclusivamente para las empresas de reparto a domicilio conocidas por todos. «Y el porcentaje que se queda la empresa de reparto es más suculento que si se hace el pedido directamente en el restaurante», explica Català.

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