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Las plazas de La Luz parecen un respiradero entre los grandes edificios. :: ÁLVARO CABRERA
La Luz, reivindicando su nombre
MÁLAGA A PEDAZOS

La Luz, reivindicando su nombre

PABLO ARANDA

Martes, 29 de octubre 2013, 11:03

La Luz es un barrio nuevo de nombre espléndido, sus habitantes se merecen ese nombre, aunque los del barrio de enfrente hayan conseguido modificar, con razón, el nombre de la estación de metro situada entre ambos, la cual de llamarse La Luz ha pasado a llamarse La Paz-La Luz. El nombre del barrio es espléndido pero sus habitantes se merecen algo más que el nombre, algo más que el laberinto de bloques de ladrillo visto entre los cuales a veces se abren plazas de forma caprichosa que enseguida invaden los coches. Un barrio obrero y cada obrero tiene un coche, y cada coche ha de ser aparcado y al final los niños acaban jugando en la plaza donde junto a los coches aparcados muchos otros dan vueltas esperando un improbable aparcamiento. Y es que La Luz podría ser una ciudad. Según algunas fuentes, los inmensos bloques de la Luz albergan a 25.000 personas. Una densidad de población sólo igualada en España por el barrio de El Pilar en Madrid y por El Raval en Barcelona. La densidad de esos tres barrios apenas igualada por ningún otro barrio en la Unión Europea. Eso exige equipamientos, aparcamientos, infraestructuras de ciudad pequeña para un barrio grande. Aún queda un largo camino para eso, para que La Luz vea la luz.

Cuando el movimiento 15M pareció dar respuesta a la situación crítica que se nos venía encima, agrupando ciudadanos en diferentes plazas de España, algunos temieron que comenzase una suerte de revolución, ciudadanos levantándose para exigir lo que consideraban justo, y los expertos pensaron que en Málaga ese levantamiento tendría su origen en La Luz, un barrio con conciencia de barrio, sabedor de sus carencias y tratando de que estas sean menos.

La Luz no está cerca de la playa, aunque cualquier forastero nos recordará que en Málaga nada queda lejos mar. 'Basta' con cruzar la avenida de Velázquez -la gran arteria que limita La Luz al sur-, la barriada de La Paz, el parque del Oeste, la calle Pacífico y se llega al mejor paseo marítimo de Málaga y al mar. Para alguien de Málaga, un camino perfectamente asumible pero también largo. La Luz no está cerca de la playa. Y sin embargo en la barra de la Marisquería La Luz, en la avenida Isaac Peral, todo el sabor del mar se vuelve hacia nosotros. Gambas, coquinas, almejas, búsanos, morrillo de atún fresco, sopa de mariscos. Si jugamos con los versos del poeta León Felipe, podemos decir que toda la luz de La Luz, la verá mejor el hombre desde la barra de la Marisquería La Luz.

Aunque hay otros sitios favorables donde picar, como La cañita dorada, y su vecino bar de tapas, o La Mariposa y sus vinos, o la taberna El Taller del Parrillero o el bar Padilla (donde observo a un hombre mayor leerle a su mujer versículos del Nuevo Testamento en un libro electrónico) o los bares de la plaza de La Luz. En la Plaza de La Luz hay diez bares y una biblioteca. Diez bares con tapas y hamburguesas y una biblioteca pública, la Francisco de Quevedo, con poco más de veinte plazas, una por cada mil habitantes: mucho no es.

Los bares son diferentes unos de otros y elijo el Torres, porque me recuerda a los de mi pueblo (pero qué mentiroso puedo llegar a ser, si soy de ciudad, de esta, pero he estado en mil pueblos). La foto del Cautivo del calendario de una compañía de alquiler, Caramba Car, adorna una de las paredes. En la barra dos hombres mayores toman whisky con pepsi cola y comen altramuces, comparan la antigüedad de sus furgonetas entre el ensordecedor tabletazo de las piezas de dominó en las mesas de atrás, desde donde llegan las voces de los que discuten jugadas, ¡a quién se le ocurre sacar un cinco blanca!, y un hombre se queja de que el día anterior se le echó la jornada encima y no pudo echarse la siesta y se contentó con dormir un rato en el sofá. Está bien eso: la siesta es en la cama y con pijama, imagino, como en mi pueblo (ah, que no soy de pueblo). De tapas hay anchoas, salchichón, queso, ensalada malagueña y los altramuces para el whisky con pepsi cola, y en la estantería de la pared descansan las botellas de Anís El Tajo y de Brandy Centenario. Aquí no regatea Neymar, ni hace Isco un control imposible, aquí las únicas jugadas son las que buscan dejar a tu compañero el terreno libre para su ficha, cerrarle el camino al adversario, a golpe de suerte, de inteligencia y de manotazos en la mesa. No hay una sola mujer en el bar.

Las plazas

En La Luz hay pocas plazas y da la sensación de que sólo constituyen un respiradero para los enormes edificios. La presión de los vecinos ha logrado que acaben de conseguirle una a un vecino ilustre que tuvo una tienda en el barrio: Ángel Valderrama, que fue cantaor como su hermano Juanito, pero la plaza que más parece una plaza es la Limeño, con forma de campo de fútbol y perfectamente rodeada, prácticamente cerrada, por los edificios que casi la esconden, una plaza agradable con un puñado de árboles, altas palmeras. Hay planes para un aparcamiento polémico en el barrio y no termina de haber acuerdo, aunque la creación de un parking subterráneo aliviaría el problema de los coches y permitiría actuaciones en la superficie para los humanos. Luz. El lugar lógico sería la plaza La Luz, desaprovechada, tomada por los coches. La plaza La Luz necesita, como todo el barrio, reivindicar su nombre.

Cruzando la avenida Isaac Peral, al norte, donde se encuentran el centro de salud y la parroquia, sobria, bonita, también nueva, está el campo de fútbol y junto a él un parque que se puede llamar parque, que se sale un poco del barrio pero que ahí está, la parte verde de La Luz oscura, bancos y zonas de juegos. Donde los niños pueden correr y se puede charlar tranquilo. Sentada en uno de los bancos, una mujer ucraniana de ojos violetas le cuenta a un hombre español su historia. En Ucrania, dice, no hay palmeras, y la gente cede su asiento en los autobuses a las mujeres embarazadas.

El dolor

Esa calle, la avenida Isaac Peral, con ese nombre que nos recuerda al ingeniero español que inventó el submarino torpedero y que no consiguió que las autoridades sacasen a flote su proyecto, fue hace un mes el centro del barrio y de Málaga entera. En esa avenida vivían una joven de veintiséis años y su hijo. Una vida normal, una joven del barrio. Separada de un hombre violento que consumía drogas, cada mañana llevaba a su hijo al colegio y se iba a cuidar de un familiar. Hace un mes no apareció y su padre fue a buscarla. No respondía al timbre y el padre calzó una escalera para entrar por la ventana. El hombre nunca quisiera haberse encontrado lo que vio: los cuerpos muertos de su hija y de su nieto, muertos para siempre. La avenida Isaac Peral se llenó de policías y de periodistas, de vecinos que una vez más salieron a la calle, impotentes, para mostrar su dolor sin consuelo.

La Luz

El barrio de La Luz, la barriada (como suelen llamarla sus vecinos) llegó a las portadas de los periódicos por el peor motivo posible, cobró existencia para muchos a través de la violencia más difícil de comprender. A partir del dolor tremendo de una familia se formaron las calles, nació la avenida Isaac Peral y la plaza de atrás de esos bloques, la plaza Limeño, la de Larita unos metros más al norte, lindando ya con la avenida de Europa donde más hacia el centro está la biblioteca pública provincial, para compensar la de La Luz, la más pequeña, si el Quevedo que le da nombra la viese, la avenida de Europa con el pabellón El Torcal, con ese tejado que recuerda el mar que queda al otro lado del barrio que nace del dolor de una familia y que nos llegó a todos ese dolor, el mar que es la luz pero aún no está cerca de La Luz el mar, la luz, el barrio que para muchos nació hace un mes en un piso de la avenida Isaac Peral desde donde se tuerce a la derecha por la avenida de La Luz y se llega a la avenida de Velázquez y desde allí la orilla queda a un kilómetro, un paseo perfectamente asumible, y es que La Luz no queda lejos del mar, aunque lo esté, y lo está porque lo parece, y los vecinos unidos por el dolor desde hace un mes no se merecen que parezca La Luz un barrio oscuro, lejos del mar, comunicado con el resto de la ciudad por el metro que dibuja otra red de caminos bajo la red de caminos que tenemos en la superficie, un barrio que tiene a sus puertas una entrada a ese metro, una entrada con nombre compartido, una puerta para que todo esté más cerca y lo parezca, como el mar, al otro lado de La Paz, del Parque del Oeste, del dolor por un niño de cinco años y su madre, el dolor de un barrio que se merece algo mejor, el aprovechamiento de las instalaciones vacías, viejas fábricas y viejas tiendas, naves con el perfil de sierra de sus tejados para dar luz.

La Luz necesita luz, que un niño, cuando baje a la calle, no encuentre la estampida de una manada de coches dando vueltas en busca del aparcamiento improbable, sino una plaza pensada para él, él necesitado de que sus retinas se inunden de luz y no de humo, de claridad, necesitado de un entorno favorable y de plazas amigas, de un barrio donde comerse unas buenas gambas frescas sentados en una terraza no sorprenda a nadie, un barrio limpio y seguro que cuando sea cruzado por un forastero, este sepa en seguida el porqué de un nombre que el barrio se merece. La Luz.

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