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CITA EN EL SUR

Salgo con un pitecántropo

Estamos fabricando hombrecitos que no pueden ser dejados, los pobres. Tíos que no valen un duro. Intolerantes a la frustración

PABLO ARANDA

Sábado, 26 de octubre 2013, 04:03

María Teresa Soriano, fiscal de la Fiscalía de Menores de Málaga, alertaba la semana pasada en Marbella de que cada vez es más frecuente entre nuestros jóvenes la práctica del sexting. El sexting no consiste en echarse la siesta en pareja, o saltar de un sexto cogidos de la mano, sino en la difusión de contenidos sexuales sin el consentimiento de la persona que aparece en las imágenes, persona que sí pudo consentir la grabación, que pudo incluso enviarlas, pero que no consiente el envío a terceros. Como lo de la olvidada Hormigos, pero con veinticinco años menos. ¿Qué les pasa a nuestros adolescentes en las cabecitas y un poco más abajo? Los móviles los carga el diablo, y esas jóvenes cabecitas parecen descargadas. Resulta que nuestros adolescentes se enamoran locamente, como nos ha pasado a todos, sólo que parecen tender a parámetros medievales y enamorarse más que de la persona más competente, simpática, compatible, sana, buena, madura, con el mandril que tiene el culo más rojo. Somos pitecántropos con un móvil en el bolsillo, perdón: en la mano. Mi novio me manda cien mensajes al día, y en vez de pensar pero qué novio más tonto tengo, pienso cuánto me quiere, pues muestra celos y agresividad y amenaza con matarse y, pero eso no lo consientas nunca: con matarme a mí. O una muerte lenta, una muerte temporal, una agonía: te haré la vida imposible (palabras que a fuerza de escucharlas pierden su sentido, pero analicémoslas: te haré la vida imposible).

El periódico nos informaba ayer de que la policía ha detenido en Málaga a un joven mandril de 19 años por acosar a su exnovia con hasta 50 mensajes diarios por WhatsApp, esa aplicación que nos vuelve a casi todos locos, o tontos. Resulta que el presunto tenía una novia menor de edad desde que ella era bastante menor de edad, pues llevaban dos años y todavía lo era. Él era un tipo estupendo, imagino, pues había sido aguantado durante dos años, pero resulta que dejó de ser estupendo, al menos para ella, o siendo estupendo ella decidió seguir sola, da igual, para romper una relación no hay que dar ninguna explicación (aunque se agradecen, siempre que se expongan de manera civilizada y no se adjunten excesivos detalles escabrosos del tipo es que llevo doce años acostándome con tu mejor amigo). El caso es que ella le dice mira, quiero que lo dejemos, y él dice hasta aquí hemos llegado (que curiosamente viene a significar: de eso nada, nena, y si insistes te vas a enterar). Si resulta que estabas tan enamorada para creer que era seguro enviarle fotos sexuales y que eso además era muestra de tu romántico amor digno de programa de Félix Rodríguez de la Fuente (amigo Félix), entonces nuestro modélico enamorado despechado las reenviará por doquier (palabra que no sabrá lo que significa, o igual hasta sí). La agonía dura dos meses, de momento, aunque ella ha sido al fin valiente y lo ha denunciado y la policía de Málaga lo ha detenido inmediatamente, tras comprobar que las acusaciones eran completamente fundadas.

Estamos fabricando hombrecitos que no pueden ser dejados, los pobres. Tíos que no valen un duro. Intolerantes a la frustración. Hombrecitos que van de hombretones y mujercitas que extrañamente los adoran. Subo al autobús de línea y miro a las adolescentes moviendo frenéticamente los pulgares en sus móviles. Da miedo pensar los mensajes que puedan estar recibiendo. Por parte de quien en teoría más las quieren. Esos novios prehistóricos.

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