
MARINA MARTÍNEZ
Viernes, 10 de mayo 2013, 12:21
Ha vuelto a hacerlo. Casi sin querer, Albert Espinosa (Barcelona, 1973) se ha encaramado de nuevo a lo más alto de las listas de ventas gracias a su 'mundo amarillo'. Ese con el que ha vendido un millón y medio de ejemplares con historias como las de 'Planta cuarta', 'Pulseras rojas', 'El mundo amarillo' o 'Si tú me dices ven lo dejo todo, pero dime ven'. Directo a las emociones, el escritor, actor, director y guionista regresa a las librerías con otro título que no deja indiferente a nadie: 'Brújulas que buscan sonrisas perdidas' (Grijalbo), una novela sobre segundas oportunidades que ha ido tejiendo durante la promoción de sus anteriores libros en más de veinte países. Hoy la presenta en la librería Luces (19.00 horas) con buenas vibraciones: «Málaga me dio mucha suerte porque fue el primer festival en el que presentamos 'Planta cuarta' y donde nos dieron el primer premio».
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-¿Hay muchas sonrisas perdidas?
-Yo creo que sí. Siempre me han gustado los instrumentos para medir el peso, el viento... Por eso pensé en brújulas que buscaran las sonrisas perdidas, los 'te quiero' que no se han dicho, los besos que no se han dado...
-Lo deja claro al comienzo de la novela: «Para vivir, hace falta vivir». ¿Declaración de intenciones o consejo de amigo?
-(Risas) Creo que es algo que no deberíamos olvidar. Me parece importante aceptar lo que nos pasa y tener en cuenta que no es triste morir, lo que es triste es no vivir intensamente. Yo lo aprendí en el hospital. Estuve enfermo diez años de cáncer y perdí una pierna, un pulmón y parte del hígado, pero hay entendí que en los momentos difíciles también te pueden pasar cosas que te producen felicidad. Yo, por ejemplo, pienso que no perdí una pierna sino que gané un muñón, y me cortaron el hígado con forma de estrella, con lo cual es como si llevara un sheriff dentro (risas). Creo que siempre hay una ganancia en la pérdida y cuando pasa una cosa mala, también pasan tres buenas. Hay que vivir cualquier instante en la vida.
-Pero no siempre es fácil ni todo el mundo consigue tener esa actitud...
-Sí, pero el dolor es la emoción suprema de la que se puede sacar más. Cuando a la gente le pasa algo malo se pregunta por qué y yo creo que no hay que hacerlo, sino intentar que forme parte de tu vida, y entenderlo como algo que te va a aportar beneficios en el futuro. Yo intento hacerlo ver a través del protagonista de 'Brújulas que buscan sonrisas perdidas': tiene mucho para ser feliz, para empezar, las cinco mujeres que marcaron su vida. Vuelve a su infancia, en realidad yo creo que todos somos traumas de la infancia, que es lo que más nos define, y se puede volver a ellos y cambiarlos para empezar un camino nuevo.
-Muchos lectores consideran que sus libros son terapéuticos. ¿Cree que reinciden por eso?
-Bueno, la verdad es que no me planteo por qué se venden tanto. Intentar entender por qué funciona una cosa u otra no tiene sentido. Creo que lo importante es vivir el momento y disfrutarlo. Al día recibo unos 3.000 emails, pero yo siempre digo que no escribo libros de autoayuda, sino de aventuras, de amor, de ternura. A mis personajes les da por pensar, hacer reflexiones... pero que la gente te escriba y te cuente que son parte de su vida es un regalo. Yo solo intento escribir libros que me lleguen, y a mí me llegan la emoción, las caricias, los abrazos, los susurros... No me importa tanto en qué trabajan los personajes, ni cómo se llaman, sino qué sienten.
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-Y también le importan los títulos, nunca deja indiferente.
-Porque intento que pase algo con ellos, crear una historia entre quien vende el libro y quien lo compra. Pedir al taquillero una entrada para 'No me pidas que te bese que te besaré' invita a que pasen cosas (risas).
-El 'universo Espinosa'... ¿Un nuevo género?
-A lo mejor acabo escribiendo en otros tipos de género porque me gusta escribir cualquier cosa, pero estas son historias a las que yo llamo 'mi mundo amarillo', y por ahora me siento muy cómodo haciendo series, película y libros de esta clase. Quizás no tienen género claro, pero es el mismo que hacía Antonio Mercero, mi compañero de viaje en 'Planta cuarta'. Él decía que estaban los diez terroristas más buscados y los diez 'ternuristas' más buscados.
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-El género amarillo...
-Sí (risas). En realidad, mi mundo amarillo nació donde yo viví, mi pueblo, el hospital. En él pasé mi infancia y adolescencia. En los hospitales no existe el dinero, la moneda de cambio son las caricias, los abrazos, las visitas, las emociones.
-Sin embargo, ya está sufriendo también los recortes.
-Sí, cuando debería ser el último sitio. Yo estoy vivo gracias a la sanidad pública. Deberían repensárselo.
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