Quién lo iba a decir
Un farmacéutico, un arquitecto, un notario y la propietaria de una clínica dental relatan cómo ha cambiado su trabajo en los últimos años La crisis llega también a las profesiones más prestigiosas, que hasta el momento no habían atravesado dificultades económicas ni conocían el paro
AMANDA SALAZAR asalazar@diariosur.es
Domingo, 25 de noviembre 2012, 03:04
Siempre se han considerado profesiones de prestigio. A nadie se le escapa que llegar a ser notario, arquitecto, médico o farmacéutico requiere un gran ... esfuerzo personal. Muchos años de estudios invertidos para optar a un puesto que la mayoría de las veces es vocacional. Todo ese sacrificio se veía recompensado con creces con la seguridad de que les esperaba un trabajo nada más terminar la carrera o las oposiciones en unos sectores que casi no conocían la palabra paro. Y además en unos empleos con un alto estatus social y con salarios habitualmente por encima de la media.
Al menos hasta ahora. La crisis está afectando a todos los niveles. Y también a profesionales que nunca imaginaron que pasarían dificultades. Algunos, como los médicos, están sufriendo los recortes en forma de bajadas salariales o de horas de trabajo en la sanidad pública. Otros, como los farmacéuticos, pasan a engrosar por primera vez las filas del paro, algo impensable hace solo unos años, mientras que los que cuentan con una oficina de farmacia propia se encuentran con una caída de ingresos debido a las medidas de ahorro impuestas por el Gobierno y con el doble de trabajo por los nuevos trámites burocráticos que conlleva el copago.
Notarios, registradores de la propiedad o arquitectos sufren directamente las consecuencias de años de sequía en el ladrillo. Así lo explica Antonio Vargas, presidente del Colegio de Arquitectos de Málaga, que remite a las cifras de viviendas visadas para explicar la situación. «El pasado año se visaron mil viviendas y tenemos 1.200 colegiados; teniendo en cuenta que un solo profesional puede hacer varias viviendas, no cabemos ni a un piso nuevo por cada arquitecto», dice. Las cifras del colegio indican que el 40 % de los colegiados no visaron ni una sola casa en 2011.
Un notario, un arquitecto, un farmacéutico y la propietaria de una clínica dental relatan a SUR cómo ha cambiado el día a día en sus puestos de trabajo. Todos coinciden en que las circunstancias les han obligado a apretarse el cinturón. Pero lejos de perder la esperanza explican que la crisis también les ha servido para buscar otros nichos de negocio y que, ahora más que nunca, apuestan por adaptarse a los nuevos tiempos para sobrevivir.
Su marido es médico estomatólogo y su hija, odontóloga. Cristina Millán lleva 24 años trabajando en la clínica dental familiar, situada en la zona de Los Guindos de la capital. La crisis ha reducido el número de pacientes que acuden a las revisiones bucodentales. Y los que llegan, miran con lupa el coste del tratamiento y se hacen los imprescindibles. Y eso se nota en la facturación a final de mes. Antes, recuerda Millán, tenían que dar cita a dos semanas vista. Ahora, siempre hay un hueco libre en la agenda con pocos días de diferencia.
Pese a todo, Millán asegura que en su caso han decidido hacer lo contrario de lo que se esperaba. Cuando todo el mundo apostaba por ahorrar, ellos invirtieron en mejorar la maquinaria para competir con la mejor oferta posible. En lugar de reducir la plantilla, la han incrementado, contratando a tres personas más para abrir a mediodía y ofrecer al cliente todas las facilidades en horario y en pagos. «Les permitimos financiar a partir de 17 euros al mes para que no dejen de realizarse un tratamiento», dice, y recuerda que una pequeña caries que no se trate a tiempo puede empeorar y poner en peligro la pieza y el resto de la boca.
Toda esta inversión ha sido posible con mucho esfuerzo. «Afrontamos el futuro con ilusión y queremos ayudar a nuestros clientes para que sigan con nosotros tras la crisis; pero eso significa tener que ajustar gastos en casa y, por ejemplo, prescindir de vacaciones», añade.
Javier Nieto Castells cambió hace unos meses el horario de su oficina de farmacia, situada junto al centro comercial Rosaleda en la capital, para poder abrir doce horas al día. Ahora acaba de solicitar la autorización para abrir además los domingos y festivos. Cualquiera podría pensar que se debe a que el negocio va viento en popa. Pero la razón de la ampliación es justo la contraria. Las cosas van mal en las farmacias malagueñas desde que los planes de ahorro de las administraciones les obligaron a dispensar el medicamento más barato, lo que reduce sus ganancias. Y la única alternativa para los profesionales como Nieto Castells es trabajar más, con menos gente y con menor margen de beneficio.
Un panorama que los farmacéuticos nunca imaginaron que vivirían. «La farmacia ha sido durante años una de las profesiones más estables y con más salidas; pero ahora la cosa es muy distinta», dice este profesional, que espera que su hijo elija otra dedicación, rompiendo así una tradición familiar de 45 años.
En la farmacia de Nieto Castells han llegado a trabajar dos titulares, una farmacéutica adjunta y tres auxiliares, es decir, seis personas. Ahora, quedan cuatro y a los empleados se les ha reducido la jornada para ajustar los gastos a los ingresos. Aunque eso signifique que en el establecimiento se formen largas colas de clientes que esperan a ser atendidos.
Una situación que se ha complicado debido al copago de los fármacos. «Ahora no solo ganamos menos, sino que tenemos más trabajo administrativo, calculando lo que tienen que pagar los clientes, comprobando que el medicamento está en la lista autorizada por el Gobierno... tardamos el doble que antes», se lamenta. Y esto les ha obligado en muchos casos a prescindir del consejo farmacéutico y del seguimiento del tratamiento. En lo personal, asegura «si teníamos algún privilegio antes de la crisis, ya se nos ha acabado».
Salvador Cortés empezó a trabajar como arquitecto en otra crisis, la de principios de los años 90. Pero entonces la situación le sirvió para poder hacerse un hueco en el mercado. Durante quince años, no le ha faltado trabajo. En el año 1992 montó su propio estudio con un socio, y ha llegado a contar con diez personas contratadas entre arquitectos y delineantes, además de los aparejadores e ingenieros independientes con los que colaboraban de forma casi continua. Ahora, solo quedan cuatro personas; y ha tenido que hacer muchos esfuerzos para poder mantenerlas debido a la caída de los ingresos.
Cortés recuerda que empezaron a tener problemas en el año 2007, cuando la crisis era aún algo lejano. «Algunos proyectos se paralizaban porque los bancos no daban créditos a los promotores privados; nos volcamos en la obra pública pero los pagos también empezaron a fallar», explica. De verse obligados a posponer contratos porque no daban abasto, ha pasado a tener que ingeniar nuevas formas de buscar ingresos. «Ahora sobrevivimos con lo que antes rechazábamos porque no dejaba beneficios suficientes», señala. Así, su estudio se vuelca ahora en valoraciones, cálculos de estructura e instalaciones, rehabilitaciones o con las Inspecciones Técnicas de Edificios (ITE).
La necesidad también les ha obligado a buscar mercado en el extranjero. «A pesar de las estrecheces, también hay nuevas oportunidades que se abren con la crisis y hemos dado el salto a Marruecos diseñando una fábrica textil en Tánger con promotores autóctonos», asegura. Y ha diversificado su trabajo creando una empresa paralela orientada a la tecnología. Si algo tiene claro es que el trabajo hace mucho que dejó de llegar a su puerta. «Hay que salir a buscarlo», añade.
Salvador Cortés reconoce que en su profesión se llegó a ganar mucho dinero durante el boom económico. «Aunque lo que cobraba el arquitecto por un proyecto no era solo para él; siempre hemos tenido detrás equipos, trabajadores que dependían de nosotros», dice. Muchos compañeros, han tenido que cerrar sus estudios. Otros, trabajan desde casa con lo poco que llega.
Ahora, si los gastos se recortan, quien más lo sufre es también el propio arquitecto. «Nos tenemos que apretar el cinturón como cualquier familia actualmente y hemos dejado de disfrutar de muchas cosas que antes podíamos permitirnos», asegura.
Una visita a las oficinas de Joaquín Mateo Estévez en la capital nos sirve para ilustrar cómo han cambiado las cosas en las notarías malagueñas. La sala de espera, que hace solo siete años habría estado llena de personas esperando su turno para firmar, están ahora casi vacías. «La actividad ha caído un 60 % y no solo ha bajado el volumen de trabajo, sino la calidad del mismo; firmamos un 80 % menos de hipotecas y los valores declarados de las viviendas son menores, así que ganamos también menos», explica.
Pese a todo, la notaría de Joaquín Mateo Estévez mantiene la misma plantilla de siempre, formada por nueve trabajadores. «Hemos tenido que hacer muchos sacrificios y remodelaciones porque los ingresos han disminuido, pero mi mayor preocupación ahora mismo es poder seguir con mis empleados», indica. Aunque en otras notarías, se han realizado reducciones de salario, bajadas de horarios y despidos.
Uno de los hijos de Estévez es notario y otros dos están opositando para seguir la tradición familiar. «Son tiempos duros, pero sigue siendo una profesión de prestigio, te garantiza una calidad de vida y te permite tomar tus propias decisiones», defiende. Aunque también cuenta con no pocas responsabilidades. «La notaría la mantiene el notario, y si hay algún error, es el titular el que tiene que responder», dice.
Mateo Estévez explica que en este sector, a diferencia de otros, no hay margen para buscar alternativas. «El Estado regula los aranceles y tenemos una horquilla estrecha para actuar o, por ejemplo, introducir descuentos», afirma. Aunque recuerda que los precios de las notarías se mantienen igual desde el año 1980.
Si los salarios de los trabajadores de la notaría se han visto afectados, el del titular lo ha hecho aún más, defiende, al tiempo que reconoce que ha tenido que hacer ajustes en casa. El notario, opina, no es insensible a la realidad que le rodea. «Ni en mis peores previsiones pensé que llegaríamos a esto; la crisis ha superado el peor panorama que podía imaginarme», indica, mientras explica que se siente privilegiado por contar con un trabajo, vista la dura situación de muchas personas.
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