EL MIRADOR

El corazón contento

Sin necesidad de hacerle un lifting a los calendarios o rellenar con botox los desgarrones de la vida

TEODORO LEÓN GROSS En twitter: @teoleongross

Martes, 25 de septiembre 2012, 03:50

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Pepa Flores no fue al homenaje a Marisol en el Teatro Cervantes. Tal vez parezca una descortesía, pero a veces lo cortés sí quita ... lo valiente; y no ir era un gesto coherente de coraje de una mujer que hace décadas se apartó de los focos refugiándose en su derecho sagrado a la intimidad. Ahí es nada desafiar a una sociedad que trafica a destajo con la intimidad, donde los cuatreros de las vidas privadas campan imponiendo chantajes sin escrúpulos. Pepa Flores mató a su personaje público hace casi treinta años. Ha dicho no a películas irresistibles; no a discos a medida; no a exclusivas amables de la prensa rosa; no a cualquier tentación de blanquear el pasado. Con las palabras justas, asomada al balcón de los sesenta y cinco, agradeció por carta el homenaje y se mantuvo en la penumbra de su día a día; con la convicción de que su sitio no está en las candilejas de las primeras páginas. Sin excepciones.

Probablemente Pepa Flores es una mujer interesante; pero desde luego se ha convertido en un icono cada vez más interesante desde el magnicidio de Marisol perpetrado por ella misma. Con el tiempo ha llegado a adquirir ese aura enigmática de las huidas en vida, deshaciendo a conciencia el mito en la penumbra. Pero lo suyo no es 'el síndrome de Greta Grabo', refugiada por miedo a que la leyenda de su belleza se descompusiera en las fotografías arrugadas por la edad. Marisol sale a la calle y se ha dejado retratar espontáneamente con una buena sonrisa, con su belleza distinguida, sin necesidad de hacerle un lifting a los calendarios o rellenar con botox los desgarrones de la existencia. En definitiva no dejó de vivir sino de vivir en el escaparate subastando la mercancía de su vida al mejor postor.

Cuando un foco ilumina a Pepa Flores, inevitablemente la sombra alargada de Marisol se extiende bajo sus pies, con el estribillo del corazón contento, la vida es una tómbola, las melodías del juguete roto del franquismo a la que vendaban el pecho en la pubertad para conservarle una imagen cría y cuando le sobrevino la menstruación en un acto de beneficencia la mantuvieron allí tapada bajo un visón. De esa infancia secuestrada para servir de cromo escapó volviéndola del revés, la boda en Cuba con Fidel como padrino, el papel estelar en el retablo del Partido Comunista, hasta verse atrapada en otra red de imposturas que le golpea al irse Gades con la millonaria suiza Daniela Frey y ver su intimidad a traición en las revistas por treinta kilos. Supo dejar todo atrás, apartándose sin simulaciones, quizá con «la melancolía de los verdaderos andaluces» que dice Caballero Bonald. Y no parece envenenada. Tal vez al fin, plácidamente conforme con ella misma, llegara tener 'el corazón contento'.

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