
Secciones
Servicios
Destacamos
PEDRO LUIS GÓMEZ
Sábado, 18 de agosto 2012, 03:43
El destino suele ser caprichoso. Ayer, viernes, iba a ir a los toros con su hija Adela, que tiene todavía en el bolso las entradas de La Malagueta, y en la noche de los jueves era normal encontrarlo con su gente en la caseta que fundara junto a un grupo de amigos en 1976, La Espiga, en el real. Pero ni una cosa ni otra. Cayetano Utrera Ravassa, alcalde que fue de la ciudad a la que quiso con pasión, un hombre que lo fue todo, pero sobre todo supo vivir y amar la vida, que son cosas tremendamente difíciles, se iba a los cielos del Cristo de la Buena Muerte y la Virgen de la Soledad. Estaba en la feria cuando saltó la noticia. «Ha muerto Cayetano». Puede que se esperara, pero nadie salía de su asombro y todos mostraban su pesar. Paradojas de la vida, como el botellón de la feria de día se ha eliminado del centro (eso dicen, pero es mentira, y si no vayan a la plaza Uncibay, donde parece que hay interés en que continúe...) ha sido 'encajonado' en la plaza de la Legión Española, en las puertas de Mena, su último deseo, que sus restos se velaran allí, se convertía en un problema. El respeto de un velatorio no es compatible con un 'botellódromo' a cinco metros. Todo se solucionó al compartir por la mañana capilla ardiente en el salón de los espejos, como alcalde que fue de Málaga, y por la noche con su Cristo y su Virgen, corazón legionario tatuado en pecho y alma, hasta subir al más allá de los dioses, donde Pepe Atencia lo espera a carcajadas, porque así se despidieron los dos hace apenas dos meses...
Se nos ha ido el feriante Cayetano. Otro malagueño más amante de la Feria de Agosto en agosto, copartícipe del renacer de la fiesta, cofundador del grupo de amigos más veterano que mantiene su caseta, con clase y estilo, como es La Espiga.
Cayetano fue siempre feriante. Antes, durante y después de ser alcalde. Cuando era máximo regidor municipal se 'chupaba' todas las noches hasta el alba, de peña en peña, de caseta en caseta, y célebres eran sus reuniones con los feriantes, con 'los de los carricoches', acababan como la noria, o sea, casi dando vueltas, pero él no. Aguantaba como pocos en el mundo. Sabía alternar, lo que como bien le escuché una memorable noche a mi admirado Manuel Alcántara, es un mérito porque te permite saber estar y elegir. Cayetano era de los primeros en llegar al real y de los últimos en salir. Entonces, en su época de alcalde, entre el 70 y el 77, no había feria del centro ni otras cosas, y todo era como mucho más sencillo, más familiar... Su llorada esposa, Adela Morcillo, se encargaba personalmente de coser y hacerle los trajes de gitana a sus entonces tres niñas, Adela, Fátima y Cayetana, y allá que iban los cinco siempre juntos al real, a los actos y a las peñas, a las casetas y con lo que hubiera que cumplir. Siempre estuvo con y en su feria de agosto, a la que acompañó como máximo regidor de la ciudad y después como un ciudadano más. Hombre de mundo, medio mundo lo invitaba s su caseta, pero siempre acababa en la suya, en La Espiga. Y en La Malagueta, taurino de pro, la feria taurina era también su pasión. El pasado domingo, como bien refería Antonio Montilla Romero en la información de alcance que ofrecía SUR sobre la muerte del que fuera alcalde malagueño, allá estuvo, viendo los toros, ayudado por la máquina de oxígeno, al que él mismo definió una tarde de toros del año pasado como «el nuevo ligue que me he echado, que siempre está conmigo a todas horas».
Defensor de la feria, entendía que había que potenciarla como referencia de la propia historia de Málaga. «Las señas de un colectivo también se miden con cosas como nuestras fiestas de agosto», señalaba hace tiempo.
El feriante Cayetano nos ha dicho adiós en feria. Cuando el real estaba en pleno funcionamiento. Lo normal era que él hubiese estado allí, pero... Bueno, en esencia allí estaba también, porque el espíritu es indomable e inmortal, y el suyo, como el de tantos otros que tanto (y no es redundancia) hicieron por la feria como los Ruiz Molero, Rodríguez, Fuentes y una interminable lista de apellidos se mantendrá para siempre entre el bullicio, el jaleo y la alegría, que son los signos de identidad de una feria.
La Malagueta registró ayer una gran entrada. Entre los huecos libres, sus dos asientos. Posiblemente ocupados por alguien que los oteara desde la zona de pie... «Si vienen, nos vamos», pero no. No llegó el bueno de Cayetano. Su figura presidiendo en aquellos 70 con su mujer vestida de mantillas está en la retina de muchos, entre otros de un joven periodista que cubría los festejos de la época ensus primeros compases profesionales...
Congregante legionario Cayetano, feriante y malagueño, amigo de la vida, amante de la existencia, allá en lo más alto de la noria del cielo, esa que nunca tendrá que enseñar papeles ni molestará a los aviones, verás el reflejo de la luz y de la alegría de la ciudad en la que tan bien te lo pasaste...
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.