
Los motes de los aguanosos
Recopilan en un libro más de cien apodos de los vecinos de Frigiliana, que sirven para entender sus costumbres La profesora y escritora Mari Carmen Casanova es la autora de esta obra, a la que ha dedicado más de dos años de entrevistas con paisanos
EUGENIO CABEZAS
Lunes, 1 de agosto 2011, 03:33
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«Los títulos que el pueblo concede. Unos los llevan con orgullo y otros con resignación». Así define en el prólogo de la obra 'Frigiliana en sus apodos', el maestro local Antonio Sánchez los seudónimos de sus paisanos, una tradición muy típica en todos los pueblos malagueños y que la profesora de Lengua y Literatura Mari Carmen Casanova ha recopilado en un libro. En total, hay más de un centenar de seudónimos de vecinos de este pueblo axárquico, a los que se les conoce cariñosamente como aguanosos.
«Siempre he sentido una gran atracción por cómo las personas tienen el poder para nombrar las cosas, los nuevos descubrimientos e inventos y, por supuesto, a sus paisanos. Hace unos años estudié lingüísticamente los apodos de Nerja y, al acercarme unos años más tarde a los de Frigiliana, pretendía igualmente limitarme al aspecto lingüístico. Pero, cuando empecé a hablar con la gente del pueblo y del núcleo de El Acebuchal para localizar los apodos que a veces han nombrado a familias enteras durante muchos años, me encontré con una gente sumamente generosa, que me dedicó su tiempo y me contó de sí mismos y de sus paisanos tal cantidad de anécdotas, que he ido conociendo lo que ha sido Frigiliana a través de los tiempos, y todavía es hoy», explica esta profesora de Lengua Española y Literatura, nacida en Nerja pero afincada en Sevilla. «Lo lingüístico ha quedado en el primer capítulo. Los siguientes hablan de la historia, geografía, costumbres, celebraciones, gastronomía, etc., siempre con los apodos como hilo conductor. Unas veces por el apodo del entrevistado, otras por los protagonistas de las anécdotas que me contaban», continúa la escritora.
Así, en el libro pueden encontrarse más de un centenar de apodos, que hacen referencia a lugares del pueblo -por vivir el apodado junto a ellos, como el del o la del Boquetillo, R. la Escalerilla, A. la Fuente-; a pueblo cercanos -porque la persona en cuestión procede de él, como A. El Tejar, A. Corrales, D. Recio la Lentejí, o la Cayena-; o a los transportes -el de la Alsina-; a la posguerra -el cabecilla de los maquis, Roberto, prohibió a los hombres que lo seguían usar sus apodos del pueblo y sobrenombró a sus gentes con nuevos apodos por motivos de seguridad-; a la llegada de los extranjeros -el japonés llamado Aquiito y que se quedó con 'Paquito'; o a la industria -los jaboneros, los que hacían jabón en el pueblo-.
Muy usados entre mayores
«Hay veces en que me encuentro con nombres que funcionan igual que verdaderos apodos, como en el caso de Ángel Moreno, del que se cuentan buenísimas anécdotas; Don Domingo, el cura que tantos años estuvo en el pueblo; o Antonio Vinuesa con sus cosas y sus coplas», explica Casanova, quien destaca que los motes están muy vivos, especialmente entre los mayores, «muchos de los cuales están verdaderamente orgullosos de ellos», remarca.
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Así la autora cita a José Colorín, Rosarico la Basilio, Paco Basilisa, Antonio Corrales, Ritica la Escalerilla, Luisa Carranquita, Carmelica la Poeta, Aurelio el Obispo, Adolfo Regalo, o Miguel Simón, entre otros, junto a una vecina que falleció el pasado año y que tenía hasta cinco apodos: Anica la Fuente, la de Corrales, la Buenas Noches, Ana El Tejar, y la del Ochavo Negro.
«Me gustaría que mi libro se entendiera como una contribución a mantener viva la memoria de Frigiliana. Esta forma peculiar de nombrar y de ser que muestran las anécdotas que el pueblo cuenta no debe perderse en el olvido de las nuevas generaciones. Además, los extranjeros que viven en la zona, y la televisión van haciendo iguales cada vez más las formas de vida, de habla y de pensamiento y se va perdiendo lo original de nuestros pueblos, como son los motes», añade.
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