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MIGUEL ÁNGEL OESTE
Sábado, 21 de mayo 2011, 03:34
Hacía muchos años que Luis Buñuel no filmaba en España. Con 'Viridiana', en 1960, el director volvía a su país con plena libertad para rodar la película que quisiera. Así lo había pactado con Gustavo Alatristre (su productor mexicano) y Ricardo Muñoz de Suay (productor español de UNINCI, productora que en realidad estaba apoyada por el Partido Comunista). Las dificultades que se sucedieron antes y después sólo pueden atribuirse a una sociedad no muy distinta a la actual, donde los escándalos vacuos alimentaban (y alimentan) las medianías, lo contrario a la locura y creatividad que derrocha la filmografía de Buñuel, con fascinantes obras como 'Los olvidados' (1950), 'Él' (1953), 'El ángel exterminador' (1962) y la propia 'Viridiana', en la que lo divino es vencido, suplantado por lo humano.
Exiliado, contrario al régimen, polémico, turbador, tras su paso por el Museo de Arte Moderno de Nueva York, donde trabajó de montador, y por Hollywood, dedicándose al doblaje, el grueso de su carrera cinematográfica la desarrolló en México. Sin embargo, el cineasta nacido en Calanda ya había irrumpido como un tsumani subversivo con 'Un perro andaluz' (1929) y 'La edad de Oro' (1930). Filmes en los que ya se encuentran los temas y obsesiones de Buñuel: el conflicto del deseo y sus profundidades abisales e infinitos lados plasmados desde la oscuridad, la fragilidad, la contradicción del hombre. Ya en esas primeras obras «se desmoronan los fantasmas convencionales (sociales, morales o artísticos) de que está hecha nuestra realidad.
Y de esas ruinas surge una nueva verdad, la del hombre y su deseo», defendía Octavio Paz en 'El cine filosófico de Luis Buñuel'. Así, simplificando, en esos orígenes, el autor de 'La vía láctea' ya vomita sobre la doble moral y la Iglesia y las rigideces estatales, propugnando la libertad de la imaginación y de la carne. Como decía en su ensayo Agustín Sánchez Vidal: «La riqueza del cine de Buñuel y de los personajes que nos son servidos por su cámara reside en esa dialéctica entre el deseo y las penumbras, la libertad y sus fantasmas, la picaresca y la mística, el hombre y la Divinidad». Y sí, claro, 'Viridiana' es un ejemplo incontestable de ello. Una película donde el maestro de ojos saltones vuelve a hacer raro lo cotidiano y cotidiano lo raro en la permanente separación entre realidad y deseo.
Fantasía infantil
En el Festival de Cannes de 1960, Luis Buñuel presentaba 'La joven' y el productor de Films 59, Pere Portabella, 'Los golfos', de Carlos Saura. Portabella y Saura hablaron con Buñuel para que fuese a ver su película y así tratar de convencerlo de que volviese a filmar en España, algo que no hacía desde 'Las hurdes', en 1932. Esto, unido a que Gustavo Alatriste quería que dirigiera a su esposa, Silvia Pinal, y a la iniciativa de UNINCI, que agrupaba a la disidencia comunista del régimen, hicieron posible el regreso «conmovedor» del cineasta a su país, como éste cuenta a José de la Colina y Tomás Pérez Current en sus entrevistas, editadas en Plot, donde también explica: «El punto de partida es un recuerdo de infancia. Yo sentía gran atracción por la reina de España, Victoria Eugenia, que era una rubia preciosa. Pero, ¿cómo llegar hasta ella? Había un abismo entre nosotros: yo, un plebeyo; ella, una reina rodeada de cortesanos.Entonces imaginaba que entraba en la habitación, le ponía un narcótico en la leche, ella lo bebía, se dormía y quedaba a mi merced. En 'Viridiana', aunque a la inversa, se da también la diferencia de edad. La diferencia de clases no existe, pero sí el hecho de que ella sea novicia y él sea su tío. Intervienen en los dos casos grandes obstáculos que alimentan el deseo.
De esta imagen, al hilo de un recuerdo juvenil, nació 'Viridiana'. Pensé en un hombre de edad avanzada que tenía entre sus manos a una joven narcotizada, completamente dormida, incapaz de resistírsele. Luego he imaginado que el hombre se colgaba por remordimiento. Y luego he pensado que la joven, convertida en heredera, recibía a unos mendigos.». Así, encadenando imágenes y situaciones escribió el guión junto a Julio Alejandro. La historia de una novicia llamada Viridiana (Silvia Pinal) que, antes de encerrarse para siempre en las paredes de Dios, visita a su tío Jaime (Fernando Rey), retirado desde la muerte de su esposa el mismo día que se casaron y que tiene un parecido maléfico con Viridiana. Jaime se enamora de ella y la pide en matrimonio, pero ésta se muestra horrorizada. El día antes de partir le hace ponerse el vestido de boda de la difunta y la droga. Al final se arrepiente y no la posee. Se lo cuenta a Viridiana y se cuelga. Ella se siente culpable, así que para expiar la culpa, recoge a mendigos. Entonces llega Jorge (Paco Rabal), el hijo ilegítimo de Jaime, que quiere arreglar la hacienda y critica la caridad de Viridiana con los mendigos. Éstos, aprovechando que Jorge y Viridiana se van por unos días a la ciudad, montan un banquete descomunal, y cuando regresan antes de tiempo, dejan a Jorge inconsciente y tratan de violar a Viridiana.
La película se estructura en dos partes: la primera que corresponde a Fernando Rey, y la segunda a Paco Rabal. Cuando Buñuel entregó el guión para que la censura lo leyera, le aconsejaron que rebajara las sugerencias morbosas, pero sólo le hicieron cambiar el final, en el que Viridiana se iba a la cama con Jorge, en el lugar dejado por la sirvienta, Ramona (Margarita Lozano). El cineasta aragonés modificó el final por el actual: en el que Viridiana va a la habitación de su primo Jorge, que está con Ramona, que quiere irse, pero Jorge se lo impide, y se ponen los tres a jugar a las cartas, con la célebre frase que pronuncia Jorge: «No me lo va a creer, pero la primera vez que la vi me dije: Mi prima Viridiana terminará jugando al tute conmigo». Sin duda, éste es un cierre más potente y sugerente, en el que se insinúa un 'ménage à trois'. El propio Buñuel reconoció que la censura le había hecho un favor, porque con el nuevo final mejoraba mucho.
La metamorfosis
En realidad, lo que cuenta el filme es la mutación del personaje de Viridiana, es decir, la transformación de una mujer entregada a Dios, dormida sexualmente, que florecerá para el sexo y lo humano. Esta metamorfosis es evidente si se contraponen la primera imagen de Viridiana en el patio del convento (antes de que vaya a visitar a su tío) y la última, cuando con el pelo suelto y una vestimenta más moderna se dirige al cuarto de Jorge.
Esta última escena ejemplifica la liberación de la mujer y la pulsión carnal, que se apoya en otros niveles, como los auditivos, además de los visuales, que juegan a ser opuestos. Así, si durante la apertura del filme suena el 'Aleluya' de El Mesías de Häendel, al final, suena twist, significando aún más ese tránsito de un estadio a otro en la metamorfosis de Viridiana, pero a la vez, en la lucha de las dos Españas: la laica, que se abre a la modernidad y la beata, anclada en lo viejo. Hay otros muchos elementos, objetos y situaciones que apoyan ese paso de «la crisálida pacata a la mariposa entregada al macho», como cuando la niña quema la corona de espinas de Viridiana, previo a que se suelte el pelo y se entregue a Jorge.
Por su parte, a De la Colina y a Pérez Turrent, Buñuel les hablaba del personaje de Viridiana en estos términos: «Casi todos mis personajes sufren un desengaño y luego cambian, sea para bien o para mal. Es el tema del Quijote, a fin de cuentas. Viridiana es en cierto modo un Quijote con faldas. Don Quijote defiende a los presos que llevan a las galeras y éstos lo atacan. Viridiana defiende a los mendigos y ellos también la atacan. Viridiana vuelve a la realidad, acepta el mundo como es. Un sueño de locura y finalmente el retorno a la razón. También don Quijote volvía a la realidad y aceptaba ser sólo Alonso Quijano». La película fue atacada por blasfema y otras cuestiones, «pero nunca tuve intención de escribir un argumento de tesis que demostrara que la caridad cristiana es inútil e ineficaz. Sólo los imbéciles tienen esas pretensiones», decía Buñuel. Lo que sí se advierte en este filme (y en casi toda su obra) son las reminiscencias pictóricas (como la referencia a 'La última cena' de Leonardo da Vinci); musicales (el citado 'Aleluya'); y literarias (el toro que remite a Lorca y simboliza la muerte), que otorgan más profundidad a los contrastes simbólicos.
Escándalos, escándalos.
Cuando Buñuel decidió rodar 'Viridiana' en España, se encontró con el reproche de los republicanos exiliados, que lo tacharon de traidor. Durante el rodaje el director estaba bastante preocupado, no sólo por el revuelo que se había formado con su regreso, también porque se acercaban visitantes que quería ver y hablar con él, desde Marco Ferreri, a intelectuales, escritores, etcétera, que lo distraían. Una vez finalizado el rodaje, el montaje se realizó en París, que terminó cinco días antes de que comenzara el Festival de Cannes, donde Buñuel había sido invitado a competir. La censura lo había autorizado, pues al parecer había visionado sólo parte del copión. Pero cuando el Director General de Cinematografía, José Muñoz Fontán, vio la película completa en Cannes, cuenta la leyenda que pasó muy mala noche.
Sin embargo, cuando 'Viridiana' obtiene la Palma de Oro y el Premio de la Crítica, Muñoz Fontás pensó que aquello sería favorable. El problema no tardó en manifestarse. El Vaticano a través de 'L'Osservatore Romano' escupió sus anatemas contra 'Viridiana' con tanta fuerza que provocó el cese del Director General de Cinematografía, al tiempo que el filme era prohibido por el Gobierno español. 'Viridiana' fue emparentada por el Vaticano con 'Madre Juana de los Ángeles', del polaco Jerzy Kawalerowicz, en la que también se expone el tema del espíritu y la carne, pues ambas caían en «actitudes antirreligiosas de tan delirante intensidad, de tan atroz crudeza blasfema, que hace catalogar a las dos obras que exaltan tales actitudes entre las más repulsivas que se puedan imaginar y solo concebibles como el parto de una mente delirante». La España del régimen estaba contra el cineasta. En los periódicos se podía leer: «Muera el prevaricador Buñuel». «La verdad es que yo sabía que 'Viridiana' no era una película del gusto del régimen franquista, pero tampoco pensé que fuera una especie de bomba cinematográfica», declara Buñuel a De la Colina y Tomás Torrent.
De hecho, la película no fue estrenada en España hasta 1977. Menos mal que el productor mexicano, Alatristre, pudo salvar los negativos que estaban en París y así pudo exhibirla por el resto del mundo, cosechando un gran éxito. «La atroz crudeza blasfema. la brutalidad., etc», la asociaba la Iglesia al vía crucis que la novicia padece en la mutación hacia la carne, pero también, entre otros elementos diáfanamente expuestos, del uso que Buñuel hace de la imaginería cristiana, como en el desenfreno de la cena de los mendigos, que vincula a 'La última cena' de Leonardo, colocando en el lugar de Dios a un ciego borracho, libidinoso, mientras que los apóstoles representan el resto de las bajezas humanas.
Todos estos factores extra-cinematográficos no deben empañar la maestría de una película de hondo calado en la utilización de su lenguaje, de su estilo, en el cuidado de una estructura dramática y poética muy estudiada, nada arbitraria, que dimensiona la realidad más concreta, inesperada, frágil, vulnerable del hombre, en oposición a ese etéreo mundo eclesiástico más cerrado, rígido, caduco, que ata con cadenas invisibles la libertad. 'Viridiana' fue homenajeada en el 12.º Festival de Málaga. Cine Español como la Película de Oro.
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