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ARTÍCULOS

Godzilla

JUAN BAS

Miércoles, 23 de marzo 2011, 02:33

E stos días he leído a varios articulistas de distintos periódicos la misma asociación de ideas que yo mismo tuve al contemplar las imágenes del terremoto y del maremoto -palabra que ha caído en desuso a favor de 'tsunami'- de Japón, y sobre todo las de los incendios de unos depósitos de gas, creo que eran, con forma esférica, y de las explosiones en la central nuclear de Fukushima. Recordaban a la aparatosa y a la vez muy artesanal estética de las películas japonesas de monstruos -de los estudios Toho, todo maquetas- de los años cincuenta y sesenta, con el desaforado Godzilla a la cabeza, que me vi de niño en el cine del colegio. De hecho, el macroatentado del World Trade Center, que marcó oficiosamente el comienzo del siglo XXI, tenía también bastante de esa puesta en escena, en este caso asociada a aquellas películas de Hollywood de serie B sobre invasiones extraterrestres, tan de moda en los cincuenta. Los obsoletos platillos volantes hacían girar su falda metálica, al estilo de esas sierras eléctricas circulares que tanto atormentan los oídos, y cortaban en dos un obelisco, un puente o un rascacielos. Parecido a los enormes aviones penetrando en las torres gemelas con la facilidad de un cuchillo caliente en una barra de mantequilla.

Aquellas precarias películas de platillos volantes -'Marte ataca', de Tim Burton, era un claro guiño a este viejo cine- conjuraban o alentaban el miedo de la sociedad norteamericana de la época, en plena Guerra Fría, a un ataque nuclear soviético -les recomiendo una obra maestra del cómic: 'Cuando el viento sopla' de Raymond Briggs-. Y el gigantesco monstruo Godzilla, que era radiactivo, exorcizaba o explotaba el trauma de los japoneses ante las todavía recientes bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. El miedo colectivo, tan manipulable. Las centrales nucleares resultan una fuente de energía eléctrica barata, poco contaminante -salvo el problema irresoluble de los cementerios de residuos- y son bastantes seguras. Pero no de una seguridad infalible. Ahí está Chernóbil a la cabeza de las catástrofes; por ahora. El número exacto de muertos que produjo mediatamente el accidente de la central ucraniana no se sabrá nunca. Es probable que en Europa nunca haya un maremoto como el de Japón, pero, ¿una central nuclear puede soportar el impacto directo de un enorme Boeing repleto de combustible?

Una sola catástrofe nuclear es un precio demasiado terrible, elevado y duradero. Su posibilidad, que, como estamos presenciando, es real, debería de ser suficiente razón para desistir de la permanencia de estos monstruos, cuya vida activa, además, pretende prolongar cada vez más una codicia empresarial irresponsable. Resucitar a Godzilla, que nunca es aniquilado del todo para asegurarse las rentables secuelas, sería no ya una película de amables monstruos, sino del más puro y perdurable horror.

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