

Secciones
Servicios
Destacamos
ARANTZA FURUNDARENA
Martes, 24 de agosto 2010, 03:52
Dicen que todos los niños que vienen al mundo traen un pan bajo el brazo. Pero los hay que traen un bocata de jabugo. Es el caso de Carla, la hija de la actriz Carolina Cerezuela y el tenista Carlos Moyá. La castiza Cerezuela se lo dejó muy claro a esta periodista días antes del parto: «Cuando dé a luz -me confesó salivando- no quiero que me regalen flores. Quiero jamón», alimento que no pudo ingerir durante el embarazo y del que tenía 'mono'. Por la cara de felicidad que presentaba la actriz a las pocas horas de ser madre es de suponer que su deseo ha sido satisfecho. Carla se llama la primera hija de Carlos y Carolina. Dicen sus famosos papás que ése nombre es una mezcla de los suyos. Los acrónimos por lo visto están de moda hoy en día. En este caso se me ocurren otros: 'Carca', 'Carlosina'... Pero el primero es casi un insulto y el segundo suena a uno de esos nombres imposibles que suelen llevar las cubanas. Carla, de la que sus famosos papás se dicen «enamorados» (y les creo) fue presentada ayer en sociedad al poco de aterrizar en este mundo.
Y hablando de aterrizar... Me acaba de llegar por e-mail el resultado de una encuesta de Skyscanner que asegura que la mayoría de los viajeros (un 52%) prefiere «vuelos sin niños o alejado de ellos». O sea que mientras famosas como Cerezuela, Paz Vega (que ya va por el tercero) o Angelina Jolie están demostrando al mundo que la maternidad vuelve a ser tendencia, resulta que por otro lado crece el número de ciudadanos que practica el «dejad que los niños se alejen de mí». Tremenda contradicción pues los críos de hoy están destinados a volar mucho. Y ya me dirán dónde va a meter Carolina a su Carla o Paz a sus Orson, Ava y Lenon cuando se desplacen por el mundo... ¿En la bodega del avión, como sugiere uno de los encuestados?
Personalmente, me siento ajena a ese sondeo, porque los niños me encantan. Es cierto que a veces pueden resultar atacantes. Pero eso tiene que ver más con la educación que con la edad. De hecho, recuerdo vuelos larguísimos que se me hicieron ligeros gracias a algún chiquillo adorable. Me viene a la memoria Andreas, de cuatro años, en un vuelo a Miami. Chapurreaba español, francés, inglés... O una ensalada de todos ellos. Iba sentado justo delante de mí, pero le dio por darse la vuelta, mirarme, sonreírme y 'pegar la hebra...' «Ahora ya no te va a soltar», me advirtió su madre con cara de culpa. Tenía razón. Andreas, por suerte, no me soltó. 'Conversamos', nos reímos y jugamos durante gran parte del trayecto (no se pueden imaginar las posibilidades que ofrece la famosa manta de Iberia y su electricidad estática a la hora de jugar a los monstruos). Así que la próxima vez que vuele, además de pedir ventanilla, diré que por mí... «Niños sí, gracias».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Valdecilla agota las plazas MIR de Anestesia y de Ginecología
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.