Ibon Navarro: El alquimista que encontró la fórmula del éxito

Nacido en Vitoria hace 46 años -en abril cambia de dígito-, Ibon Navarro estudió Ciencias Químicas en Bilbao conduciendo diariamente esos cuatro cursos por la autovía vasca entre ambas ciudades. Durante cinco años trabajó como químico, doce meses en Alemania y el resto en la capital alavesa, sin abandonar del todo el baloncesto que aprendió en el Colegio Corazonistas de su localidad natal, crisol de la cantera de jugadores y técnicos del Baskonia, al que se incorporó pronto tras una experiencia en Tenerife -en distinto club al que disputó esta final de Copa- y dejó a un lado la ciencia de la materia para ahondar en la ciencia del deporte, de la que es un estudioso que cuida hasta el máximo detalle.

SUR ha recabado la opinión de una decena de colaboradores y conocidos de un técnico del que todos coinciden la normalidad que arrastra en su quehacer diario. Llama poderosamente la atención que su mayor virtud sea la excepcionalidad en un mundo de egos, envidias y egoísmos. «Es el entrenador más normal que ha tenido el Unicaja en los últimos 25 años», espeta sin dudar un alto cargo del club, que añade: «a su capacidad ingente de trabajo suma una psicología que le hace ser un gran conductor de grupo».

De hecho, nada más aterrizar en Málaga, el técnico vasco recurrió a la psicología con una sesión de 'coaching' para levantar el ánimo de un equipo hundido en la tabla y con el descenso como peligro inminente. «Por eso pudimos ganar cinco partidos seguidos y salir de la zona de abajo», apunta otra fuente que elogia sin cesar su trabajo, «y no lo digo ahora que nos llevado hasta aquí, hasta hacernos campeones, pues desde el primer día comprobamos el acierto de su fichaje».

Asistente en Menorca, dio el salto al Baskonia como ayudante de Neven Spahija o Sergio Scariolo y en Vitoria ayudó a ganar dos Ligas, una Copa y dos Supercopas, para luego marcharse a Valencia con quien fue subcampeón de Copa y de Eurocup. Todos en segunda fila. Su salto a primer entrenador llega en el Baskonia como sustituto de Marco Crespi, una etapa de unos meses de la que llegó a comentar «que no disfruté como entrenador». En 2015 se hace cargo del Manresa, e inicia una ruta que le lleva a Murcia y a Andorra antes de recalar en Málaga.

Mano izquierda para reconducir situaciones complicadas y máximo respeto a todos los rivales, sea colista o líder, son otras de las condiciones que sobresalen en la personalidad de un Ibon Navarro que ayer compareció en rueda de prensa con el semblante serio y el rictus cansado: «He dormido solo tres horas», respondió entre bambalinas mientras escuchaba las reflexiones de Alberto Díaz ante los periodistas.

Incluso hay quien llega más lejos y ya lo compara con Sergio Scariolo «porque se fija en cosas que otros técnicos no ven, de ahí que cada día gane más enteros como consumado estratega. Su proyección es tremenda», profetiza uno de sus más cercanos colaboradores, que desea realzar la comodidad de trabajar con él por el trato que dispensa a todos los miembros del club.

Nada más empezar la temporada afrontó una de las situaciones más complicadas de su vida cuando emprendió el proceso de separación de su mujer, a la que conoció en Valencia y con la que tiene un hijo, Aritz, de 7 años, que el sábado en la primera fila de la sala de prensa escuchó embobado cómo su padre le había ganado al Real Madrid y se había clasificado para la final de Copa. Ibon Navarro reunió a su cuerpo técnico en un hotel de Europa tras un partido de la Fiba Champions League y le expuso la situación, pidiendo discreción en la noticia y comprensión ante esos momentos turbios que rodea ese cambio radical en su hogar.

Hay quien ve al alavés como un alquimista del baloncesto, por aquello de las transmutaciones de la materia, que influyó en el origen de la química, la misma que existe un equipo que contra viento y marea ha roto todos los pronósticos en la Copa de Badalona. Ibon Navarro recurrió a sus orígenes para encontrar la fórmula del éxito.