«He estado en nueve cruceros, pero esto parece otro mundo»

Debe de ser fácil perder la noción del tiempo en un lugar como este, porque a la entrada de cada uno de sus 24 ascensores para huéspedes, un lingote rectangular colocado en el suelo va girando cada 24 horas para recordarle a los pasajeros el día en el que viven. Hoy anuncia que es 'saturday', sábado en inglés, el idioma oficial del 'Wonder of the Seas', el crucero más grande del mundo que ha arribado al Puerto de Málaga antes de las ocho de la mañana.

Y puestos a madrugar, qué mejor que hacerlo por una pasión mantenida el tiempo. «He estado en nueve cruceros, pero esto parece otro mundo…», comparte desde tierra firme Rafael Martín Jerez, un malagueño de 44 años que se ha acercado junto a sus gemelos Javi y Leo, de casi cinco años, para ver de cerca la imponente embarcación de la naviera Royal Caribbean. Y no son, ni mucho menos, los únicos que se han asomado al dique de Levante esta mañana para contemplar el buque. «Es un modelo de viaje muy completo -sigue Rafael con entusiasmo- y también muy relajado. Dejas las cosas en el camarote, cada día amaneces en una ciudad diferente y, a bordo, tienen un montón de propuestas de ocio y de restauración». Y las de este coloso del mar resultan casi inabarcables.

Del parque acuático al auditorio al aire libre para más de 750 personas, del tobogán más alto del mundo instalado en alta mar al nutrido centro comercial, de la piscina para hacer surf a la pista de baloncesto al aire libre sobre la última cubierta de la embarcación. Porque todo resulta faraónico en este buque de 236.857 toneladas, 18 cubiertas y capacidad para casi 7.000 pasajeros atendidos por una tripulación que supera las 2.300 personas. Y en este último flanco sí abunda el idioma local, como María, anfitriona en el paseo por el barco que hace escala en Málaga después cruzar el charco.

«Esto es casi como una ciudad... O mejor aún, porque tienes de todo para divertirte y relajarte», ofrece María, que como el resto de la tripulación luce una chapa con una foto suya sin la mascarilla y una frase que lanza, también en inglés, 'La sonrisa detrás de la máscara'. María no deja un cabo suelto durante la visita de la prensa mientras hace de guía con una eficiencia que no escatima la cordialidad.

La larga travesía de diez días para cruzar el Atlántico y los encantos de la ciudad han hecho que apenas unos cuantos rezagados hayan permanecido en el buque. Suena reggae popero en la cubierta de la última planta mientras unos pocos pasajeros se tuestan al sol del mediodía, vuelta y vuelta sobre las coloridas tumbonas. La espectacular cubierta plateada que se divisa desde el suelo en la proa del barco resguarda un mirador acristalado con jacuzzi, tumbonas a la sombra y bar. Claro que hay más de 30 posibilidades a la hora de comer o beber algo a bordo del 'Wonder of the Seas'.

Con pasajes desde 687 euros para un crucero de siete noches, el nuevo gigante de Royal Caribbean ha sido recibido este sábado por el presidente de la Autoridad Portuaria, Carlos Rubio; el alcalde de la capital, Francisco de la Torre y la delegada de Turismo de la Junta de Andalucía, Nuria Rodríguez. Los tres han saludado el atraque del 'Wonder of the Seas' como un símbolo de la paulatina recuperación de la actividad turística después de dos años marcados por la crisis sanitaria. Rubio, además, ha detallado que la naviera está planificando realizar más escalas en Málaga, aunque por ahora no contempla convertir la capital en puerto base de alguna de sus travesías.

Un rumbo que el 'Wonder of the Seas' emprende ahora hasta el corazón del Mediterráneo, donde pasará la temporada estival para regresar de nuevo a Málaga a finales de octubre. Como empiezan a llegar al imponente crucero los pasajeros que desembarcaron a primera hora de la mañana para una visita relámpago a la capital.

«Te lo tienes que tomar como senderismo de ciudad», sostiene Rafael Martín desde tierra. «Hay quien dice que es una manera muy apresurada de conocer un sitio, pero a mí me gusta plantearlo como una primera toma de contacto… No sé, a mí es que me gustan mucho los cruceros», admite este responsable de una gestoría. Y a sus pies, el pequeño Leo insiste: «¡Papi, vamos! Que me quiero montar en ese barco». Y al padre, sólo de pensarlo, se le ilumina la cara.

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