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Interior de la nave de TAMESE en los años 50. Archivo CTI-UMA
A la sombra de la historia

De TAMESE a Sohrlin. Una experiencia de recuperación del patrimonio industrial

Víctor Heredia

Domingo, 20 de julio 2025, 00:29

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Es de sobra conocido que Málaga no ha tratado demasiado bien los restos de su pasado industrial. La mayoría de las antiguas fábricas han desaparecido irremisiblemente ante la presión urbanística o la desidia general. Queda muy poco de aquella ciudad que acogió al que fue posiblemente el mayor núcleo fabril del sur de España, que se extendió a lo largo de las playas de San Andrés entre mediados del siglo XIX y la segunda mitad del XX. Algunas chimeneas dispersas por el territorio, como las de Los Guindos, la Central Térmica San Patricio y la Cros en el paseo marítimo, la majestuosa Fábrica de Tabacos y algunas instalaciones menores. El total de chimeneas inventariadas y protegidas en el conjunto de la ciudad apenas llega a una quincena y todavía está pendiente la recuperación de edificios industriales como la fábrica de luz de la Compañía Alemana en la calle Purificación o la fábrica de El Tarajal. Uno de los ejemplos más positivos ha sido la rehabilitación de unas naves de Intelhorce como centro logístico de Mayoral.

Uno de los restos del naufragio industrial de los años setenta y ochenta que ha llegado hasta nuestros días de manera silenciosa se corresponde con un singular centro productivo malagueño: TAMESE.

En Málaga se formó un sector metalúrgico que, en el caso de la siderurgia, llegó a dominar el mercado español a mediados del siglo XIX con las ferrerías de Heredia y Giró. Los altos hornos de La Constancia, creados por Manuel Agustín Heredia, fueron la primera fábrica que se ubicó en San Andrés allá por el año 1833. Le siguieron otras muchas y, aunque la ferrería cerró definitivamente en 1924, en el litoral del entorno de Huelin siguieron existiendo varias empresas metalúrgicas: VERS, La Esperanza, La Unión o Los Guindos. La última de estas empresas en instalarse en esta franja costera fue TAMESE.

Talleres Metalúrgicos Secundaria (TAMESE) comenzó a funcionar en 1945, en plena autarquía. Eran años de miseria, de escasez de suministros y de un rígido control estatal sobre las actividades económicas. Sus instalaciones se ubicaron en una gran parcela situada a espaldas de la Casa de Misericordia (entonces denominada Hogar Provincial Nuestra Señora de la Victoria), junto a la playa. La nueva empresa se dedicó a la producción de equipamientos para centrales hidroeléctricas, fábricas de cemento, industrias petroquímicas, depósitos y tuberías metálicas de gran tamaño, ya que podía manejar piezas de hasta cien toneladas. Durante los años setenta en esta industria se prepararon muchos de los elementos metálicos del Trasvase Tajo-Segura, una de las mayores obras hidráulicas realizadas en España. Como muchas piezas se exportaban al extranjero, en el puerto contaba con una explanada de montaje equipada con grúas móviles.

A partir de 1977 TAMESE aumentó su capacidad productiva con la fabricación de materiales para alta mar, como boyas, pilotes de amarre y plataformas. Llegó a emplear a 255 personas.

A mediados de los años ochenta sus trabajadores protagonizaron una de las luchas sindicales más importantes de esa década. La empresa entró en crisis cuando pertenecía al grupo Mecánicas Asociadas y todavía daba trabajo a 240 personas. Eran los años de la reconversión industrial y las empresas del sector tenían que afrontar un cambio de ciclo que condujo a un desmantelamiento casi total. En 1984 la mayor parte de la plantilla se acogió a un programa de despidos con indemnizaciones, pero el resto emprendió una fuerte campaña de protestas, con encierros y manifestaciones. El 24 de diciembre un grupo de trabajadores celebró la Nochebuena en el comedor de la fábrica, tras dos meses montando guardia para evitar la salida de la maquinaria. Cuatro días antes una manifestación había recorrido las calles de la ciudad para protestar contra el desmantelamiento industrial y el cierre de varios centros productivos, entre ellos el de TAMESE.

Vista aérea de TAMESE. Asociación en Defensa del Patrimonio Industrial

En febrero de 1985 un grupo de 72 trabajadores llegó a crear una sociedad anónima laboral denominada TACOIN (Trabajadores de Construcciones Industriales), con el objetivo de fabricar bienes de equipo para el sector agrario y la industria agroalimentaria. Compraron la maquinaria y solicitaron ayudas de varios organismos públicos, mediante la concesión de créditos y la cesión de terrenos para ubicar las nuevas instalaciones. Las administraciones se descolgaron del proyecto y el fin de la actividad productiva se consumó.

Las naves de TAMESE no fueron demolidas, como ocurrió con el resto de las antiguas fábricas de la zona. En su extensa parcela, de 45.000 metros cuadrados y delimitada por las calles Almonte, Ayamonte, Pacífico y el Camino de la Térmica, se abrió la calle Nereo y se levantaron naves y oficinas que envolvieron la edificación original.

El proyecto de Sohrlin

Las naves de TAMESE han pervivido como una huella de la ciudad industrial. Y este gran espacio diáfano de mediados del siglo XX ha cobrado una nueva vida con Sohrlin, un proyecto desarrollado por el actor Antonio Banderas y el productor Domingo Merlín como factoría de formación y creación de espectáculos y productos escénicos. Un espacio que ha sido definido como «una catedral de las artes escénicas» y que refuerza el carácter educativo y cultural que está adquiriendo la antigua zona industrial de las playas de San Andrés y La Misericordia. Sohrlin acoge disciplinas como el teatro, la música y el circo, además de nuevas tecnologías de inmersión y una escuela técnica dedicada a la formación en oficios relacionados con las artes escénicas y el audiovisual.Un caso de éxito en la adaptación de una arquitectura industrial a un uso cultural. Porque, como ya comentó Antonio Banderas en la presentación del proyecto a los medios de comunicación, el hecho de rescatar una parte de la herencia industrial de la ciudad tiene un valor simbólico: «Nosotros, la cultura, también somos industria».

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