A la sombra de la historia: La paga extra de verano
SUR Historia ·
La gratificación del 18 de julio se implantó hace 75 años, inicialmente con carácter voluntario, en un contexto de bajos salarios y subida de preciosvíctor heredia
Martes, 16 de julio 2019, 00:23
El verano es una época del año que inevitablemente relacionamos con las vacaciones. Y las vacaciones de verano, cuando la situación laboral lo permite, se suelen relacionar con la paga extraordinaria correspondiente, que supone una notable ayuda para afrontar los gastos vacacionales. Pero, ¿cuándo se instituyó algo tan veraniego como la paga extra?
Los mayores la conocieron como «la paga del 18 de julio». El régimen de Franco estableció la fecha del levantamiento militar como Fiesta de Exaltación del Trabajo en el Fuero del Trabajo de 1938, todavía en plena Guerra Civil. Era una manera de evitar las connotaciones revolucionarias del Primero de Mayo, día tradicional de celebración de la fiesta del trabajo por parte de sindicatos y organizaciones de izquierda.
En plena postguerra la política económica basada en la autarquía (la ilusión del autobastecimiento) apenas servía para distribuir la miseria a través del racionamiento. La pérdida de renta respecto a los años anteriores a la guerra, la difícil coyuntura internacional, las malas cosechas, la inflación galopante y una gestión económica alejada de la realidad fueron factores que explican la complicada supervivencia en aquellos años de hambre y represión política.
El Fuero del Trabajo, inspirado en la Carta del Lavoro de Mussolini, puso las bases de las relaciones laborales en España durante el franquismo. El Estado se reservó el monopolio en la gestión de las relaciones laborales, eliminando la negociación directa entre trabajadores y empresarios en favor de las reglamentaciones dictadas por la administración.
El aumento de las horas de trabajo y la pérdida de poder adquisitivo no ayudaban a mejorar la situación económica de los hogares españoles, por lo que en el verano de 1944 la Delegación Nacional de Sindicatos ordenó que se abonara a todo el personal de la Organización Sindical una paga mensual extraordinaria con motivo de la fiesta del 18 de julio. Al mismo tiempo, invitaba a los empresarios a que secundaran esta medida otorgando una paga extraordinaria a sus empleados.
El delegado provincial de Sindicatos, José María Segarra, insistía en que se trataba de una «obligación moral» y apelaba a la generosidad de los empleadores. Sus palabras ponían en evidencia las profundas heridas que sangraban en la sociedad del momento: «A nadie se le oculte que una paga extraordinaria a los productores, concedida voluntariamente y de buen agrado por las empresas, contribuye a robustecer los vínculos de todos cuantos en ellas colaboran por su próspero desenvolvimiento. Es hora ya de que el amor sustituya al odio y el desprendimiento al interés egoísta. Si nos obstinamos en nuestros viejos prejuicios no llegaremos a tener Patria ni paz. Abra un poco la mano quien tenga para hacerlo, en la seguridad de que el gesto fructificará en el surco un tanto agitado de las relaciones sociales».
La miseria de los que trabajaban por bajos salarios contrastaba con la ostentación de los especuladores y estraperlistas. Era la época de los «haigas», los lujosos coches de importación que lucían los nuevos ricos. La paga extraordinaria se planteaba como una concesión voluntaria del empresario, como una medida paternalista que se sugería desde unas autoridades que procuraban hacer lo propio.
Ese mismo año de 1944, cuando la Guerra Mundial se acercaba a su final, una orden de 19 de diciembre generalizaba la gratificación equivalente a una semana para «solemnizar las fiestas de Navidad», que ya estaba reconocida en algunos sectores reglamentados. Nacía así la paga de Navidad, que al año siguiente quedaba establecida con carácter general e indefinido por otra orden del Ministerio de Trabajo. Por su parte, la gratificación del 18 de julio fue extendida a todos los sectores en 1947 por el ministro Girón de Velasco, confirmando su equivalencia a una semana de salario.
En las décadas siguientes, y especialmente a partir de 1960 con el inicio del desarrollismo, la mejora de la productividad permitió una progresiva subida de los salarios y la ampliación del periodo de vacaciones retribuidas. La paga extraordinaria se incorporó a los hábitos de unos españoles que empezaban a disfrutar de sus días de descanso y que se atrevían a viajar en sus flamantes «seiscientos», principal evidencia de nuestra incorporación al consumismo de las sociedades occidentales.
El importe de la extraordinaria de verano, como la de Navidad, se fue equiparando a una mensualidad y su abono se adelantó a junio, quedando desvinculada de la conmemoración del golpe de Estado. En la actualidad las pagas extraordinarias están reguladas por el Estatuto de los Trabajadores y por los convenios colectivos y se reconocen como parte del salario bruto. Pero siempre agrada recibir la paga para hacer frente a los gastos de las vacaciones.
El detalle: Las vacaciones pagadas
El derecho a disfrutar de una semana anual de permiso retribuido fue reconocido por la Ley del Contrato de Trabajo de 1931, durante la Segunda República, aunque tuvo poco efecto en un país que entonces era predominantemente agrícola. Ya con anterioridad, desde 1918, los funcionarios públicos y los marinos podían disfrutar de un periodo de descanso de quince días. En Europa fue todo un hito en la conquista de derechos laborales el establecimiento en Francia de las vacaciones pagadas de dos semanas por el gobierno del Frente Popular en 1936.
En la España de la postguerra el Fuero del Trabajo reconocía el derecho a vacaciones pagadas, que quedaban determinadas en las reglamentaciones establecidas para cada sector profesional y, de hecho, casi a discreción del empresario. Los cambios sociales y económicos de los años sesenta permitieron que la legislación laboral española se asimilara a la europea. La Ley de Relaciones Laborales de 1976 ya reconocía un mínimo de veintiún días naturales al año, que posteriormente el Estatuto de los Trabajadores amplió a treinta.
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