Ramón de la Sagra y el ingenio azucarero de Torre del Mar
Víctor Heredia
Sábado, 9 de agosto 2025, 00:33
En Torre del Mar se conservan los restos de la antigua azucarera Nuestra Señora del Carmen, que dejó de funcionar en 1991. Son la Casa del Ingeniero (sede de la tenencia de alcaldía), tres chimeneas, algunas piezas de la maquinaria de la fábrica, como la máquina de vapor construida por Fives-Lille en 1900, y la nave convertida en centro cultural. En su interior hay una exposición permanente sobre la historia del azúcar en la Axarquía.
La caña de azúcar es un cultivo muy ligado históricamente al litoral malagueño y granadino. En la Axarquía el cultivo de la caña llegó a ocupar hasta 5.000 hectáreas, que producían anualmente más de 100.000 toneladas de caña, la cual era molturada y convertida en azúcar y otros productos en más de una docena de industrias de grandes dimensiones y equipadas con moderna maquinaria. Toda esta historia azucarera se ha plasmado en la existencia de un amplio y amenazado patrimonio industrial, repartido por toda la comarca.
Aunque la presencia de la caña de azúcar en España está documentada desde el siglo X, no sería hasta el XVI cuando se expandió su cultivo en la franja mediterránea andaluza. Pronto tuvo la competencia de las grandes plantaciones establecidas en América, que redujeron los mercados del producto malagueño. Las instalaciones dedicadas a la extracción del azúcar de caña, los denominados trapiches e ingenios, en función de si se activaban con tracción animal o con energía hidráulica, arrastraron una difícil supervivencia hasta mediados del siglo XIX.Por entonces el panorama cañero se reducía a unas 300 hectáreas de cultivo y a algunas instalaciones fabriles activas, repartidas entre Frigiliana, Vélez-Málaga, Torrox, Nerja y Maro.
En 1845 aparecerá un nombre que destaca en la historia de la caña de azúcar en Andalucía: Ramón de la Sagra. En 1845 este polifacético gallego, dotado de una extraordinaria formación y que había conocido en Cuba los nuevos procesos industriales de obtención del azúcar, decidió, en compañía de otros socios, construir una moderna fábrica para moler caña en la costa andaluza. Para ello, ese mismo año elaboró un detallado 'Informe sobre el cultivo de la caña y la fabricación de azúcar en las costas de Andalucía', en el que propuso una serie de medidas para modernizar el sector mediante la introducción de técnicas y procedimientos novedosos.
La Sagra, que en esos momentos también estaba implicado en el proyecto del Canal de Dalías para poner en regadío tierras en la provincia de Almería, estaba convencido de que una industria azucarera instalada según los últimos adelantos de la época podría proporcionar unos rendimientos semejantes a los antillanos. Sin embargo, muy pronto se distanció de sus socios, que desconfiaban dela «dimensión social» del proyecto de La Sagra y éste decidió emprender su aventura en solitario. Aquéllos (con el título de Sociedad Azucarera Peninsular) construyeron una fábrica en Almuñécar utilizando el sistema Derosne-Cail, cuyos derechos habían adquirido en exclusiva.
Por su parte, La Sagra se hizo con un antiguo trapiche en Torre del Mar sobre el que levantó una moderna fábrica, bajo la denominación de Sociedad El Porvenir, en la que aplicó la fuerza del vapor abriendo así una nueva etapa industrial en el sector. Adquirió los generadores de vapor al constructor Mazeline de El Havre, mientras que las restantes máquinas tenían patente belga. Pensaba ampliar el negocio con la fabricación de harina, aceite de oliva y jabón. Sin embargo, el establecimiento fabril fracasó a causa de varias circunstancias adversas, entre las que se contó el naufragio del barco que transportaba desde Bélgica parte de la maquinaria que La Sagra había encargado para poner en marcha la fábrica. Además, el duro invierno de 1846 afectó a las plantaciones de caña. El gallego editó en Málaga una publicación titulada 'El Azucarero', que sacó cinco números y que le sirvió para exponer las bases de su proyecto industrial y social. El Liceo llegó a nombrarle socio de honor.
Desalentado por los pobres resultados obtenidos y por la incomprensión que estaba sufriendo, en 1847 Ramón de la Sagra vendió la fábrica a Juan Nepomuceno Enríquez, quien a su vez la traspasó a Martín Larios en 1852. Con los Larios el ingenio de Torre del Mar, con el nombre de Nuestra Señora del Carmen, se convirtió en uno de los más importantes de toda la costa andaluza. Pero a La Sagra cabe atribuirle el mérito como introductor de la modernización en el sector azucarero. Como indica Francisco Rodríguez Marín, puso las bases de una industria que fue enormemente próspera durante más de medio siglo. Una aportación que supuso para él, como afirma Ascensión Cambrón, una amarga experiencia personal y, en cierto modo, el fracaso de sus teorías sociales.
Un socialista racional
El coruñés Ramón de la Sagra (1798-1871) fue un hombre polifacético: naturalista, político y economista. Estudió Ciencias Naturales y entró en contacto con la masonería antes de instalarse en Cuba. Seguidor de Fourier, Saint-Simon y el barón de Colins, defendió la creación de un orden social racional basado en la educación. Su pensamiento se inserta en la corriente del socialismo racional y fue considerado un filántropo que intervino en cuestiones como la reforma penitenciaria. Promovió varias publicaciones periódicas y escribió numerosos libros de carácter científico. Ocupó la cátedra de Historia Natural y la dirección del Jardín Botánico de La Habana. Propuso la aplicación de nuevos métodos científicos y técnicos para el cultivo de la caña y otros productos de la isla, aunque sus ideas contrarias a la esclavitud lo enfrentaron a las élites cubanas. Luego viajó por Estados Unidos y Europa. Fue diputado en varias ocasiones, pero sus proyectos sociales le distanciaron del gobierno. Vivió muchos años en Francia, donde se dedicó a completar su monumental obra sobre Cuba. Murió en Suiza en 1871.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión