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VÍCTOR HEREDIA
Miércoles, 14 de agosto 2019
Se suele tener como primer establecimiento hotelero de la Costa del Sol el Castillo de Santa Clara, que a finales de la década ... de 1920 fue alquilado por su propietario, Mr. Langworthy, para que funcionara como hotel aprovechando su magnífica situación en la Punta de Torremolinos. A mediados de los años treinta la oferta de alojamientos turísticos en una costa que aún no tenía apellido era muy reducida, pero ya se esforzaba en captar mediante la publicidad a los turistas extranjeros que se acercaban al litoral andaluz buscando el buen clima y cierto exotismo.
Una guía en inglés para el año 1935 recogía anuncios de hoteles urbanos, como el Regina del suizo Heierle, el Niza y el Victoria y la Pensión Córdoba –estos tres últimos en la calle Larios–, la Pensión Hacienda Giró de Mr. Faber «con magníficas vistas del Mediterráneo» o el Caleta Palace y su «American bar». El más veterano de los alojamientos modernos de la provincia era el Reina Victoria –en los años de la República solo Victoria– de Ronda, inaugurado en 1906 y gerenciado por Mrs. Law. En la costa se publicitaban el Santa Clara, dirigido por Nancy y Mark Hawker, el Miramar de Marbella, abierto en 1933 por José de Laguno y María Zuzuarregui y el Orilla del Mar, en Calahonda (Mijas), propiedad del matrimonio Owen y que ya ofrecía un minigolf en sus instalaciones.
En esos momentos estaba dando sus primeros pasos en Torremolinos el Parador de Montemar de Carlota Alessandri. En Málaga se había formado una débil oferta de hospedaje en la zona de La Caleta. A principios de siglo ya funcionaban el Hotel Miramar, de corta vida e instalado en un chalé de El Morlaco, la casa de huéspedes Villa Cámara, en la avenida de Príes, la Pensión Limonar, a la entrada del paseo de este nombre, y la Pensión de Mrs. Cooper, antecesora de la Hacienda Giró de Faber. En 1926 se había inaugurado el imponente Hotel Príncipe de Asturias, claramente orientado hacia una clientela aristocrática.
Pero el primer establecimiento que puede ostentar el título de haber sido construido expresamente para uso hotelero junto a la playa y con una arquitectura concebida para el relax es, sin duda, el Caleta Palace, cuyo edificio cumple en este año un siglo de existencia.
Su historia arranca mucho antes. En la desembocadura del arroyo de la Caleta había existido uno de los muchos ventorrillos distribuidos por aquellas playas, llamado de Cayetano. Hacia 1880 fue adquirido por Epifanio García, quien transformó la vieja venta en el Restaurante-Café Hernán Cortés. El nuevo local de restauración disponía de una extensa parcela que se extendía entre la carretera de Almería y el mar, y poco después incorporó un pequeño hotel que se anunciaba como British Pension. En sus amplios jardines, equipados con un escenario para actuaciones teatrales y musicales, se celebraron multitud de banquetes y eventos sociales.
En 1911 se produjo un cambio de propiedad y fue adquirido por José Simón, que introdujo algunas mejoras y amplió el pabellón del comedor. Era un reconocido empresario de origen cordobés que poseía dos hoteles en la calle Larios (el Simón y el Bristol) y cuya familia gestionaba alojamientos en varias ciudades.
José Simón vio las enormes posibilidades que presentaba el emplazamiento del Hernán Cortés y la necesidad de acometer una completa reestructuración de las instalaciones existentes. Pero para ello necesitaba capital, y lo halló mediante la formación en 1918 de una sociedad anónima denomina Caleta Palace. Entre los accionistas figuraban reconocidos comerciantes e industriales malagueños como Félix Sáenz, Augusto Taillefer, Prósper Lamothe y Juan Pérez Fajardo, entre otros.
A continuación Simón, como apoderado-gerente de la sociedad inició los trámites para ampliar y reformar el establecimiento con un proyecto del arquitecto Fernando Guerrero Strachan. Entre 1919 y 1920 se construyó un gran pabellón dispuesto en sentido norte-sur en la parte que lindaba con el arroyo. Aunque respetaba la mayor parte de la superficie del jardín, suponía un incremento notable del volumen edificado y respondía a una nueva concepción del negocio hotelero vinculado al incipiente turismo que buscaba la playa y el sol. La orientación del nuevo pabellón permitía aprovechar al máximo la luz natural y las vistas al mar. Además, el Hernán Cortés, que a partir de 1925 se denominó ya Caleta Palace, disponía de acceso a una pequeña playa en la desembocadura del arroyo.
El Caleta Palace, con su nueva imagen, estuvo abierto algo más de dos décadas. En 1942 sus propietarios lo vendieron a la Falange para que se transformara en el Sanatorio Francisco Franco de la Obra Sindical 18 de Julio. Entonces comenzó una nueva etapa en su centenaria historia.
Cuando estalló la guerra, en julio de 1936, el Caleta Palace no dejó funcionar como hotel y se convirtió en una referencia para la comunidad extranjera que se mantuvo en la ciudad durante los primeros meses del conflicto. Un buque de guerra británico permanecía anclado frente al hotel para proceder a la evacuación de los ciudadanos de esa nacionalidad cuando fuera necesario. En esos difíciles momentos también fue lugar de referencia para la acción de George Grice-Hutchinson, que utilizaba la minúscula playa situada junto al Caleta Palace para atracar su yate 'Honey Bee' y sacar de la ciudad a personas perseguidas. En el establecimiento se alojó un grupo de pilotos rusos que participaron en la defensa aérea de Málaga. Arthur Koestler y Gerda Grepp también pasaron por sus habitaciones. Una vez ocupada la ciudad por las tropas franquistas el hotel siguió abierto, alojando preferentemente a mandos militares. Allí murió en 1938 el general Cabanellas, primer presidente de la Junta de Defensa de los sublevados antes de que Franco asumiera el mando absoluto.
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