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VÍCTOR HEREDIA
Domingo, 29 de agosto 2021, 00:13
El Museo Arqueológico Provincial de Málaga fue creado por un decreto de 2 de septiembre de 1947, tomando como base para su formación las colecciones ... arqueológicas de la Alcazaba y del Museo Provincial de Bellas Artes, a las que se sumarían las piezas procedentes de las excavaciones realizadas a partir de entonces. Quedaba establecido en las salas de la Alcazaba que habían sido ofrecidas por el Ayuntamiento según un acuerdo municipal de 14 de junio del año anterior.
Su gestión quedaba encomendada al Cuerpo facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos e inmediatamente se convocó el concurso para adjudicar la dirección del nuevo Museo, del que resultó el nombramiento para el puesto de la funcionaria Francisca Ruiz Pedroviejo, que hasta entonces prestaba servicio en el Museo Numantino de Soria. La nueva directora se encontró en realidad un conjunto expositivo ya montado y en funcionamiento desde varios años atrás.
En la Alcazaba existía un museo que se había formado con las piezas halladas durante los trabajos de restauración que habían comenzado en 1933 gracias a la iniciativa de Ricardo de Orueta y que se habían desarrollado con la participación de los arquitectos Leopoldo Torres Balbás, José González Edo y Fernando Guerrero-Strachan Rosado. Una labor que siempre había contado con el esfuerzo entusiasta e ilustrado de Juan Temboury Álvarez, conservador del recinto, quien fue el encargado de reunir y dar forma a la exposición de los diversos materiales arqueológicos descubiertos en esos años en el interior del monumento.
El primer museo arqueológico malagueño surgió en el siglo XIX y tuvo carácter privado. Fue el Museo Loringiano que Jorge Loring y Amalia Heredia reunieron en su finca de La Concepción, a las afueras de la ciudad. Su magnífica colección, que se había iniciado con las tablas de las leyes Malacitana y Salpensana, rivalizaba con las mejores del país y empezó a disgregarse poco antes de la muerte de sus creadores en 1900 y 1902, respectivamente. Con una condición muy menor, el cronista Díaz de Escovar formó un pequeño museo arqueológico vinculado a la Academia de Declamación.
Pero el futuro Museo Provincial se gestó durante la Guerra Civil. La recuperación de la Alcazaba continuó durante ese periodo y Juan Temboury aprovechó el avance de los trabajos y la aparición de nuevos materiales para la instalación de un museo de iniciativa municipal que se concretó en 1939. La recuperación de objetos artísticos y arqueológicos incluyó el traslado a la Alcazaba de muchas de las piezas del Loringiano que aún permanecían en La Concepción, por entonces propiedad de Amalia Echevarrieta.
En un reportaje publicado en Diario SUR se afirmaba que era «pequeño, pero rico en ejemplares sabiamente presentados, con referencias interesantísimas, planos, mapas y cartelas primorosas». La sala dedicada a la Prehistoria, organizada por el arqueólogo Simeón Giménez Reyna, comisario provincial de excavaciones arqueológicas, exhibía más de 400 objetos del Paleolítico y del Neolítico procedentes de toda la provincia, con especial atención a las Cuevas de la Pileta y de Doña Trinidad. La mayor parte de estas piezas habían sido cedidas por la Sociedad Malagueña de Ciencias. En un pasillo se había habilitado una sala que recogía bajo el título de Culturas del Mediterráneo restos de los periodos griego, púnico y egipcio.
En el espacio dedicado a la época romana se admiraban estatuas, cerámicas, estelas funerarias, vidrios, monedas, ánforas y otros objetos. La siguiente estancia estaba destinada específicamente a la epigrafía, con lápidas y fragmentos arquitectónicos de los periodos paleocristiano, visigótico, islámico y mozárabe. En los Cuartos de Granada, alrededor de los patios del recinto superior, se exponían las muestras de cerámica medieval procedentes de las excavaciones realizadas en la propia Alcazaba. En los jardines se repartían las piezas de mayor tamaño, entre ellas el gran pie votivo, aras, inscripciones y ánforas. Ya por entonces el Museo contaba con un gran taller de restauración con una amplia experiencia en la labor de recuperación del palacio-fortaleza y cuyos especialistas eran demandados desde otras instituciones museísticas.
Este Museo de la Alcazaba se convirtió, como vimos, en Arqueológico Provincial en 1947 gracias al ofrecimiento del Ayuntamiento, integrándose desde entonces en la red de museos estatales. Desde el principio se entendió que se trataba de una sede provisional, puesto que no permitía exponer los materiales que se iban sumando a la colección ni reunía las condiciones adecuadas para su exhibición. En 1972 se refundió con el Museo Provincial de Bellas Artes para crear el Museo de Málaga. La sección arqueológica se mantuvo abierta en la Alcazaba hasta su clausura en 1996. Hoy en día sus colecciones, notablemente ampliadas con los hallazgos de las últimas décadas, se pueden admirar en el espléndido espacio de la Aduana.
Con el de hoy ponemos fin a la serie de artículos que, por tercer verano consecutivo, hemos preparado mi compañero Fernando Alonso y yo. Esperamos que, gracias a esta tribuna que nos ha ofrecido SUR, hayan disfrutado de nuestras pequeñas historias de Málaga.
La primera directora del Museo Arqueológico Provincial fue la soriana Francisca Ruiz Pedroviejo (1910-1977), que estuvo al frente del mismo entre 1947 y 1957 y cuya biografía ha sido trazada por Juan A. Gómez-Barrera. Se licenció en Historia Medieval en 1935 y está incluida en la primera generación de arqueólogas españolas. Había participado en el crucero universitario por el Mediterráneo organizado en 1933, que pretendía ofrecer al alumnado de las carreras de Letras una lección viva. En el caso de Paquita Ruiz aquel viaje ayudó a modificar su inicial vocación docente por su futuro profesional vinculado a los museos. Ingresó en el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos en 1944 y en los años siguientes estuvo en prácticas en museos de Córdoba, Sevilla y Soria, hasta que consiguió por oposición el puesto de directora del recién creado Arqueológico malagueño, que compatibilizó con la docencia en el Instituto Masculino. Pasó un año en Madrid trabajando en la reapertura del Museo Arqueológico Nacional y en 1957 obtuvo plaza de conservadora en el Museo Nacional de Reproducciones Artísticas, del que fue también directora desde 1965 hasta su fallecimiento.
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