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Uno de los lugares que más cariño e interés despiertan en los malagueños son los Baños del Carmen, quizá porque son un claro reflejo de ... la nostalgia que transmiten, la de un tiempo ido que ya no volverá. ¡Qué buenos momentos pasaron allí muchos de nuestros mayores y antepasados! Hoy cumplen 102 años. Cuando se inauguraron vivían en Málaga unos 150.000 malagueños. Ese año de 1918 fue muy duro por culpa de la gripe que asoló todo el país y causó la muerte de unos 200.000 españoles, de ellos unos 1.500 en Málaga.
Debemos a María Pepa Lara García el estudio sobre el origen y la historia de este popular balneario. Fue el empresario Enrique García de Toledo y Clemens el que levantó este proyecto innovador que ofrecía baños de mar en agua abierta, frente a los que se disfrutaban en albercas o tras las esteras de los baños de Apolo o La Estrella. Estos últimos habían sufrido un incendio el año anterior y los de Apolo no daban abasto para absorber tanta demanda. En cambio, los Baños del Carmen se anunciaban como unos baños modernos e higiénicos, a la manera de los de Santander o San Sebastián. Estaban dotados de cincuenta casetas, todas con luz, juego de tocador y sillas frente al mar. Para los días de oleaje se colocaron estacas en el mar con cuerdas para que los intrépidos bañistas se agarrasen a ellas. Además había un bote salvavidas, por si acaso.
Desde su inauguración los Baños del Carmen se convirtieron en los baños preferidos de la burguesía malagueña. Al año siguiente ya ofrecían una oferta de ocio insuperable con su restaurante de 300 metros cuadrados (en su origen un cañizo y desde 1933 un edificio de dos plantas), dos quioscos para refrescos, mil metros cuadrados de toldos para que el público disfrutase de la sombra, pista de baile, carrusel y tiro al blanco. En 1920 se dotó al balneario de una pantalla de cine para poder ver películas al lado del mar. Nuestro primer cine de verano. Ese mismo año se construyó un embarcadero. Del año siguiente datan las pistas de tenis y de 1922 el histórico campo de fútbol. Ya entonces los Baños del Carmen abrían todo el año. Más adelante se estrenó una pista de patinaje de dos mil metros cuadrados y un acuario. El afán de innovar y de sorprender de sus promotores era evidente, como lo demuestra su famosa fuente, instalada por el propietario de la Vinícola Malagueña, de la que manaba dorado vino de jerez.
El balneario de Nuestra Señora del Carmen, popularmente conocido como los Baños del Carmen, pronto fue el centro de la vida social malagueña, con sus famosas reuniones a la orilla del mar y sus verbenas. Se cuenta que sus columnas de mármol procedían de los antiguos conventos malagueños. Le daban un toque elegante y glamuroso. Hasta la propia reina Victoria Eugenia visitó los Baños del Carmen con sus hijos para asistir a un torneo de tenis en 1928. Tan modernos eran que había una zona reservada para las familias en la que las señoras podían entrar siempre que fuesen acompañadas de sus maridos.
Después de la Guerra Civil volvió la separación por sexos. En 1957 todavía se prohibían algunas prendas de baño por indecorosas en aquella playa de piedrecitas, rocas y cantos rodados más que de arena fina. Allí iban los jóvenes malagueños con ganas de bailar y de encontrar pareja, atraídos por las orquestas, artistas y sorteos de regalos, algunos tan curiosos como un bolso de Soto y Merlo, una petaca de Sublime o una camisa de Camisería Madrileña. Fueron famosas sus veladas de San Juan a las que, se dice, llegaron a acudir 10.000 personas.
Con el tiempo el campo de fútbol se adaptó para celebrar pruebas hípicas. En 1958 se convirtió en un camping de 300 plazas. En los años sesenta se celebraba en los Baños del Carmen el Festival de la Costa del Sol, con la actuación de Nuria Espert o Antonio el Bailarín. Pero en 1982 la ley de Costas permitió el acceso gratuito a las playas. Los 40.000 metros cuadrados que ocupaba al balneario fueron comprados por una constructora en 1988 por 200 millones de pesetas. En 1996 se pretendió construir 600 viviendas y un puerto deportivo, lo que provocó una fuerte oposición ciudadana.
Hoy los Baños del Carmen, con su atmósfera de abandono y su situación privilegiada, permiten disfrutar de unos atardeceres mágicos, únicos en el mundo.
Hace un par de años se publicó un hermoso libro para conmemorar el centenario de los Baños del Carmen. En él la periodista e historiadora Ana Pérez-Bryan explicaba que estas playas se conocían como las de la Torre de San Telmo, por la torre vigía homónima que databa de época nazarí. El cerro sobre el que se levantaba dicha torre fue dinamitado en 1880 y se utilizó como cantera para rellenar el morro de poniente del Puerto de Málaga. Se acondicionó entonces el Camino de la Desviación para poder pasar de Málaga a Pedregalejo. Y en las cercanías se habilitó el llamado, según los planos de la época, como puerto de la Cantera para embarcar las piedras en barcazas.
Al abandonarse con los años este pequeño embarcadero se formó una laguna de manera natural. Fue conocida como laguna de Pedregalejos y tenía una profundidad de algo más de tres metros en algunos puntos. Esta gran charca fue desecada plantando numerosos eucaliptos para poderse así levantar el balneario.
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