La Farola y la batería de San Nicolás a fines del siglo XIX.
Historia de un baluarte portuario: la Batería de San Nicolás
TRIBUNA DE LA HISTORIA ·
La fortaleza de San Lorenzo del siglo XVIII desempeñó durante muchos años una destacada defensa de la ciudad de Málaga y de su puerto. Una vez decretada su demolición a partir de 1800, sobre ella se levantó una Alameda que hoy constituye uno de los espacios más acogedores de la capital
FRANCISCO CABRERA PABLOS
Martes, 15 de octubre 2019, 00:36
Málaga sufrió con frecuencia en estas aguas mediterráneas y a lo largo de su dilatada historia la presencia de armadas enemigas: armadas que dificultaban extraordinariamente el tráfico portuario y la vida de los ciudadanos. Esta circunstancia y la importancia de su comercio obligaron a las autoridades locales a una constante vigilancia de las escasas fortificaciones que entonces existían en la fachada sur malacitana, reforzando los baluartes de la línea de costa y construyendo otros tantos cuando el estado de las políticas internacionales así lo aconsejaba.
Ya en otros momentos y gracias a la hospitalidad de SUR nos acercamos brevemente al Castillo de San Lorenzo, una fortaleza propia del siglo XVIII que desempeñó durante muchos años una destacada defensa de la ciudad y de su puerto. Fortaleza sobre la que una vez decretada su demolición a partir de 1800 se levantó una Alameda que hoy constituye uno de los espacios más acogedores de esta ciudad.
No obstante, el mencionado hornabe que no era suficiente para la protección de los buques anclados en el interior de la dársena y, por esa razón, las sucesivas ampliaciones de estos muelles a lo largo de los años siempre contemplaban una propuesta para fortificarlos.
El ingeniero militar Bartolomé Thurus fue el primero que planificó la construcción de una batería y un faro en la cabeza del dique de levante a partir de 1717. La evolución de las obras portuarias y la muerte del propio Thurus poco después de iniciadas obligaron a Felipe V a enviar a Málaga a uno de los más prestigiosos profesionales del momento: Jorge Próspero de Verboom, el cual acababa de fundar el Cuerpo de Ingenieros Militares que reglamentaba tan importante profesión y la Real Academia Militar de Matemáticas de Barcelona.
El citado Verboom mantuvo la defensa proyectada por su antecesor en el cargo, aunque modificando el plano que aquel propuso a una planta circular sobre una plataforma de 50 metros. Entendía que, con esa forma, la edificación soportaría mejor las tormentas de levante, sin duda las más peligrosas de estas aguas. También mantenía el citado ingeniero el fanal, elemento imprescindible para el adecuado funcionamiento de las instalaciones. Una vez estuviese funcionando el fuerte, cruzaría sus fuegos con los del ya citado de San Lorenzo, impidiendo la entrada al interior del puerto de buques enemigos o sospechosos de padecer a bordo alguna patología contagiosa. Proponía además para el baluarte que habría que construirse el nombre de Castillo del Rey, en honor de Felipe V.
Proyecto de Jorge Próspero de Verboom sobre el Puerto y sus fortificaciones.
Service Historique de la Défense, Château de Vicennes. París.
De todas formas, mientras que las obras portuarias no estuviesen terminadas no era posible la construcción ni del fuerte ni del faro que iban al final del muelle, razón por la cual hubo que levantar una batería provisional en 1739 con tan solo tres piezas de artillería. Algo más tarde, en enero de 1748, el capitán general de la costa del Reino de Granada solicitó al marqués de la Ensenada que le permitiera reparar la citada defensa que ya entonces se hallaba en muy mal estado. Sin embargo, nada se hizo, puesto que, según el ministro, lo prudente era terminar el dique y edificar en su cabeza un castillo de mayor envergadura tal y como estaba previsto en los proyectos anteriores. Y pasaron los años.
En 1761 las autoridades portuarias intentaron una vez más la construcción de dos baluartes, uno destinado al muelle de levante y otro para el de poniente «a fin de colocar alguna artillería para resguardo y defensa del mismo puerto y de las embarcaciones que hay en él». El presupuesto podría alcanzar según el ingeniero director los 20000 reales de vellón.
Muelle de levante con la batería proyectada. Juan Martín Zermeño (1772).
Centro Geográfico del Ejército. Madrid.
Sin embargo, tampoco en esta ocasión se acometieron las obras, limitándose el gobernador a ordenar el traslado a la batería provisional situada en la explanada del dique de levante de algunos de cañones de los que había en la Alcazaba y en el Torreón del Obispo.
Entre tanto, los trabajos portuarios proseguían. A comienzos de 1770 el denominado muelle viejo se hallaba ya, al fin, bastante consolidado, y por consiguiente la Real Junta de Obras propuso al Rey una fortificación que pretendía ser definitiva.
El autor fue el ingeniero general Juan Martín Zermeño, que realizó el proyecto estando destinado en Barcelona en el verano de 1772. Este técnico conocía muy bien el Puerto de Málaga y sus defensas, puesto que estuvo aquí destinado como director de las obras en 1738. Su propuesta consistió en un edificio de planta elíptica, dotado de foso, puente levadizo, polvorín, cisterna para las aguadas, cuartos destinados a la tropa, cuerpo de guardia y almacenes. El presupuesto alcanzaba la nada desdeñable cifra de 811 759 reales de vellón.
Desgraciadamente y a pesar de la aprobación real, las autoridades portuarias malacitanas carecían de fondos para acometer las obras. En consecuencia, aún permanecería el baluarte provisional, del que hemos venido hablando en el curso de estas páginas, durante mucho tiempo en la cabeza del muelle de levante para proteger la entrada a este puerto.
En 1780, el monarca aprobó la propuesta de reforzar la batería a barbeta que aún existía dotándola con seis piezas de a 24; batería que no se recoge en la cartografía de aquellos años. Y es que la carencia de medios económicos continuaba.
Plano de la batería que se propone en la Cabeza del Muelle. Juan Martín Zermeño (1772).
Centro Geográfico del Ejército. Madrid
Quizás por eso, el Rey se vio precisado a emitir en febrero de 1786 una orden autorizando al Ayuntamiento de Málaga a sacar al pregón la venta de los terrenos que ocupaban las antiguas murallas de la ciudad, en este tiempo absolutamente inoperantes desde el punto de vista militar. Lo recaudado por la enajenación de dichos solares se destinarían a la edificación de las dos baterías propuestas desde hacía tanto tiempo para el muelle de levante y el de poniente.
Una vez realizada la venta del cinturón amurallado y recaudados los necesarios dineros para el proyecto, el presidente de la Real Junta de Obras, marqués de Vallehermoso, ordenó al teniente coronel de ingenieros y comandante de esta plaza Alfonso Ximénez que preparase el proyecto. Pocos meses después, el citado técnico presentaba a sus superiores plano y memoria para su aprobación, iniciándose los trabajos casi de inmediato.
Plano del Puerto y sus fortificaciones. Francisco de la Torre (1772).
Archivo General de la Marina. El Viso.
La batería de la que hablamos fue levantada a barbeta —sustituyendo a la anterior— con una capacidad máxima de 18 piezas del calibre 24, lo que sin duda le daba la suficiente envergadura como para rechazar cualquier ataque a este puerto. Según Medina Conde se inauguró el 30 de noviembre de 1786, aunque suponemos que se entregaría al llamado Ramo de la Guerra días después, quizás el 6 de diciembre onomástica de San Nicolás: de ahí el nombre. Su superficie alcanzaba los 1292,10 metros cuadrados con un trazado casi circular, enfrentada al mar y cerrada por la gola por un rastrillo. Con una cota de cuatro metros constaba de una plataforma para la artillería y algunas instalaciones menores para almacenes y tropa.
Batería de San Nicolás. Alfonso Ximénez (1786).
Archivo General de la Marina. El Viso.
En cualquier caso, debemos insistir en que este baluarte se planificó en la creencia de su provisionalidad. En el plano de Carrión de Mula fechado en 1791 se recoge la propuesta de una construcción de mayor envergadura. Sin embargo, el paso de los años terminaría convirtiendo a esta batería «interina» en definitiva, a pesar de los sucesivos intentos de acometer una edificación más sólida realizados por los ingenieros militares con mando en esta plaza. Y así, tanto en lo que quedaba de siglo como en buena parte del siguiente.
En abril de 1812, en una Málaga aún dominada por los soldados de Napoleón, tuvo lugar un desembarco de las tropas aliadas en la citada batería poniendo en fuga a los defensores galos. El avance de los ejércitos españoles obligaría meses después a la retirada definitiva de los franceses, figurando ya en la documentación archivística de aquellos años este baluarte con el nombre de San Nicolás.
A lo largo de lo que restaba del siglo XIX fue perdiendo su utilidad militar a medida que avanzaba la línea de costa y el puerto iba ampliando sus muelles y sus instalaciones. Sin embargo, en el proyecto del ingeniero Rafael Yagüe, que fue aprobado en 1878, el fuerte que venimos analizando en este artículo aún se mantenía en la misma ubicación, frente al mar y a los pies de la malagueña Farola.
Plano del Puerto con sus fortificaciones. Joaquín. M.ª Pery (c. 1815).
Archivo del Museo Naval. Madrid.
En plena Primera Guerra Mundial, el comandante Juan Maury reconocía que la batería de San Nicolás estaba desartillada y no prestaba ya ningún servicio. Las únicas ocho piezas de a 8 que todavía contenía se destinaban a las salvas de ordenanza que se disparaban cuando entraba en puerto algún buque de la armada de un pabellón amigo.
Plano de situación de la batería de San Nicolás en 1876.
Rafael Yagüe y Bull.
Artillada durante la Guerra Civil y desartillada después, se iniciaron a su término los trámites para su desmantelamiento, dada la incomodidad que producía en la urbanización de la zona y en los propios edificios: entre ellos, el Real Club Mediterráneo, nacido en 1873, cuyas instalaciones terminarían ocupando con el paso del tiempo una parte de su superficie.
Maqueta de la batería de San Nicolás. Cortesía de Antonio Lara Villodres (2017).
Archivo de la Autoridad Portuaria.
Al fin, el ingeniero Núñez Casquete terminó redactando el «Proyecto de traslado de la batería de San Nicolás» en 1951 a una zona cercana: un traslado que no llegó a producirse, una vez aprobada la urbanización del actual Paseo de Melilla donde el técnico situaba la nueva defensa.
En resumen, la batería de San Nicolás realizó una importantísima labor, ocupándose durante algo más de un siglo de vigilar la entrada a los muelles malagueños y protegiendo a los buques que atracaban en su interior. De forma extraordinariamente resumida esta ha sido su historia.
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