Fiódor Dostoyevski.

Del escritor ludópata al Papa mártir: Fiódor Dostoyevski y Silverio

Albas y ocasos ·

Tal día como hoy nacía Fiódor Dostoyevski, quien mientras escribía 'Crimen y Castigo' se había ido fundiendo el peculio familiar en balnearios termales con ruleta, y moría el Papa Silverio, número cincuenta y ocho de la promoción pontificia.

maría teresa lezcano

Domingo, 11 de noviembre 2018, 00:36

Tal día como hoy nacía Fiódor Dostoyevski, quien mientras escribía 'Crimen y Castigo' se había ido fundiendo el peculio familiar en balnearios termales con ruleta, y moría el Papa Silverio, número cincuenta y ocho de la promoción pontificia.

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Fiódor Dostoyevski. Del 11-11-1821 al 9-2-1881

Moscú, once de noviembre de 1821. Soplaba de los Urales un viento que cortaba hasta el vodka y más soplaba María Fiódorovna para expulsar de su matrioshka uterina a su segundo hijo en un moscovita hospital para pobres donde había acudido no por pobre sino por esposa del médico titular. Habida cuenta que a la Fiódorovna la captó unos años después la gran secta del Bacilo de Koch y que al padre médico lo finaron, mediante el original método de obligarle a beber vodka como si no hubiera un mañana sobrio, sus siervos mancomunados que ya estaban hasta las balalaikas de ser zurrados día sí día también, a Fiódor empezaron a darle ataques de epilepsia que, convulsión va, migraña viene, le hicieron transitar de la ingeniería a la literatura. Tras el éxito de su ópera prima Pobres Gentes, las críticas negativas que recibieron sus obras posteriores encaminaron a Dostoyevski hasta la depresión mientras el zar Nicolás I lo encaminaba a su vez, por formar parte del grupo intelectual Círculo Petrashevski, en primer lugar hasta la cárcel y acto seguido hasta Siberia donde fue salvado in extremis de ser fusilado mientras le daban literalmente los siete ataques y le conmutaban la pena de muerte por cinco años de trabajos forzados. Ya liberado y reconvertido en el ínterin en un cristiano acérrimo que hoy te criticaba el nihilismo, mañana el movimiento socialista y pasado el idealismo europeo, Dostoyevski se sumergió en la que habría de ser una de sus obras capitales, Crimen y Castigo, en cuyos descansos se iba fundiendo el peculio familiar en balnearios termales a los que no acudía por sus aguas sulfurosas sino por sus ruletas presurosas, experiencias que quedarían patentes en su novela El Jugador. Cuando llegaron los Hermanos Karamazov a rescatarlo, Fiódor ya había convulsionado epiléptica y ludópatamente por las barajas de Wiesbaden y los tapetes de Baden-Baden, donde coincidió con su colega Turguénev, a quien intentó en vano dar el sablazo característico de todo gorrón jugador, y al que el autor de «Padres e hijos» respondió con la no menos característica mala sombra de los que van a las termas por sus aguas, siendo rebatido por Dostoyevski en la distancia: «Yo digo que dejemos que el mundo se vaya al infierno, pero siempre debería tomar antes mi té». Do svidaniya.

Papa Silverio. ¿? al 11-11-537

Mil doscientos ochenta y cuatro años antes del nacimiento moscovita de Dostoyevski, moría en Palmarola el papa número cincuenta y ocho de la Iglesia Católica, que apenas ejerció un año como Obispo de Roma. Silverio, hijo legítimo del Papa Hormisdas – quien se había casado con una mujer antes de desposarse con la divinidad –, fue a su vez empapado, no como consecuencia de un chaparrón palatino sino mediante mitra y solideo y con el apoyo del rey ostrogodo Teodato. Comoquiera sin embargo que Italia no tardó en ser invadida por los bizantinos, los nuevos amos despaparon a Silverio para empapar convenientemente a Vigilio, el cual era monofisita a días alternos, es decir que puede que el lunes sostuviera que Jesús está presente en la naturaleza divina pero no en la humana para autorebatirse el martes, desrebatirse el miércoles, rerebatirse el jueves, contrarebatirse el viernes y descansar los fines de semana, un sinvivir apostólico y romano. El caso es que, para que Vigilio pudiera surfear más o menos monofisistamente la ola pontificia, a Silverio tuvieron que enviarlo a contar crucifijos a otro lado, y el lugar elegido para su exilio fue la ciudad turca de Patara, donde se empachó de dátiles y engañó a Dios consultando al oráculo de Apolo con tanta insistencia que el obispo patarense le dijo al emperador Justiniano, o te lo llevas o nos lo abduce el politeísmo, tú verás. Accedió Justiniano y repatrió a Silverio antes de que éste se convirtiera a la mitología griega y lo mandó a tomar viento tirreno a la isla de Palmarola, donde el expapa se las prometía muy felices hasta que desembarcó y se encontró con que había más gaviotas que personas y más alacranes que gaviotas, aunque no fue un veneno arácnido el que lo exterminó sino la inducida amnesia de sus cuidadores en alimentarle hasta dejarle por orden imperial más liviano que una hostia consagrada y, ya fenecido de pura transparencia anatómica, oficialmente martirizado de pleno derecho y con santo y seña. Del veinte de junio, para más señas y santos.

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