Construcción del horno Martin-Siemens en 1900. Archivo Histórico Nacional
A la sombra de la historia

Cien años del cierre de los Altos Hornos de Málaga

La ciudad, por extraordinario que parezca, fue durante varias décadas del siglo XIX el mayor centro siderúrgico de España

Víctor Heredia

Viernes, 19 de julio 2024, 00:14

Málaga fue una ciudad industrial antes que turística. O al menos fue una ciudad con una importante actividad fabril, en cuyas playas occidentales se formó ... el que quizás fue el mayor núcleo industrial de Andalucía. Cuando los bañistas ocupan masivamente las playas de San Andrés, o lo que queda de ellas después de la ampliación de las instalaciones portuarias, cuesta trabajo imaginar ese mismo lugar convertido en embarcadero de las fábricas vecinas, con trenes circulando cargados de carbón y materias primas y sus arenas usadas como escorial de las industrias metalúrgicas.

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Porque Málaga, por extraordinario que parezca, fue durante varias décadas del siglo XIX el mayor centro siderúrgico de España. Un real decreto de 1825 estableció la primera legislación minera moderna del país y dio inicio a una etapa en la que florecieron las concesiones que beneficiaban yacimientos de diferentes minerales. Entre Marbella y Ojén las minas de El Peñoncillo ofrecían unos ricos criaderos de magnetita, hierro magnético, que pronto fueron puestos en explotación por varias sociedades, entre ellas una en la que se encontraba Manuel Agustín Heredia, buen conocedor de los recursos del territorio.

Para fundir el mineral era necesario disponer de energía, por lo que las primeras fundiciones se instalaron en las cercanías del río Verde para aprovechar sus aguas, próximas también a los bosques que iban a proporcionar el carbón vegetal imprescindible para el proceso de producción de hierro colado. Las dificultades tecnológicas para conseguir unos resultados óptimos se resolvieron gracias a la pericia del técnico Francisco Antonio Elorza y después de varios fracasos que dejaron a Heredia solo al frente de la empresa.

Personal de la Ferrería de Heredia en 1887. Archivo Municipal de Málaga

El método ideado por Elorza implicaba que, después de una primera fundición en Marbella, el hierro colado fuera trasladado a Málaga para volver a ser fundido utilizando carbón mineral, con mayor potencia calorífica. Así nació en 1833 La Constancia –nombre que dejaba clara la determinación de Heredia– en las playas de San Andrés, donde hasta entonces no existía nada.

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El éxito de la empresa hizo que los Altos Hornos de Heredia (junto con los de El Ángel, de Giró, de menor tamaño e instalados en La Malagueta) produjeran en 1844 casi el 73% del hierro colado nacional. Once años después, en 1855, en plena recuperación de las ferrerías del norte, todavía aportaban el 47% de la producción española.

A partir de entonces llegó la larga decadencia. Pronto cerró El Ángel y, a pesar de los esfuerzos de Tomás Heredia, que continuó al frente de la empresa familiar, los elevados costes de la energía (el carbón mineral) acabaron por hacer inviable la continuidad de la siderurgia malagueña. El combustible representaba alrededor del 75% de los gastos de explotación. A pesar de la tenaz resistencia de Tomás Heredia, La Constancia no sobrevivió a su muerte en 1893.

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El historiador Jordi Nadal ha destacado la férrea voluntad de la familia Heredia por mantener la actividad siderúrgica a pesar de la evidencia de sus irresolubles problemas estructurales: «Lo que sorprende no es el hundimiento de la siderurgia malagueña en las penúltimas décadas de la centuria, sino la indomable capacidad de resistencia que había manifestado a lo largo de los cincuenta años precedentes. La costa de Málaga carecía de condiciones objetivas para la ubicación de una industria siderúrgica de base».

El canto del cisne de los Altos Hornos

En enero de 1924 se produjo un accidente cuando estalló una bala de cañón confundida entre los retales del material procedente de la Guerra Europea que eran consumidos en la fundición. Un obrero resultó muerto y hubo tres heridos graves. Por entonces, la situación financiera de la fábrica era insostenible por los altos costes de producción y las cargas de los préstamos. Hubo intentos para que algún grupo español comprara la fábrica y hasta se produjeron contactos con el dictador Primo de Rivera. Las gestiones fracasaron y los Altos Hornos cerraron en marzo de 1924, dejando sin empleo a 900 trabajadores. La fundición no prosperó en este último intento de nuevo por su falta de competitividad a causa del problema del carbón. Unos meses más tarde la sociedad VERS alquiló parte de los terrenos para montar un taller de reparación de vagones. En 1926 el resto de la fábrica se vendió al conde de Fígols, procediendo luego a su desmontaje para instalar depósitos de gasolina. Así se ponía fin a casi un siglo de historia siderúrgica en la provincia de Málaga.

Pero la siderurgia malagueña no había dicho su última palabra. La familia Heredia consiguió el apoyo financiero de un grupo de inversores belgas. En un contexto favorable para las empresas del sector, se constituyó en 1899 sociedad Hauts Fourneaux, Forges et Aciéries de Malaga, que modernizó la fábrica con un horno Martin-Siemens para producir acero. El problema de los costes del carbón siguió lastrando los balances de la siderurgia y los altos hornos se apagaron por segunda vez en marzo de 1907, cuando la sociedad se declaró en quiebra.

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Todavía la ferrería gozó de una tercera oportunidad, de nuevo sujeta a una coyuntura favorable pero efímera. El empresario francés Henri Jonqueres compró la fábrica en 1911 y al año siguiente creó la sociedad Altos Hornos de Andalucía. Con el estallido de la I Guerra Mundial aumentó la demanda internacional de productos siderúrgicos, por lo que las instalaciones malagueñas se revalorizaron y fueron adquiridas por la empresa francesa Aciéries et Forges de Firminy. En septiembre de 1915 comenzó a producir acero a partir de lingote y chatarra. La producción se exportaba al extranjero, especialmente a Italia. Con el fin de la guerra, a finales de 1918, se pretendió reorientar la fábrica hacia la especialización en productos como viguetas y piezas para vagones y automóviles. Para entonces, los días de la siderurgia malagueña estaban contados.

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