Del barón olímpico al rey franco
Albas y ocasos ·
Tal día como hoy nacía el Comité Olímpico Internacional y moría Ludovico Pío, rey de los francos y emperador de Occidentemaría teresa lezcano
Domingo, 23 de junio 2019, 00:12
Tal día como hoy nacía, en pañales y destinado a absorber la micción actualizada del deporte histórico el Comité Olímpico Internacional, y moría Ludovico Pío, ... rey de los francos y emperador de Occidente.
Comité Olímpico Internacional 23-6-1894
Veintitrés de junio de 1894, París. Nace, envuelto en pañales destinados a absorber la micción actualizada del deporte histórico y alumbrado por el barón de Coubertin, el Comité Olímpico Internacional.
Era Pierre Fredy de Coubertin, además de barón, pedagogo, y además de pedagogo adoctrinado en el cristianismo muscular, doctrina que bien podría haber propugnado que también los músculos eran cristianos pero que en realidad promovía que los cuerpos cristianos debían tener músculos, tesis fundamentada en las metáforas atléticas que utilizó el apóstol Pablo para referirse a los desafíos de una vida cristiana.
En fin, que comenzó Coubertin a soñar con unir en una extraordinaria competición a los deportistas de todo el mundo, sin ánimo de lucro y con el único objetivo de la sana competición, y se fue a deambular por el mundo predicando paz y deporte, y en la última sesión del Congreso Internacional de Educación Física que se celebró en la Sorbona quedaron instituidos los Juegos Olímpicos modernos. Sin embargo, como nunca llueve a gusto de todos, los ingleses se mostraron inicialmente reacios a muscularse por sistema, los alemanes intentaron boicotear el proyecto porque no les pareció rentable y los griegos adujeron que ya habían sudado bastante en la antigüedad, de tal manera que las olimpiadas parecían desolimpializarse por momentos, hasta que apareció un mecenas alejandrino de origen griego, George Averoff, quien decidió correr con los gastos de reconstrucción del estadio de Atenas.
Y de este modo, tras el endeble nacimiento de junio de 1894, dos años más tarde, tras descubrir la estatua del mecenas, el rey Jorge de Grecia pronunció por primera vez las palabras rituales: «Declaro abiertos los primeros Juegos Olímpicos Internacionales de Atenas», y acto seguido se fueron los ciclistas a correr sobre dos ruedas, los atletas a correr sobre dos piernas, los gimnastas a sus anillas, los halterófilos a levantar pesas como si no hubiera un mañana medallista, los luchadores a enfrentarse grecorromanamente entre sí, los nadadores a surcar la bahía de Zea, los tenistas a raquetear, los esgrimistas a floretear profesionalmente y los tiradores a disparar en modalidad rifle o pistola. Y, habida cuenta que en aquella inauguración sólo tuvieron cabida estos nueve deportes, llegó la ceremonia de clausura y un banquete ofrecido por el rey Jorge, que se pidió Atenas como sede de todas las olimpiadas futuras pero fue desestimado por acaparador. Kaliméra.
Ludovico Pío 16-4-778----23-6-840
Mil cincuenta y cuatro años de nada antes del nacimiento parisino del Comité Olímpico Internacional moría en la alemana Ingelheim am Reim Luis I el Piadoso, rey de Aquitania, emperador de Occidente y rey de los francos. Fue coronado Ludovico tras la muerte de su magno padre Carlomagno y, tras ser aclamado al grito de «Vivat Imperator Ludovicus», se marchó a recogerse piadosamente a la Capilla Palatina de Aquisgrán, la cual literalmente se le cayó encima aunque como Ludovico era pío salió indemne del derrumbe mientras un gran número de sus cortesanos, que al parecer no rezaban lo suficiente, fueron descortesanados bajo los muros sacros.
Ya imperialmente inmerso en faena, a Ludovico se le rebelaron los sorbios, que no eran unos sobrios con alguna copa de más sino unos eslavos en minoría nacional, se le rebeló la Gascuña y hasta se le rebeló su sobrino Bernardo, cuyo castigo conspiratorio fue el de ser cegado, no eufemística sino sensorialmente, y recluido de por vida aunque la vida le duró poco. Andando el tiempo a Ludovico se le rebelaron hasta los propios hijos, en constante desacuerdo con sus respectivas funciones y Luis el Germánico le sisó a su padre Suabia y con la complicidad de sus hermanos Lotario y Pipino y un sínodo de Ebbon de Reims, que era el mandamás del arzobispado, depusieron al emperador y se dispusieron ellos a dividirse el imperio.
Sin embargo no consiguieron los rebeldes retoños ponerse de acuerdo en el reparto territorial y de esta guisa acabó reimperializado Ludovico y ya se las prometía harto felices en su reconquistada autoridad cuando llegaron los vikingos Rin arriba y le trastornaron nuevamente la tranquilidad. Atemperados los hombres del norte, a Luis el Germánico se le atragantó otra vez la tutela paterna y, para no perder la costumbre, volvió a invadir Suabia, que suabiamente se dejó hacer, circunstancia que aprovecharon los vikingos para arrasar la costa de Frisia, y ya Ludovico se dijo hasta aquí hemos llegado y desheredó a Pipino, le endilgó a Lotario un territorio que le sobraba y al Germánico lo venció marchando sobre Baviera. Tan agotado acabó el Pío que se marchó a reponerse a su residencia de verano ubicada en una isla del Rin, aunque considerada la falta de mejoría se trasladó a su palacio de Ingelheim, cuyo estilo carolingio le pareció más regio para finar.
Ya embasilicado Ludovico en Saint-Pierre-aux-Nonnaints, los tres herederos se apresuraron en reanudar la contienda para averiguar quién lo tendría más grande. El reino, supuestamente.
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