
Que las series enganchan hasta el punto de encadenar un capítulo tras otro hasta terminar cada temporada robando horas de sueño o dejando de lado nuestros quehaceres diarios o responsabilidades de estudio en el caso de los más jóvenes, no es nada nuevo. Ni mucho menos. Sin embargo, en los últimos años, la forma de consumir este entretenimiento ha cambiado -y mucho- gracias a la explosión de las plataformas de streaming como Netflix, HBO, Amazon Prime o Movistar. En el marco de la pandemia la 'adicción' se acentuó ante la obligación de pasar más tiempo en casa y haciendo que muchos usuarios, incluido adolescentes y niños pasasen horas y horas delante de la pantalla de la televisión o la tablet. Este comportamiento compulsivo con las pantallas se denomina Binge-watching -en español o atracón de series- y, dicen los expertos, puede acarrear efectos negativos. Si te tragas una temporada entera en un fin de semana tal vez esta información te interese.
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Este término es un anglicismo que se traduce en español como 'atracón de series' o maratón de series. Hace referencia a la práctica de ver numerosos episodios de una series seguidos. Según datos de Barlovento Comunicación, este 2020 el consumo de la televisión lineal supera los datos de 2019 y se eleva a 5 horas y 37 minutos por espectador y día, recuerda la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Para el grupo de 4 a 12 años, la media llega a 3 horas y 20 minutos al día. Según un informe de Nielsen, de entre los programas y películas más vistos en streaming en 2020, un 36 % son contenidos de género infantil o preadolescente.
Existen múltiples razones, insisten especialistas de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). «La primera es que, a diferencia de la emisión semanal tradicional propia de la televisión, la mayoría de las plataformas apuesta por subir todos los capítulos de una temporada de golpe, dejando en manos del espectador el ritmo de su consumo», afirma Elena Neira, profesora colaboradora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC. «Esta disponibilidad inmediata ayuda a que nuestro sistema nervioso del refuerzo, que tolera mal la demora, se active, y que la persona pueda engancharse con mayor facilidad», explica Diego Redolar, neurocientífico y profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC.
«Además, ante una maratón de series, el cerebro genera dopamina, una señal química relacionada con el placer», afirma ahora Diego Redolar, neurocientífico de la UOC y profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación. El neurocientífico recuerda que aporta una recompensa natural e interna de placer que refuerza la relación con esa actividad, y el cerebro envía sensaciones positivas al cuerpo para que continúe con esa tarea. De hecho, según una encuesta de Netflix, el 73 % de los participantes afirmó haber tenido sentimientos positivos asociados con un atracón de series.
En muchas ocasiones, esa sobreexposición o ese atracón puede provocar una dependencia psicológica. Aunque no haya unanimidad por parte de la comunidad científica, sí hay expertos que apuntan que este consumo obsesivo puede generar aislamiento y otros efectos negativos: «El peligro radica en si esto supone que la persona deje de hacer actividades importantes, como practicar ejercicio físico, salir con sus amigos o socializar, o pierda horas de sueño, para dedicar más tiempo a ver series. Si esto fuera así, podría tener efectos sobre el desarrollo cerebral, dado que estos factores tienen una importancia crítica para un correcto desarrollo», advierte Diego Redolar, neurocientífico de la UOC y profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación.
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Y en el caso de los menores o adolescentes la situación se torna más delicada: «los menores tienen menos capacidad de control, dado que en estas etapas iniciales del desarrollo hay diferentes ámbitos de control cognitivo —que dependen de regiones laterales de la corteza prefrontal— que no funcionan completamente, ya que dichas regiones todavía se encuentran en proceso madurativo», advierte Redolar.
Además, una vez saciado el atracón, con la serie ya acabada, puede aparecer en el espectador adulto lo que se conoce como pos-binge-watching ('posatracón'), una especie de depresión por inmersión, señala la UOC. Y este fenónemo también puede afectar a los menores: «También la sufren. Parten de los mismos mecanismos neurales subyacentes y tienen implicaciones conductuales y cognitivas similares. La diferencia fundamental es que los niños no disponen de tantos mecanismos cognitivos para hacer frente a esta situación, y los efectos podrían ser más dañinos», advierte Redolar.
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En los últimos años, tal y como recuerda la UOC; el mercado de plataformas de reproducción en continuo ha experimentado un gran crecimiento. De hecho, según Barlovento Comunicación, este 2020, la televisión de pago ha reunido en España a casi 8 millones de suscriptores y ha batido récords de audiencia. Y, en el futuro, todo apunta a que el número de usuarios va a seguir creciendo en España.
¿Qué hacer para que nuestros hijos no caigan en el binge-watching? La solución pasa por poner límites a las pantallas incluidas las plataformas de vídeo bajo demanda. La Asociación Española de Pediatría (AEP) recomienda controlar el tiempo de consumo de los menores, evitar el uso de pantallas durante las comidas o cenas, no poner estos aparatos en los dormitorios de los menores y, por último, la AEP destaca la importancia de dar ejemplo: los adultos deben hacer un uso adecuado de las tecnologías ante los menores.
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