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Al que nunca le haya asaltado la duda que tire la primera piedra. La estampa -real como la vida misma- transcurre en los pasillos de cualquier frutería. No quedan plátanos (aquí somos mucho de anteponer el producto nacional). O bien nos dejamos llevar por la etiqueta del precio y optamos por echar a la cesta bananas, que suelen ser considerablemente más económicas. Entonces surgen los interrogantes: ¿hasta qué punto son similares ambas frutas? A nivel nutricional, ¿en qué se diferencian exactamente? ¿Sabemos lo que compramos?
Si la respuesta a la última pregunta es negativa, ¡sigue leyendo! Eso sí, vayamos por parte. Lo primero que tenemos ante nosotros cuando vamos al supermercado es su apariencia externa. Ambas frutas guardan tantas similitudes que más de uno puede confundirse. Y es que los plátanos de Canarias y las bananas -procedentes de Centroamérica- guardan parentesco. Ambos provienen de la familia de las musáceas. Esta planta se caracteriza por tener grandes hojas y cuenta con más de 41 variedades distintas. Sin embargo, basta con prestar atención al tamaño o al color para lograr diferenciarlas con éxito.
Mientras que la banana suele ser más grande –más larga y de mayor peso-, el plátano tiene una forma más curvada y reducida y su diámetro es menor. La textura es otra clave: así, la del plátano de Canarias suele ser más firme y también más jugososa (ya que poseen un mayor nivel de humedad) que la de la banana americana, que es más seca. Y una tercera pista: el aroma. Basta acercarnos ambas frutas a la nariz para encontrar matices. El olor del plátano es más intenso, debido a determinados compuestos que son más abundantes en la variedad canaria.
Ya en casa, en la ingesta, la diferencia entre ambas frutas también es notoria. Como recuerdan los expertos, el plátano tiene menos almidón y más azúcares que la banana, por lo que tiene un sabor más dulce. Aún así, ambas compiten para ganarse el favor de los consumidores. Y más allá del precio, de la apariencia o del sabor en sí, para muchos la clave para echar uno u otro en la cesta reside en su composición nutricional. ¿qué nos aportan exactamente? ¿en este punto hay diferencias? La respuesta es afirmativa.
El estudio 'Características diferenciales entre el plátano de Canarias y la banana de distintas procedencias', realizado por la Facultad de Ciencias de la Salud y del Deporte de la Universidad de Zaragoza aporta luz en este sentido. Por ejemplo, la cantidad de microminerales (hierro, cobre, zinc y manganeso) del plátano es un poco inferior a la de la banana; en cambio, el plátano tiene más potasio (497,8 g/100 g en lugar de los 434,5 g/ 100 g de su rival «americano»). El plátano, pese a tener peor aspecto (por las manchas pardas y marrones) y más calorías (90 por cada 100 g), vuelve a ganar en el contenido en sodio (7,8 mg/100 g), inferior al de la banana (5,8 mg/100 g), aunque, eso sí, tiene menos hidratos de carbono. Sin embargo, el producto canario tiene cuatro veces más de proteínas que la banana, además de más vitamina A y hierro. El contenido de fibra, proteínas y vitamina C es similar en ambos.
Aclaradas las diferencias entre plátanos y bananas queda resolver otra duda muy recurrente cuando se consume esta fruta: ¿para qué sirven los 'hilillos' que cubren el fruto desde una punta a la otra y que muchos quienes intentamos quitarlos para no llevárnoslos a la boca? Pues bien, se trata de un tejido conductor que transporta los nutrientes, agua y minerales necesarios para que los plátanos crezcan de forma adecuada.
Así que este 'sistema vascular' usa estas fibras para que los nutrientes suban y bajen mientras va creciendo y en cierta forma se encargan de controlar su desarrollo. ¡Y son totalmente aptos para el consumo!
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