Y Samira se quitó las gafas
El doctor Cavadas devuelve el rostro después de tres operaciones a una mujer marroquí que sufre una enfermedad genética
ARTURO CHECA
Viernes, 3 de junio 2016, 00:42
A la una de la tarde el doctor Pedro Cavadas entra en el salón de actos del Hospital de Manises con su uniforme de batalla. Tras él, una mujer cabizbaja, cubierta por un velo islámico y con sus ojos ocultos tras unas gafas de sol. Samira Benhar mira tímida a la veintena de periodistas congregados en el lugar. Busca al doctor Cavadas con la mirada, parapetada tras los oscuros cristales. Y entonces, al tiempo que acompaña el gesto con una leve sonrisa de triunfo, se quita las gafas y contempla presumida a los reporteros. «¡Di que sí, mujer! ¡Claro que sí», es el elogio que sale de boca del prestigioso sanitario. Y Samira amplía aún más su sonrisa.
Atrás quedaron los años en los que la gente se alejaba de su lado porque la neurofibromatosis, una enfermedad genética, hizo enloquecer el crecimiento del tejido de la parte derecha de su rostro, le hizo perder un ojo y deformó su cara. Atrás quedó la cobardía de su marido, que la repudió allá en su Casablanca natal. Atrás quedaron los trece meses de separación de Samira de sus dos niños de nueve y doce años, el tiempo que ha tenido que estar en Valencia para someterse a tres operaciones por parte de Cavadas y su equipo en el Hospital de Manises (todas completamente costeadas por el centro valenciano). Atrás queda el dolor de los dos pequeños por los cuchicheos de compañeros de colegio y vecinos por 'la cara de mamá'. Ayer, mientras el doctor Cavadas la abrazaba y le besaba la mano, Samira (39 años) rompía a llorar. «El doctor Cavadas me ha devuelto la vida. Muchísimas gracias a todos, desde España a Marruecos. Os quiero muchísimo», fue su sentido agradecimiento en marroquí.
Dicen que la vida la cambian pequeños gestos. Y la de Samira dio un vuelco por dos: un encuentro fortuito en un parque y un correo electrónico llegado a la consulta del doctor Cavadas. Fue en 2011 cuando la magrebí andaba cabizbaja entre los columpios mientras sus hijos jugaban. Tropezó con una mujer. «Me preguntó, ¿qué te pasa? Yo tenía muchas ganas de que alguien se me acercara, que me hablara... Todo el mundo me rechazaba», rememoró ayer. La desconocida le pidió una foto pero Samira no llevaba ninguna. Le dijo que le acompañara a una tienda de fotografía. El dueño no quiso cobrar a Samira. La desconocida, farmacéutica de profesión, se llevó la foto y le dijo a Samira: «Voy a hacer lo que esté en mi mano para ayudarte». Y cambió su vida. Con la mediación de la Fundación Adra la foto acabó en el 'mail' de Cavadas.
El 'doctor masai' (llamado así por su querencia por viajar a Kenia y operar a decenas de personas de manera altruista) reconoce que le llegan cientos de casos y no puede atenderlos todos. Escogió el de Samira por dos razones. Por la «enorme mejoría quirúrgica» que tenía la paciente y porque la foto y la historia provenía «de una persona honesta y con ganas de complicarse la vida ayudando, no de un turista impresionable que te pasa la pelota», destacó con su habitual sinceridad.
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