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Ángel Salamanca y Jorge Martínez, en la cumbre del pico Boltaña.

Himalayismo vagabundo

Un guardia civil de montaña reivindica el «alpinismo» ‘low cost’. Ha escalado sin ningún apoyo logístico un pico virgen de 6.430 metros, con la mitad de presupuesto de cualquier ascensión en Nepal. «Ha sido muy duro, pero es posible»

borja olaizola

Lunes, 28 de marzo 2016, 23:57

Ángel Salamanca, de 35 años, tiene por su trabajo (forma parte de los Grupos de Rescate de Intervención en Montaña de la Guardia Civil) una visión más completa de Nepal que la de un simple aficionado. Hace casi un año participó en la operación para salvar a los excursionistas españoles sorprendidos por el terremoto que asoló al país asiático. La intervención le obligó a aplazar la expedición que había planeado, pero también le proporcionó un conocimiento de la realidad nepalí que suele estar fuera del alcance de los extranjeros que viajan allí.

Esa experiencia le fue luego muy útil para hacer realidad un proyecto que había empezado a acariciar tiempo atrás: la práctica de un himalayismo alejado de la masificación y los circuitos convencionales. «Los alpinistas nos concentramos siempre en las mismas montañas aprovechando las infraestructuras de las redes de apoyo que montan las agencias, pero hay cientos de picos que no han sido escalados que dan tantas satisfacciones o más que las rutas establecidas», explica. El montañismo que reivindica tiene más de aventura que de proyecto planificado: «Se viaja siempre con la idea de hacer una determinada cumbre cuando el objetivo bien puede ser perderse en los valles en busca de una montaña virgen».

Salamanca se acercó por primera vez a esta alternativa cuando viajó hace un par de años a Nepal de la mano del ochomilista portugués Joao García. Se internaron por el valle de Khumbu hasta dar con una cumbre virgen de 6.350 metros. No llevaban apoyo de ningún tipo, así que tuvieron que portear ellos mismos el material hasta el lugar en el que decidieron montar el campo base. Intentaron hacer cumbre abriendo una vía pero tuvieron que renunciar a unos 200 metros de la cima por el cansancio y el estado de la nieve. La gesta no pasó desapercibida a Miss Hawley, la notaria de las ascensiones del Himalaya, que reclamó su presencia cuando volvieron a Katmandú para recabar todos los detalles de una aventura que ella misma tildó de innovadora.

El segundo acercamiento fue el pasado otoño. Ángel viajó esta vez a Nepal acompañado del madrileño Jorge Martínez. «Habíamos hecho una aproximación a lo que buscábamos a través de los mapas, pero dejamos las puertas abiertas para tomar una decisión sobre la marcha». Llegaron a Katmandú y de allí viajaron en autobús hasta Lukla. Iniciaron entonces su peregrinaje por el valle de Khumba en busca de una montaña a la que ascender. Llevaban encima todos sus enseres para ahorrar gastos pero también porque querían demostrar su capacidad de ser autosuficientes. Se aproximaron al campo base del Ama Dablam, la cumbre más visitada de la zona, donde había cerca de un centenar de tiendas, y siguieron hasta montar un primer campamento a 4.800 metros.

Bautismo de pico

El objetivo ya estaba fijado, una montaña de 6.430 metros al sureste del Ama Dablam. Partieron a la una de la madrugada desde los 5.300 metros e hicieron cumbre abriendo una vía que llamaron «alpinismo vagabundo». La jornada, de una extraordinaria dureza, concluyó veinte horas después en el campo base del Ama Dablam, a 4.600 metros. Todo lo hicieron sin apoyo; después de la ascensión incluso tuvieron que desmontar y cargar la tienda que habían instalado en su campo base. «Fue muy duro psicológicamente, pero a la vez nos dio una gran satisfacción porque pudimos demostrar que otro tipo de alpinismo es posible».

Además de huir de la masificación, el montañismo que reivindica Ángel Salamanca se caracteriza por su austeridad. Valga como prueba que la expedición les costó 1.500 euros por cabeza, menos de la mitad del presupuesto más humilde que se suele barajar para cualquier ascensión similar en Nepal. Es un himalayismo low cost que demuestra que «con poco dinero pero con ganas también puede hacer cosas interesantes y sobre todo ir a montañas diferentes a las de todo el mundo». La cumbre ha dejado ya de ser anónima y en los archivos de Miss Hawley figura como pico Boltaña, en recuerdo del pueblo pirenaico donde se asienta el grupo de rescate en el que trabaja Salamanca y en cuyo festival de cine de montaña ha presentado la experiencia.

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