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Kim Pérez inició su tránsito a los 50 años. Sigue siendo una de las más destacadas activistas trans del país.

Revolución trans

«Mi mujer veía que me maquillaba, que me pintaba las uñas... Hasta que un día me dijo: deberías dar el paso y tratar de ser feliz»

irma cuesta

Sábado, 19 de septiembre 2015, 09:25

Desde que el estadounidense Bruce Jenner dejó de ser Bruce para convertirse en Caitlyn, nada ha vuelto a ser lo mismo. Padre de diez hijos, seis propios y cuatro adoptados, la imagen del excampeón olímpico de decatlón vestido de Versace para recoger el pasado julio el premio Arthur Ash Courage, un reconocimiento a las personas del deporte cuya labor y valentía trasciende en la sociedad, dio la vuelta al mundo. Y no porque fuera la primera vez que la recién nacida Caitlyn se mostraba imponente su famosa portada en Vanity Fair un mes antes ya nos había dejado boquiabiertos, sino porque esa noche, de blanco impoluto, con un traje de manga larga y unas sandalias de Stuart Weitzman, aprovechó su enésimo minuto de gloria para defender los derechos de la comunidad transexual de todo el planeta.

Caitlyn Jenner no es la única prueba de que algo está cambiando para un colectivo cada vez más visible, históricamente asociado a la prostitución y la marginalidad y abonado a las crónicas de sucesos. Según los datos recogidos en el Observatorio de Personas Trans Asesinadas, un proyecto impulsado por la ONG Internacional Transgender Europe en cooperación con la revista virtual Liminalis, cada tres días un transexual es asesinado en alguna parte del mundo.

El glamour con el que el padre de las hermanas Kardashian ha hecho su presentación en sociedad como mujer forma parte de la larga lista de acontecimientos que confirman que algo se mueve en esta comunidad. El pasado invierno, Barneys, una de la más potentes cadenas de tiendas de moda neoyorquinas, lanzó su colección con un catálogo en el que diecisiete modelos transexuales posaban para Bruce Weber famoso por sus impactantes campañas para Calvin Klein en los años ochenta al tiempo que contaban sus vidas.

Los más escépticos mantienen que lo que está pasando es solo fruto de la necesidad de buscar algo que alimente a industrias tan difíciles de saciar como el cine, la moda o la televisión; y que, aparcado el canon andrógino de las últimas décadas, los transexuales se han convertido en un filón. La verdad es que a Kim Pérez (Granada, 1941) no le importa demasiado saber qué hay detrás de todo esto. Lo que a ella le interesa es que cale la idea de que son «gente respetable», y está convencida de que ese tipo de personajes, con una enorme presencia mediática, ayudan a conseguirlo.

Nacida en una familia de la alta burguesía granadina, cuando la palabra transexual ni siquiera se había inventado, Kim (antes Joaquín) comenzó a sentirse diferente con 10 años, aunque no inició su tránsito así llaman al proceso de cambio de sexo hasta que cumplió 50. Profesor de Secundaria primero y de la Universidad de Granada después, siguió siendo hombre hasta que se cansó de esconderse. «Estamos en un momento crucial y debemos aprovecharlo para que dejen de vernos como bichos raros. Ha habido cambios sociales importantísimos en los últimos veinte años y es hora de hablar de por qué se han producido», dice recordando su trayectoria como activista. «En esta lucha, el papel de la mujer primero, y de los padres ahora, ha sido y está siendo fundamental; cuando en 1993 nos alineamos con el movimiento feminista, entramos a formar parte de los grupos reivindicativos, comenzamos a tener voz en España y a influir en los políticos».

A Kim, su 1,86 metros de altura y su voz de barítono le han ayudado muy poco a librarse de las burlas. «Estamos acostumbrados a pensar solo en hombres y mujeres, pero existen personas intersexuales. Yo soy una persona en medio de esas dos categorías. Adeás de ser más altas y tener la voz más grave, las transexuales suelen ser más tenaces y valientes que la mayoría. Esos valores deberían provocar respeto y aparcar definitivamente las burlas».

Sin duda, la vida de Kim ha sido mucho más complicada que la de Andreja Peji, nacida en Bosnia en 1991 como Andrej y descubierta en un McDonalds a los 17 años por uno de esos ojeadores de moda que recorren el mundo buscado caras nuevas. Convertida desde entonces en una de las modelos más cotizadas, en julio de 2014 anunció en su cuenta de Facebook que se sometería a reasignación de género sin que nadie de su entorno se inmutara. Ella, igual que Lea T, la modelo transexual que irrumpió en las pasarelas en 2010 de la mano de Givenchy, es la prueba viviente de que lo trans ha dejado de ser underground. De que las cosas han cambiado desde que April Ashley, top británica en los años sesenta y una de las primeras personas del mundo en operarse, perdiera su trabajo al filtrarse a la prensa que, antes de ser April y posar con lencería para Vogue, se llamaba George Jamieson.

«Todos fuimos al psicólogo»

A su modo, Jana Quintanilla (Antoñanes, León, 1962) es otro ejemplo de coraje. Divorciada y con dos hijos que hoy tienen 23 y 18 años, la vida de esta mujer comenzó en la España tardofranquista, en un pueblo que aún hoy no supera los 150 habitantes. «Tengo el recuerdo, siendo muy pequeña, de haberme preguntado si el resto de los niños sentirían lo mismo que yo y, sobre todo, de estar siempre asustada. Cada día, antes de ir a la escuela, vomitaba el desayuno aterrada ante la posibilidad de que el maestro se diera cuenta de que era distinta».

Si su infancia fue complicada y la situación se agravó en la adolescencia; un tiempo en el que su cuerpo evolucionaba en una dirección y ella en otra. «En medio de aquel martirio intenté normalizar mi vida con la esperanza de que todo aquello se me pasara. Incluso me casé y tuve hijos, pero dentro de mí no cambiaba nada».

Uno se pregunta cómo se lo explicó a su familia y ella responde que fue su esposa quien la echó del armario. «Nunca tuve valor para decírselo; se enteró por las pistas que le iba dando. Veía que me maquillaba, que me pintaba las uñas... Hasta que un día me dijo: estás viviendo una vida que no te corresponde, deberías dar el paso y tratar de ser feliz».

Tampoco resultó fácil con los niños. Cualquiera imagina que, para unos chavales que entonces tenían 11 y 8 años, fue complicado comprender que su padre iba a dejar de ser un hombre para convertirse en una mujer o que, como la mayor parte de los transexuales defienden, siempre fue una hembra en un cuerpo equivocado. «Hablé con ellos cuando ya lo sabían. Pero sí, no fue sencillo. Las últimas vacaciones juntos fuimos unos días a Galicia. Caminaban siempre cuatro metros por detrás de mí. No querían estar cerca. Fue difícil. Todos tuvimos que ir al psicólogo, pero ahora nos llevamos perfectamente. Incluso con mi madre, que durante mucho tiempo me dio la espalda reprochándome que hubiera tenido hijos, hoy vuelvo a disfrutar de una relación normal».

Jana tuvo que arreglar las cosas dentro y fuera de casa, de manera que cuando le dijeron en la empresa de mantenimiento del Hospital de León que la iban a hacer fija, habló con su jefe. «Le pedí una reunión y le expliqué lo que pasaba. Me contestó que era un asunto personal y que, mientras en mi trabajo siguiera al mismo nivel, él no tenía ningún problema». Aquello fue el espaldarazo que necesitaba para seguir adelante: tras años de tratamiento y una operación de reasignación de género en el hospital Carlos Haya de Málaga, ha encontrado la paz que buscaba y parece empeñada en aportar su granito de arena para conseguir que, definitivamente, la sociedad los vea con otros ojos.

España es uno de los países del mundo más avanzados en este sentido. Lo reconocen incluso las asociaciones que representan y defienden los derechos de la comunidad transexual. Jesús Generelo, presidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), opina que para continuar en ese camino hace falta mostrar otras realidades que terminen alejando la imagen marginal del colectivo. «Reclamamos que a la igualdad legal conseguida le siga una igualdad real plena, porque la verdad es que siguen registrándose índices altísimos de delitos de odio. También está pendiente el asunto de los menores transexuales. Aún no son atendidos debidamente porque no hay un niños».

Su novio nació mujer

Nadie mejor que Laura y Carlos, una matrimonio de un pueblo de Cantabria con una niña transexual, para respaldar esa teoría. «Desde que tenía dos años y medio y comenzó a expresarse, Olga encontró la forma de decirnos que era una niña. Nos costó, pero al final comprendimos que era cierto, que sus genitales nos habían despistado». Lo han hecho hasta el punto de que Olga (no es su nombre verdadero) ya ha comenzado su tránsito. «Este año se incorpora al colegio con su nuevo nombre. Intentaremos ganar tiempo con los bloqueadores un tratamiento reversible que paraliza la pubertad porque hasta los 16 o 18 años, según los casos, no podrá operarse si quiere hacerlo».

Lili Elbe, la primera que se operó

  • Einar y Gerda Gewener eran una pareja de ilustradores que se habían casado jóvenes, él con 22 años y ella con 19, cuando todavía estudiaban en la escuela de arte de Copenhage. Einar era un paisajista famoso y las ilustraciones de glamourosas damas de Gerda aparecían en el Vogue francés y en La Vie Parisienne. Una tarde, una de las modelos de Gerda no se presentó en su estudio y Einar se puso un vestido de seda para ayudarla. Se sintió tan cómodo así, que empezó a vestirse de mujer y a posar habitualmente para su esposa. Cuando se instalaron definitivamente en París, Einar abandonó su masculinidad y se presentó al mundo como Lili, la hermana de Gerda. Gerda mantenía aventuras con otras mujeres y la pareja celebraba fiestas salvajes con el artisteo de París de los años 30. Así fue la apasionante vida de Lili Elbe, la primera transexual conocida que se sometió a una operación quirúrgica de cambio de sexo. Una historia que ha vuelto a ponerse de actualidad con la película La chica danesa, presentada en el festival de Venecia. Tras hacerse con el Oscar por interpretar a Stephen Hawking, Eddie Redmayne ha vuelto a recibir el aplauso de la crítica.

Erik García, 28 años, lo hizo hace un año. Mastectomía y histerectomía y dos años hormonándose han culminado un proceso del que está orgulloso. Presidente de isión Trans Aragón, lamenta la falta de información que existe sobre el mundo trans y parece dispuesto a dedicar buena parte de su vida a trabajar por cambiar las cosas. De momento lo hace ayudado por su novia, Paula, una integradora social que conoció en unas jornadas sobre transexualidad celebradas en Málaga y que presume de estar «muy enamorada» y de llevar con absoluta normalidad que el hombre que hoy llena su vida naciera mujer.

La misma con la que habla Jorge, un estudiante de medicina que prepara el MIR y aún saca tiempo para trabajar por horas en la hostelería. Él, que nació en Gran Canaria hace 27 años como Sara y no consiguió ponerle nombre a lo que le pasaba hasta los 16, quiere convertirse en cirujano plástico. De momento, ya ha comenzado a hormonarse y ha hablado con sus amigos. «Soy como soy y estoy dispuesta a echar una mano en lo que pueda para tratar de cambiar la concepción que, sobre nosotros, tiene el mundo». Con gente como Kim, Jana, Eric y Laura y Carlos es probable que lo consigan.

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