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Una participante en pleno esfuerzo encara los últimos metros antes de cruzar la meta en una reciente edición de la Subida al Veleta, que cada año se celebra a primeros de agosto en Sierra Nevada.
El Veleta: La cumbre de las carreras

El Veleta: La cumbre de las carreras

Dicen que es la más dura del mundo. Qué más da si no lo es. Correr 50 kilómetros hasta los 3.390 metros del Veleta es una bella locura en la que hace 30 años se embarcaron solo cuatro valientes, los primeros hombres de hierro

manuel pedreira

Sábado, 8 de agosto 2015, 23:51

Cubrir zancada tras zancada los 50 kilómetros que separan la ciudad de la Alhambra de la cumbre del Veleta fue poco menos que un sueño, un proyecto quimérico acogido por los periódicos de la época con cierta perplejidad primero y con asombro después. Lo protagonizaron cuatro atletas una tibia mañana de agosto sin ser conscientes de que con aquel gesto se ganaban el derecho a figurar como pioneros de una de las carreras con más fama y encanto de cuantas se disputan en Europa. Y eso, en pleno auge de los deportes de ultrafondo, no es poca cosa. Manolo Vázquez, José Miguel Marfil Castro, Francisco Fernández y José Martínez, dos granadinos, un jiennense y un valenciano fueron los precursores de una epopeya que desde entonces se repite cada año a primeros de agosto y que atrae a corredores de todo el planeta, ansiosos de ponerse a prueba en una carrera definida por muchos como la más dura del mundo. ¿Quién reparte ese título? Qué más da. Hay infinidad de carreras más largas que la Subida al Veleta. Sin duda. También las hay con más desnivel positivo acumulado. Por supuesto.

La extrema dureza de esta prueba radica en que son 50 kilómetros de ascenso permanente y, en especial, en que la meta se encuentra a 3.390 metros de altura, un lugar donde el oxígeno empieza a escasear y los corazones de los atletas laten con una violencia inusitada. Basta un ejemplo comparativo para subrayar la singularidad de esta carrera de Sierra Nevada. El Ultratrail del Montblanc, considerado como el ultramaratón de montaña más exigente del mundo, obliga a los participantes a recorrer 166 kilómetros con 9.400 metros de desnivel. Una salvajada. Sin embargo, su cota más elevada apenas supera los 2.500 metros.

La Subida al Veleta, además, se desarrolla por asfalto. Los participantes completan los 50 kilómetros de recorrido por la A-395, la considerada carretera más alta de Europa si bien en los últimos 13 kilómetros solo se permite el tráfico rodado a vehículos con autorización del Parque Nacional de Sierra Nevada. Ahí, en esos 13 kilómetros que van desde la Hoya de la Mora hasta el pico, es donde los cuerpos de los corredores sondean peligrosamente los límites de su resistencia física, golpeados por el viento, el sol, o la lluvia... o las tres cosas. «En los diez últimos kilómetros sientes que te vas a morir», explica en un vídeo sobre la carrera el canadiense Erik Seedhouse, leyenda del ultrafondo mundial y ganador de la Subida en 1996.

El perro vagabundo

Pero volvamos a los pioneros, a los cuatro exploradores que una mañana de agosto de hace treinta años se embarcaron en la aventura de conquistar el Veleta al trote. Manolo Vázquez tenía 46 años entonces y trabajaba en un comercio textil del centro de Granada. Se subió en marcha al primer boom del atletismo de ruta que llegó desde Estados Unidos y terminó varios maratones por España antes de empezar a buscar otros horizontes más exigentes. Su primer proyecto fue ir corriendo a Motril, distante 70 kilómetros de la capital. Lo hizo solo y poco después su ocurrencia se materializó en una carrera con el mismo recorrido que celebró media docena de ediciones.

«Un buen día les pregunté a mis compañeros de entrenamiento ¿por qué no subimos corriendo al Veleta?, evoca este granadino cosecha de 1939, al que una lesión de rodilla le ha jubilado del atletismo, que no del deporte. En su club le dijeron que estaban locos y que no les prestarían ayuda. Se buscaron un médico amigo y el domingo 4 de agosto de 1985, a las siete de la mañana, echaron a correr. «Íbamos en plan informal, como una aventura, así que al principio fuimos juntos. Después, nos pudo la vena competitiva y cada uno llegó como pudo», evoca Manolo.

Sus compañeros de peripecia también eran atletas concienzudos. José Miguel Marfil Castro fue el primero en hollar la cumbre, casi cinco horas después de partir de Granada (los primeros tardan ahora menos de cuatro horas). «Íbamos Manolo y yo juntos pero cuando pasamos más allá de los dos mil metros de altura, decidimos ir cada uno a nuestro ritmo y seguí solo», recuerda este profesor de un colegio granadino, que cuenta con viveza una anécdota de aquel día. «Al poco de salir de Granada empezó a seguirnos un perro vagabundo y llegó hasta la cumbre con nosotros. Nos dio tanta pena que para no dejarlo abandonado allí arriba se lo llevó la Guardia Civil», rememora.

Los otros dos protagonistas de esta carrera iniciática fueron el jienense Paco Fernández y el valenciano José Martínez. Fernández, profesor de Bellas Artes de la Universidad de Granada, es un fotógrafo de prestigio y vivió durante décadas en Estados Unidos, donde combinó la labor docente con trabajos para agencias de prensa. «Paco acusó la altura y los últimos kilómetros lo pasó mal. Mi mujer, también atleta, lo acompañó hasta el final», rememora Manolo.

Al cuarto hombre, el saguntino José Martínez, no es difícil seguirle la pista. Después de practicar los deportes más variopintos y de firmar gestas como completar el maratón de Nueva York a gatas, se ha convertido en una suerte de atleta-inventor y diseña bicicletas a cual más singular para aprovechar la tracción humana y mejorar la forma física.

Entre los 15 primeros

La aventura de subir al Veleta corriendo cuajó y se convirtió en una prueba organizada que este domingo celebrará su trigésima primera edición con más de 600 atletas en la línea de salida. Si aquellos cuatro hombres abrieron un camino, la Subida al Veleta no puede entenderse sin el concurso de un quinto, Enrique Carmona. Después de ganar la Subida en un par de ocasiones a finales de los 80, asumió la organización desde el club que preside (Atletismo Maracena) y ha convertido esta carrera en el motor de su existencia. Hasta hace poco era capaz de correrla y organizar al mismo tiempo voluntarios y avituallamientos, y terminar entre los quince primeros.

Las tres décadas de vida le han prestado solera y nombre a esta competición pero no han rebajado un ápice su aroma artesanal. Enrique y su grupo de colaboradores se ocupan tanto de gestionar permisos y patrocinios como de contactar con atletas de prestigio para invitarles a participar.

Ese carácter especial de la Subida se traduce en una montaña de anécdotas. Cada corredor tiene la suya. «Estaba en mi casa de Bilbao tal que un sábado de agosto a las seis de la tarde, mi primer día de vacaciones. ¿Qué hago? Voy a llamar a lo del Veleta. Oye Carmona, ¿me puedo inscribir?. No hay plazas, pero te consigo un dorsal. De todos modos no te va a dar tiempo a llegar. No te preocupes por eso. Partí en coche hacia Granada. Llegué a las seis de la mañana. Busqué a Carmona, me presenté, recogí mi dorsal. Dormí 15 minutos, salí y llegué a la meta».

Lo cuenta Josemi Benítez, el autor de la infografía que ilustra este reportaje, que terminó roto y cautivado por la belleza del paisaje lunar de los últimos kilómetros, los mismos que hace treinta años recorrieron con look ochentero pero la misma pasión por el asfalto los cuatro pioneros de una bendita y abrumadora locura llamada Subida al Veleta.

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