Primitivo Cristo de la Expiración, atribuido al círculo de Alonso de Mena. Archivo Agrupación de Cofradías
Investigación

¿Qué fue de la primigenia imagen del Cristo de la Expiración?

La imagen, atribuida al círculo de Alonso de Mena, salió por primera vez a la calle el Miércoles Santo de 1921 y así lo siguió haciendo en solitario hasta 1927

Andrés Camino Romero. Doctor en Historia

Málaga

Viernes, 11 de abril 2025, 00:14

La Archicofradía de la Expiración ha sido, junto a la Cofradía de las Penas, la corporación de carácter penitencial que ha contado con más imágenes cristíferas, cinco para ser más exactos, si bien la primera de las citadas las tuvo en un corto espacio de 20 años. Concretamente, es al primer titular, al atribuido al círculo de Alonso de Mena (siglo XVII), progenitor del genial Pedro de Mena y Medrano (1628-1688), al que se le va a prestar la oportuna atención en estas líneas, puesto que su aparición y desaparición está envuelta en un halo de misterio.

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Una de las primeras referencias que se posee del crucificado se recoge en el folio 1, del acta de la junta de gobierno celebrada el 2 de mayo de 1920 por la, por entonces, denominada: 'Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Expiración y Nuestra Señora de los Dolores', de la parroquia de San Pedro del popular barrio de El Perchel, en la que se da cuenta del «ofrecimiento del Hermano Sr. Oliver de restaurar gratuitamente la Ymagen de Nto Padre Jesus de la Expiracion a cuyo efecto trasladara a su taller dicho Titular».

Acta del 2-5-1920, fol. 1 Archivo Archicofradía de la Expiración

Este apunte conduce a la teorización de que el crucificado se hallase en el templo sampedrino desde hacía un tiempo y sin que ningún grupo formalmente constituido atendiese su culto, de lo contrario no hubiese sido necesario proceder a su reparación. De hecho, en la primera página de los estatutos redactados en 1922 se afirma que: «las imágenes de Nuestro Padre Jesus de la Expiracion y Nuestra Señora de los Dolores, que se veneran en la Iglesia Parroquial de San Pedro, de esta Capital, carecen de Hermandades». Por tanto, era necesario llevar a cabo una intervención, desconociéndose el alcance de la misma, para que la imagen estuviese lo más digna posible al convertirse en el titular cristífero de la hermandad, resurgida el 1 de abril de 1920. Tras diferentes consultas bibliográficas, no he podido localizar dónde se encontraba el taller de Manuel Oliver Rosado, pero sí puedo aportar algunos de sus trabajos efectuados: el primer trono en el que salió el Cristo de la Expiración, las manos abiertas de la Virgen de los Dolores estrenadas en la Semana Santa de 1928 o la talla ejecutada en 1939 de Jesús de la Columna, de la Cofradía de los Gitanos, de una baja calidad artística procesionada en 1940 y 1941, y siendo sustituida en 1942 por la actual de Juan Vargas Cortés (1900-1980), remodelada por Francisco Buiza.

Tampoco en la primera acta, ni en las siguientes, se explica el motivo por el cual se elige la referida advocación para el Señor. Sobre este asunto hay que mencionar, por una parte, que en el convento de San Andrés, de la Orden de Carmelitas Descalzos, anejo a la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, existió una Hermandad del «Santo Cristo de la Expiración», según un testamento registrado en sección notarial del Archivo Municipal de Málaga, cuya erección tuvo lugar a finales del siglo XVII, manteniendo su actividad cultual y funeraria, por lo menos, hasta 1728, y no quedando incluida en un listado de hermandades y cofradías elaborado en 1795 y conservado en los fondos del Archivo de la Catedral de Málaga, por lo que cabe suponer que estuviese extinguida.

Por otra parte, ha de mencionarse que en la iglesia de San Pedro funcionaba en 1797 una mayordomía (que no cofradía) de la capilla del Cristo de la Expiración. Según el catedrático de Historia del Arte, Juan Antonio Sánchez López, los mayordomos otorgaron un poder notarial a un procurador, a fin de que gestionara la autorización real de creación de un juego de lotería que facilitase el suficiente dinero para la rehabilitación del camarín y de la capilla. Ahí quedan, pues, planteadas dos posibles teorías del origen de la advocación hasta que no aparezca algún documento clarificador sobre la decisión tomada por la junta de gobierno dirigida por Manuel Mesa Vilchez (1920-1921 y 1922).

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El crucificado

La imagen salió por primera vez a la calle el Miércoles Santo de 1921 y así lo siguió haciendo en solitario hasta 1927. A partir del siguiente año, la directiva presidida ya por Enrique Navarro Torres (1923-1981) incluyó en el trono como acompañante la talla de una María Magdalena, obra del escultor valenciano Pío Mollar (1878-1953). Este encargo se llevó a cabo a través de su representante en Málaga y Córdoba, el hermano mayor de la Cofradía del Rocío, Manuel Donato Sánchez Pérez (1926-1946), con quien Navarro mantuvo una relación amistosa los años que estuvo al frente, en su primera etapa, de la Agrupación de Cofradías (1935-1945).

Pasa la Semana Santa, el 7 de mayo de 1927, se reunieron los directivos expiracionistas para abordar el asunto de la Magdalena, no siendo del agrado y aprobándose la propuesta para dirigir un escrito a Pío Mollar con la finalidad de que estudiase «el modo de rebajar de tamaño» la talla o «cambiárnosla por otra que haga más pequeña, ya que según todas las opiniones la citada estatua desdice y no guarda relación en el tamaño con el Stmo. Cristo».

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Tras un breve periodo de tiempo de absoluto silencio en cuanto a esta cuestión, en la junta celebrada el 20 de junio fue leída una carta del artista valenciano contestando a la recibida. Él daba la idea de que sería mejor «a su modo de ver hacer un busto nuevo mayor que el que poseemos, que en realidad es pequeño en lugar de rebajar la Magdalena que según él no debe tocarse por ser su tamaño el que debe llevar y tratarse de una verdadera obra de arte». Los asistentes acordaron consultar «a personas entendidas en el asunto, y traer su opinión a una junta directiva cuya citación especifique entre los asuntos a tratar el de Reformar el Paso del Stmo. Cristo, y una vez estudiado detenidamente, y acordado en principio lo que deba hacerse, llevar el asunto a junta general, que es donde deberá tomarse el acuerdo definitivo sobre este tan importante asunto».

Ya en el encuentro del 4 de julio, surgieron las primeras voces a favor del cambio del crucificado. De hecho, fue el directivo Luis de Ussía y Gavaldá, nieto de la Marquesa Viuda de Aldama, camarera honoraria y gran benefactora de la hermandad, y residente en Madrid, quien remitió una carta de la que se dio lectura, exponiendo que lo recomendable era el encargo de «un nuevo Cristo mayor que el que poseemos, pero que no se le toque a la imagen de la Magdalena, cosa que estima seria una verdadera lástima». Desde luego que la propuesta no tenía sentido al proponer el cambio de una imagen del siglo XVII por una nueva con objeto de adaptarla a la Magdalena del XX, y no al revés.

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En la junta de gobierno del 10 de agosto, Enrique Navarro informaba que se había entrevistado con los miembros de una Comisión Técnica que, por encargo de la Agrupación de Cofradías, presidida por entonces por Antonio Baena Gómez (1921-1935), daban el visto bueno y autorizaban la salida procesional de las imágenes de las hermandades y cofradías agrupadas. Esta comisión había visitado la iglesia de San Pedro, sirviendo Navarro de acompañante, y habían estudiado de cerca «la escultura de nuestro Stmo. Cristo y la de María Magdalena dieron su opinión, la cual con relación al Stmo. Cristo era que esta obra tenía indudablemente partes muy buenas, otras regulares y otras más malas, y que mediante un arreglo podría quedar en excelentes condiciones artísticas». Por lo que respecta a la Magdalena, la encontraban igual que la del crucificado, es decir, poseía «trozos sublimes y otros más endebles; pero que ni la postura en que estaba colocada era admisible ni los ropajes a propósito así con el tamaño desproporcionado con el Stmo. Cristo, haciéndonos la indicación de que la referida María Magdalena no debíamos a su modo de ver el procesionarla en años sucesivos». Una vez oída la exposición de la presidencia, se abría un turno de palabra, llegándose al acuerdo de que se consultase a otros artistas y, si la opinión, coincidía con la proporcionada por los citados técnicos, se escribiera a Pío Mollar por mediación de su representante Sánchez Pérez y «decirle que la Cofradía desea que nos admita la Magdalena que nos confeccionó y que nos haga una nueva y un Cristo nuevo también, ambos trabajos con arreglo a las medidas y posturas que se le indiquen. Caso de que ambas esculturas estuviesen listas para la próxima Semana Santa, serán procesionadas en lugar de las que hasta aquí se han sacado y si para esa fecha no estuviesen terminadas, saldríamos únicamente con el Cristo actual, pero solo o sea sin la imagen de María Magdalena, que será devuelta al Sr. Moyar [sic], si como esperamos la admite».

Cristo de la Expiración, de Pío Mollar. Archivo Agrupación de Cofradías

Lógicamente este acuerdo no llegó a cumplimentarse, procesionándose al Cristo en 1929, el último año. La falta de un libro de actas en el Archivo de la Archicofradía de la Expiración, el comprendido entre abril de 1928 y mayo de 1945, impide avanzar y, por ende, conocer los pormenores de cómo, finalmente, se actuó con respecto al cambio.

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Situación del crucificado

La información detallada en el libro de actas es crucial para entender por qué el crucificado sería reemplazado. Imagino que, al igual que yo, muchos lectores se han formulado la misma pregunta ¿por qué? Parece ser que la respuesta estuviese en la discutible disonancia entre las dos imágenes del misterio que la cofradía había elegido procesionar y, quizás, también la búsqueda de una novedad, algo, por entonces, muy usual en las hermandades malagueñas. Los directivos se guiaron más por el continente que por el contenido. De eso no existen dudas. Ciertamente influyó también la falta de verdaderos especialistas en intervenciones que se ocuparan de darle el esplendor de antaño, convenciéndose la directiva, quizás carente de conocimientos artísticos, que la mejor salida era buscar otro Cristo en la cruz que lo sustituyese, como así se produciría.

Para 1930, La Saeta adelantaba aspectos procesionales de la Cofradía de la Expiración. La revista fundada en 1922 y dirigida por el periodista y publicista Francisco Morales intentaba dar una información lo más precisa posible en sus páginas. Como novedad procesional se anunciaba el estreno de una nueva imagen del Cristo de la Expiración, obra tallada por los escultores pontificios «Sres. Font e Hijo», de Madrid. Al crucificado le acompañaría una escultura de María Magdalena realizada por el mismo taller y que reemplazaría a la de Pío Mollar.

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La sustitución del crucificado se debía al encontrarse deteriorado, pero tampoco era justificable, desde un punto de visto artístico, prescindir de una imagen escultórica de esa valía. Llegados a este punto convendría exponer lo que muchos historiadores y críticos de Arte aducen sobre las fobias que cada momento existe sobre determinada corriente artística, aunque se escapa que, desde la centuria decimonónica, con la irrupción del neoclasicismo y demás vanguardias, el arte barroco era considerado menor, cuando no denigrante. Curiosamente, y casi en paralelo a esta decisión adoptada por los expiracionistas, la Virgen de la Merced, titular de la Hermandad de la Pasión de la ciudad de Sevilla, estrenaba un manto y un palio de estilo neogótico el Jueves Santo de 1929, algo nunca visto hasta entonces. Se trataba de rescatar un estilo en una época donde predominaba el regionalismo.

Volviendo al crucificado de la Expiración, no sería extraño, por consiguiente, que en el cambio de la imagen barroca por otra, los cofrades recibieran los consejos de quienes, llevado por los criterios dominantes, exaltasen una escultura de Font con respecto a la antigua. Ante esta circunstancia los hermanos deseaban contar con «una buena escultura», obteniéndola gracias a la camarera honoraria de la Virgen, la Marquesa Viuda de Aldama.

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Cristo de la Expiración y Magdalena del Taller Font, de Madrid. Archivo Agrupación de Cofradías

La Saeta abundaba en que la hermandad contaba con «la eficaz protección de la ilustre Marquesa, que con una esplendidez y generosidad sin límites, atiende las nobles pretensiones de los cofrades, encaminadas siempre a proporcionar la mayor fastuosidad a su desfile brillantísimo». De la Expiración se afirmaba que era «la flor y nata de las Hermandades malagueñas», como muy bien manifestara el cronista de la Agrupación, Joaquín Díaz Serrano (1922-1967). Aparecía una fotografía del grupo escultórico detallándose que: «El Stmo. Cristo expirante aparecerá en el trono procesional teniendo a su izquierda a María Magdalena, bella escultura de tamaño natural, que en actitud amorosa contemplación, fijos los ojos en la cabeza del Señor agonizante, deja escapar dos lágrimas, como expresión sincera del sentimiento profundo que destrozara un alma Santa». El autor de este comentario se desprendía en halagos hacia este grupo que se estrenaría en la procesión del Miércoles Santo. Por otra parte, la prensa local anunciaba que los escultores madrileños Font e Hijo se habían ocupado de la realización del nuevo grupo escultórico de la Cofradía de la Expiración.

La información expuesta en las páginas de La Saeta decía así: «Era deseo nuestro dedicar unas líneas a los notables escultores pontificios Sres. Font e Hijo, de Madrid, que con sublime concepción artística y magistral dominio de la gubia creadora, tallaron las insuperables esculturas del Stmo. Cristo de la Expiración y María Magdalena, que, como saben nuestros lectores, serán procesionadas la noche del Miércoles Santo. Formando parte de la Comisión que se trasladó a la Corte para hacerse cargo del grupo, tuvimos la satisfacción de saludar a los eximios artistas y visitar sus amplios talleres, que ocupan el edificio número 14 de la calle General Álvarez de Castro. Extenso espacio necesitaríamos para detallar las características de este centro artístico, donde se realizan obras maravillosas del más puro arte religioso español. Fue el Sr. Font, padre, quien hace cincuenta años fundó el establecimiento. Sus admirables dotes artísticas, orientadas en la escuela de su maestro Vallmitjana, hicieron que su artística labor produjera innumerables obras, que figuran en los principales templos de España y América. Su hijo, don Ricardo, que amablemente nos atendió durante nuestra estancia en Madrid, cultivando la escuela de su padre, que avaloró con el estudio de la imaginería castellana de Valladolid, en la que destacan las obras de Becerra, Berruguete y el gran Gregorio Fernández, sus maestros predilectos, es hoy el escultor religioso de más agudizado ingenio en la creación del divino arte. Las obras de los Sres. Font, de la fama mundial, se destacan por su característica de ejecución personal. Fue, pues, un acierto que la ilustre marquesa viuda de Aldama, generosa protectora de la Cofradía de la Expiración, encargara a los señores Font de este grupo, que ha de llamar poderosamente la atención el fastuoso desfile de este año. Por nuestra parte, enviamos cordial enhorabuena a los artistas madrileños».

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María Cecilia de Cubas y Erice, Marquesa Viuda de Aldama. Sur

Sin duda, la descripción del nuevo titular era exagerada, aunque la intención del responsable de la publicación cofrade fuese loable al pretender resaltar el hecho de ser un nuevo estreno de la Cofradía de la Expiración, a la que pertenecía como directivo, en la Semana Santa de 1930.

Con ese cambio Enrique Navarro, al que le he dedicado años de investigación dando como resultado el volumen titulado «Enrique Navarro Torres, el hombre que se convirtió en un mito de la Semana Santa de Málaga», pudo haber permitido que una imagen de cierta calidad artística fuese reemplazada por una anodina, insulsa y poco atrayente, al sentirse obligado por partir la propuesta de un nieto de la Marquesa Viuda de Aldama, con la que mantenía una excelente y próspera relación amistosa, y no querer desairarla. Téngase en cuenta que el apoyo económico de María Cecilia de Cubas y Erice fue decisivo y fundamental para que la hermandad de San Pedro saliese de la grave crisis económica que arrastraba y se convirtiese en una de las más pujantes del concierto procesional malacitano.

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El segundo titular fue procesionado en 1930 y 1931, y destruido en el asalto y quema de la iglesia de San Pedro en los llamados 'Sucesos de Mayo' de ese último año, salvándose la cabeza y un brazo que se hallan expuestos en una urna en la casa hermandad. Este funesto acontecimiento, ocurrido en la madrugada del 11 al 12 de mayo, obligó a la corporación perchelera a establecerse provisionalmente, primero, en la Catedral y, después, en la iglesia del Sagrado Corazón.

Después, el tercero, también regalo de la citada benefactora al que el periódico La Unión Mercantil le dio excesiva notoriedad a pesar de no contar con una suficiente calidad artística, salió a la calle desde la iglesia jesuita de la calle Compañía en la mañana del Viernes Santo de 1935 y terminó desapareciendo durante la Guerra Civil.

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El cuarto, igualmente de escasa calidad, obra del manacorí Miguel Ferrer Tours -conocido con el apodo de Cristet-, no contó con la aprobación de los directivos hasta que, por fin, con el quinto y actual, de Mariano Benlliure y Gil (1862-1947), se consiguió lo que tanto tiempo se había anhelado.

De la primera imagen nunca más se supo, aunque el historiador José Jiménez Guerrero en su obra 'La quema de conventos en Málaga. Mayo de 1931', cita como pérdida un «Cristo de la Expiración, escultura fin del siglo XVII». Quizás, y tras sus sustitución en 1930, no se trasladase a otra iglesia o recinto religioso, quedando depositado en cualquier parte de la iglesia de San Pedro o dependencia parroquial. Sin embargo, el cuarto titular, conocido como el 'Arropiero' -a causa de su policromía, similar al color del dulce arrope entonces muy consumido-, recibe culto en la actualidad en la parroquia de Nuestra Señora del Pilar, en la barriada de Miraflores de los Ángeles.

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