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Un malagueño especialista en tatuajes cofrades

Daniel Fernández es un referente ya para los que se animan a llevar en la piel su fe

Borja Gutiérrez

Domingo, 29 de septiembre 2019, 21:34

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Se ven tatuajes de todo tipo y hasta de diversos colores. Y todos suelen tener un gran significado y simbolismo para las personas que los lucen en su piel. Supone una decisión firme y no vale cualquier cosa. Tiene que ser especial, representar una convicción férrea, de las más profundas, paradójicamente para que emane hasta la superficie y quedarse ahí para siempre. Formas hay millones, y las más recurrentes suelen ser el nombre de un familiar, una fecha, una frase, un objeto, o incluso un retrato. En esta historia, la forma son tatuajes cofrades, sobre imágenes de nuestra Semana Santa, y en Málaga se corre ya la voz sobre un artista que cumple con las expectativas. Lo último que necesita oír el que está decidido a someterse a la aguja.

Y quien sostiene esa aguja, aunque para él sea como un pincel, es Daniel Fernández. Tiene 35 años, es vecino de la calle Victoria, donde también ha montado su negocio (El Museo Tattoo). Es hermano de la Cofradia de los Gitanos y entiende la Semana Santa como «un museo andante». Amante de la imagineria, encuentra conexión en su enlace familiar con Juan Vargas, el imaginero que talló la imagen de Nuestro Padre Jesús de La Columna (Cristo de Gitanos).

Daniel Fernández, en una de sus sesiones diarias.
Daniel Fernández, en una de sus sesiones diarias. SUR

Aunque su relación tatuajes y Semana Santa no fue tan obvia. Daniel se hizo tatuador hace tan solo tres años. Y desde que un amigo le animara a probar le gustó lo de desarrollar su faceta artística en la piel de los que le confían sus virtudes. Fue un amor a primera vista; igual de instantáneo. Antes canalizaba, desde muy pequeño porque su padre era pintor, sus inquietudes a través de la pintura y la talla. «Fue muy rápido y de sopetón». No lo recuerda claramente. Su sensación es que lo vivió de manera natural. «Fue empezar, coger la máquina y hacer mi primer Cristo y seguir hasta hoy. La experiencia en dibujar antes sobre lienzo me ayudó mucho y lo primero que hice gustó», explica Fernández a SUR desde un estudio de Holanda. Su fama de tatuador diferente ha traspasado fronteras y cada tres o cuatro meses viaja hasta Países Bajos para tatuar durante dos semanas consecutivas a ritmo de diez horas diarias para complacer su cartera de clientes internacionales. «Aunque aquí no hago Cristos y Vírgenes», aclara entre risas.

Es como una forma de 'desconectar'. Su rutina en Málaga es tener entre 3 o 4 proyectos a la semana relacionados con la Semana Santa. «Hacer tatuajes cofrades es lo que a mí me gusta, aunque no hago solo eso en exclusiva. Luego también tatuo otras cosas que también me atraen, como animales, seres mitológicos... Pero la mayoría de los trabajos en Málaga son relacionados con las imágenes de la Semana Santa. Siempre intento ir por la rama de imagineria, realismo y el arte, es donde me siento cómodo».

Y es que él se distingue por ser un tatuador diferente, muy alejado de la imagen habitual entre su gremio. No lleva demasiados tatuajes para empezar. Aunque en lo que más se distingue es por su forma de usar la aguja. «Yo intento siempre que cuando tatúo parezca que estoy pintado sobre lienzo. No es un tatuaje normal. Mi forma de 'paletear' es muy suelta, heredada en parte por esa formación de pintura, y cuando me ven me dicen que no tengo estilo de tatuador». Además de la herencia paternal, también forjó su estilo en la escuela artística San Telmo.

Los principales clientes: hombre de trono

Tres años después de cambiar de vida hace balance y se da cuenta de que se ha convertido un referente en Málaga para los que buscan lucir en su piel la imagen que representa su fe. Su Cristo o su Virgen. «En Sevilla hay mucha demanda y conozco a otro tatuador que también se dedica a esto allí. Realmente hay muchos tatuadores que están capacitados para hacerlos pero el boca a boca y el hecho de que me incline más por dedicarme a los diseños de imaginieria, hace que parezca que me llegan todos los trabajos cofrades a mi», relata Daniel Fernández, que tras haber ya acumulado un amplio historial de tatuajes cofrades puede explicar su perfil de cliente habitual.

«El 'capillita' muy religioso de ir a la iglesia es más reservado, los que más tatúo son los hombres de trono. Son los que más pasión demuestran. Sufren a su Virgen o al Cristo en el hombro un día y la llevan en la piel durante toda la vida. Son el perfil más recurrente. En otros casos son personas que poseen fe de verdad en la imagen que se dibujan. Es fe de verdad», expone. Y entre su análisis improvisado también desvela las imágenes que más ha tatuado: «Cautivo y Trinidad es lo que más se hace la gente. Y mi favorito, por el significado, por la idea y por la persona a la que se lo hice es un diseño en el que en primer plano se ve el ojo de la Virgen de la Trinidad y en la pupila se refleja la imagen del Cautivo», expone Fernández, que al contrario de lo que se pueda pensar, está recibiendo halagos desde el mundo cofrade. «Hay algunas cofradías que me han pedido que realice algún cartel después de ver mis trabajos. Considero que ha gustado».

Tatuaje que escenifica los ojos de Trinidad y en sus pupilas el reflejo del Cautivo.
Tatuaje que escenifica los ojos de Trinidad y en sus pupilas el reflejo del Cautivo. SUR

¿Visualiza que algún día lo que haces protagonize el cartel de la Semana Santa? «Sería una locura, es la primera vez que me lo planteo y sería chocante porque recuerda todo lo que se montó con el grafiti, así que imagina lo que se formaría con algo así. Habría mucha división de opiniones diría yo», responde asombrado.

Siempre a lo grande

Repasando la galería de sus trabajos emerge un factor común. Todos los diseños son de una gran dimensión. «Si, siempre los hago en grande, porque si de verdad quiere lucirlo hay que tatuarlo de verdad. Por eso directamente los proyectos son en grande, trabajos de 12 de horas de yo pintando y el cliente aguantando, que se dice pronto. Da tiempo a crear una conexión especial y a veces me encuentro en la calle a gente que he tatuado y recuerdo perfectamente el dibujo que le pinté». Todos los diseños son suyos, por lo que también asume ese proceso de elaboración: «El montaje del tatuaje empieza con la idea que trae el cliente, normalmente con varias imágenes. Luego yo los intentos integrar en un diseño propio para que tenga un equilibrio en la composición y sea agradable. Después saco las directrices y a tatuar».

«Me piden mezclar el Cristo o la Virgen con la Iglesia característica de otra imagen. Muchos me dicen luego que me he equivocado, pero es la gente la que me lo pide que lo haga así. Es su forma de unir varias pasiones. Son cosas muy personales que pueden ser extrañas pero me toca ejecutarlo para que se fusione bien», cuenta Daniel Fernández mientras cuenta los minutos para la siguiente sesión de trabajo. Su fama en el mundo del tatuaje ha crecido a un nivel que él mismo no pensaba alcanzar.

«Es una barbaridad pero podría tener citas hasta 2022, pero voy abriendo la agenda poco a poco porque no me gusta darle a la gente fechas muy lejanas. Hace unas semanas abrí el planillo y tengo ya relleno hasta julio de 2020, y en poco tendré hasta final de año. La verdad es que tengo mucho trabajo», cuenta Fernández satisfecho y agradecido. Y es que a modo de posdata, añade: «Me gustaría agradecer a Dios que el mundo del tatuaje se haya convertido en otra expresión artística. Hasta no hace mucho era calgo para otra gente, más marginado... Era poco más que un estigma y ya no es el tatuaje del presidiario o el legionario de turno, sino que es una expresión artística que la gente luce orgullosa», acaba.

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