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andrés camino
Miércoles, 13 de abril 2022, 20:21
La historia de las Cofradías Fusionadas está marcada por la fusión, como su propio nombre indica, de una serie de corporaciones penitenciales creadas a lo largo de los siglos. Es el caso de la denominada de Nuestro Padre Jesús de Azotes y Columna, que evitó su extinción gracias a la oportuna y gradual unión que llevó a cabo con las corporaciones de la Vera Cruz y Ánimas de Ciegos en agosto de 1891 y con la del Crucificado de la Exaltación en mayo de 1913. Como suele ocurrir, desconocemos documentalmente la fecha de su erección canónica, por lo que partimos de la noticia de unos estatutos fechados en mayo de 1730, para situarla en el tiempo, y en un espacio que no fue otro que el prolífico ámbito de San Francisco de Asís, germen de la Semana Santa.
Con todo, algunos historiadores a sabiendas de la existencia de una capilla y patronato en aquel convento donde se rendía culto a una imagen de este nombre y hechura, la refieren como claro antecedente de esta hermandad, adelantando su fundación, o al menos la corriente devocional, a la centuria precedente, lo que nos faculta a integrarla entre las fraternidades surgidas en el transcurso del siglo XVII. También, y siguiendo con las suposiciones, la de la Columna debió buscar nuevo acomodo en la iglesia de San Juan.
Pero allí se encontró con la presencia de otra corporación de igual título, algo que explicaría que, más o menos, a partir de ese periodo se viese obligada a añadir el subtítulo de Azotes para diferenciarse y evitar litigios.
Aunque el Cristo es de autoría anónima, los críticos tienden a datarlo como obra realizada en madera de pino rojo en el siglo XVIII. Modernamente se ha venido relacionando esta certeza con la noticia de la bendición de una efigie de estas características que se celebró por aquel entonces en el citado monasterio, siendo apadrinada por la extinta Hermandad de Jesús 'El Pobre', que también participó en la procesión claustral que clausuró dicha ceremonia.
Tras la Guerra Civil, las Reales Cofradías Fusionadas repusieron al culto al Se ñor de Azotes y Columna en un altar situado en el bajo coro de la parroquia de San Juan, exactamente ante la puerta principal que fue tabicada y no sería reabierta hasta décadas después para permitir las salidas procesionales desde el interior del templo.
La imagen, que no procesionaba desde 1931, volvió a recorrer las calles junto con el Señor de los Ciegos y Nuestra Se ñora del Mayor Dolor, en la tarde-noche del Miércoles Santo de 1971. Lo hizo partiendo desde el tinglado que se levantaba en la calle Fajardo y sobre el trono de cajillo dorado que tallara Manuel Guzmán Bejarano para el Crucificado de Ánimas y que, actualmente, sirve para el del Santísimo Cristo de la Exaltación. En 1989, se estrenó el grupo escultórico conformado por las figuras de un esbirro y un soldado romano, ambos de audaces y logrados movimientos, pertenecientes a las gubias del escultor local Suso de Marcos. Este año, este grupo va a ser renovado por otro obra de Juan Vega.
La primera huella documental, y por tanto fehaciente, que versa sobre esta hermandad la suministra un testamento con fecha de 1647 en el cual el otorgante, Juan de Torres, como hermano de la misma expone el derecho que le corresponde a ser sepultado y beneficiado con sus sufragios. Gracias a este protocolo notarial, sabemos además la sede donde se encontraba erigida, la parroquia de San Juan Bautista. En otra manda testamentaria, pero de 1665, se mostraba el día en que solía efectuar estación de penitencia: el Miércoles Santo.
Nos encontramos, pues, ante una fraternidad que puede gloriarse de haber mantenido su ubicación original a través de los tiempos.
Debe partirse, pues, de esa primera fecha para saberla, al menos, constituida y reglada, aunque debía tratarse de una corporación bastante modesta y de carácter cerrado, toda vez que, en 1684, un tal Tomás Jiménez entró en negociaciones con los miembros de la Hermandad de la Soledad de la citada iglesia, para comprarles el lateral izquierdo de su capilla a fin de poder ubicar la imagen del Crucificado. Aspiración que finalmente logró a cambio del pago de 600 reales, y a las varias limosnas que en nombre propio ofrendó a los hermanos de la Soledad el susodicho solicitante.
Es esta actuación la que nos lleva a pensar que esta corporación debía estar regida de forma particular por componentes de una sola familia, de modo que, hacia 1749 atravesando la misma unos momentos especialmente gravosos, los pocos hermanos que existían, reunidos con el patrono y propietario de la capilla e imagen, Nicolás Jiménez Herrojo, llegaron a un acuerdo formal para que este individuo cediese los derechos y bienes de la hermandad.
Pese a no disponer de mayor información al respecto, podemos admitir que la cofradía volvió a revitalizarse y seguramente cambió de estructura, toda vez que para 1752 disponía de capilla y cripta en usufructo y de nuevas constituciones aprobadas por el obispo Juan de Eulate.
El 9 de mayo de 1913, y siendo hermano mayor Enrique Eduardo Cabrera Anaya, quedó agregada a la Confraternidad de Azotes y Columna, Santísimo Cristo de Ánimas de Ciegos y Santa Vera Cruz, pasando a formar parte de las llamadas Reales Cofradías Fusionadas de San Juan.
La imagen titular era un Crucificado, de discreto mérito, encuadrado en la escuela malagueña del siglo XVIII, que era usualmente revestido de cabellera postiza y pureza brocada. Descansaba sobre una cruz plana que alzaban dos envarados e hieráticos sayones, que junto con el resto del patrimonio procesional, fueron destruidos en 1931.
Por el contrario la imagen del Señor, aunque sufrió daños de consideración, pudo ser rehabilitada, permaneciendo sólo expuesta al culto interno, hasta que en 1980, coincidiendo con el auge de la Semana Santa malagueña, fue incorporada al desfile procesional fusionado. Para tal ocasión, el imaginero hispalense Antonio Dubé de Luque realizó el grupo escultórico compuesto por tres sayones, aunque la idea que estaba en mente de todos era completarlo con cuatro figuras más.
Paradójicamente, esa fue la única ocasión en que el antiguo Cristo volvió a ser paseado por las calles de la ciudad ya que pocos meses después, el 20 de julio del mismo año, se declaró un incendio en la parroquia de San Juan que calcinó esta imagen y las de la Dolorosa del Mayor Dolor y el San Juan Evangelista, que era atribuido con fundamento a la producción de Fernando Ortiz.
La efigie actual se debe a las labores de Francisco Buiza Fernández, siendo una de las últimas que tallara este maestro sevillano, malogrado en la cúspide de su carrera artística.
La Cofradía del Santísimo Cristo de Ánimas de Ciegos se estableció, según estimaciones del P. Andrés Llordén y Sebastián Souvirón, en una ermita edificada en las proximidades del convento de religiosos de San Francisco de Paula, conocidos como 'mínimos', aunque no precisaban la fecha. La primera noticia de la que se tiene constancia documental data de 1573.
Ésta trataba de una manda testamentaria que Juan Jiménez, perteneciente a la misma, había otorgado ante el escribano Antonio de Vilches, para que fuese enterrado en la 'Capilla de las Ánimas del Purgatorio, que es en el Monasterio de S. Francisco'. Con esta información, se pone de manifiesto que la Cofradía de Ánimas de Ciegos fue, posiblemente, la primera fraternidad en asentarse en el convento franciscano de San Luis El Real. Incluso su llegada era anterior a la Santa Vera Cruz, que arribó en 1584 procedente del hospital de Santa Ana.
La imagen del Santísimo Cristo de Ánimas, obra ejecutada en 1649 por Pedro de Zayas, es la segunda más antigua de cuantas se procesionan en la Semana Santa.
En el cenobio de la Orden de San Francisco de Asís permaneció hasta la Desamortización de Mendizábal, siendo trasladada en 1837 la imagen del Crucificado al panteón que la cofradía había construido en el cementerio de San Miguel. Posteriormente, y sin que se pueda concretar la fecha, pasó a recibir culto en la iglesia de la Concepción, de la calle Nueva.
En el referido templo, se materializó la fusión en 1891 con las cofradías del Santo Cristo de la Vera Cruz y Nuestro Padre Jesús de Azotes y Columna, como se ha anunciado anteriormente. Con esta unión se garantizaba su subsistencia con la ayuda mutua que se prestarían sus cofrades.
Más adelante, en el año 1913, se acometió la segunda fusión, en este caso quedaba agregada la Hermandad del Santísimo Cristo de la Exaltación.
Tras la Guerra Civil, las Fusionadas emprendieron la reorganización, efectuando el Martes Santo de 1939 la procesión las imágenes del Santísimo Cristo de Ánimas de Ciegos y Nuestra Señora del Mayor Dolor. La junta de gobierno nombró el 13 de abril de 1955 a la entonces Agrupación de Banderas Paracaidistas, hermano mayor honorario. El citado cuerpo desfiló al año siguiente, por primera vez, acompañando a la imagen del Cristo de Ánimas de Ciegos, siendo considerado patrón y protector de los Paracaidistas del Ejército de Tierra. En el incendio declarado el 21 de julio de 1980 en la parroquia de San Juan, la imagen del Crucificado de Pedro de Zayas no sufrió ningún daño al encontrarse situada en la primera capilla de la nave derecha, justamente en el lado opuesto del suceso. En el año 2007, se concluyó la restauración –iniciada en 2005– que había sido llevada a cabo por el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH), consistiendo las dos intervenciones practicadas en la devolución de la antigua policromía. Tras la reapertura de la iglesia de San Juan en 2009, la imagen ha quedado ubicada en la segunda capilla de la nave de la izquierda.
Corría el año 1490, cuando un sujeto llamado Alonso de Ribera obtuvo de los monarcas Fernando e Isabel la cesión de una de las ermitas, conocida como la de San Roque, que habían mandado construir entre el cerro de Gibralfaro y el de San Cristóbal. Después, este pequeño recinto sagrado cambió de nombre, pasándose a llamar de la Vera Cruz, pues allí se encontraba un madero que empezó a recibir culto.
Quizás, con esta forma de piedad, comenzara a gestarse la primera entidad pasionista malagueña: la Cofradía de la Santa Vera Cruz.
En un inventario documental de esta asociación, fechado en el siglo XIX y conservado en el Archivo Municipal, se rese ña que sus primeros estatutos fueron aprobados en abril de 1505.
En otra fuente escrita, concretamente en un Episcopologio anónimo del Archivo del Cabildo Catedral, fechado hacia el año 1776, se leía, refiriéndose a la vida y hechos del obispo Pedro Díaz de Toledo, lo siguiente: «(…) en este año dio permiso a los religiosos mercedarios, para que bajasen al sitio en que hoy están, desde un puentecillo que hay entre el cerro de San Cristóbal, y el monte Gibralfaro, donde con su licencia empezaron su fundación en el año de 1500, en la ermita que allí había de la Vera Cruz (…)». Por lo que parece, los devotos de la Vera Cruz se establecieron en esta ermita, marchando en fecha que se desconoce al hospital de Nuestra Señora de Santa Ana, cercano a la puerta de Granada, donde colocaron a su imagen titular que, por la época, debió ser de estilo gótico, muy parecida a la actual efigie, anónima del siglo XVI. Se cree que a los pies del Crucificado, se situaba la imagen de la Virgen de los Dolores, que después cambió su advocación por la de Mayor Dolor.
En este enclave hospitalario permaneció la cofradía hasta 1584, año en que sus asociados decidieron mudarse al convento de la Orden de San Francisco de Asís. La llegada a este sitio marcará un antes y un después en esta corporación penitencial, pues aquí vivió la etapa más pujante de su historia. Tras la Desamortización de Mendizá bal, pasó a radicarse en la iglesia de la Concepción, antigua sede de Clérigos Menores.
El 31 de agosto de 1891, se produjo un hecho relevante, pues se unió con las Cofradías del Santísimo Cristo de Ánimas de Ciegos y Nuestro Padre Jesús de Azotes y Columna, con objeto de subsistir ante el amenazante fantasma de la desaparición.
Con el traslado a la iglesia de San Juan Bautista en 1895, se inició una nueva etapa. En este templo parroquial tuvo lugar la segunda de las uniones –en 1913–, adhiriéndose la Hermandad del Santísimo Cristo de la Exaltación. Nuestra Señora del Mayor Dolor, sagrada titular de la Vera Cruz, se procesionó el Martes Santo de 1919, acompañando a Jesús de Azotes y Columna y, al año siguiente, también en la misma jornada, al Crucificado de la Exaltación.
En los sucesos del 11 y 12 de mayo de 1931, la imagen que resultó severamente perjudicada por los destrozos fue la de la Vera Cruz, siendo retirada del culto. La Virgen del Mayor Dolor, anónimo malagueño del siglo XVIII, sufrió daños pero de escasa consideración. En el incendio producido el 21 de julio de 1980 en la parroquia de San Juan, desaparecieron entre las llamas las efigies de la Dolorosa y de San Juan. Las nuevas y actuales, fueron concebidas –la primera, en ese mismo año, y la segunda, en 1982– por el artista sevillano Antonio Joaquín Dubé de Luque.
La proximidad del I Centenario de la primera fusión (1891-1991), animó a los cofrades a tratar en un cabildo, celebrado en octubre de 1989, la restauración de la primitiva imagen del Santo Cristo de la Vera Cruz. El proyecto se materializó en 1991. La sección de la Vera Cruz viene realizando desde el año 1993, la procesión con 112 hermanos (40 portadores y 72 nazarenos) en la madrugada del Viernes Santo, no transitando por el recorrido oficial y haciendo estación penitencial en la Santa Iglesia Catedral.
La primera de las Dolorosas que recorre las calles malagueñas en Semana Santa es deudora de aquella una antigua que se veneraba a los pies del Crucificado de las Ánimas en la parroquia de San Juan Bautista. Por lo que parece, esta efigie como otras de esta céntrica iglesia, aunque deteriorada por las profanaciones perpetradas los días 11 y 12 de mayo de 1931, pudo ser restaurada y devuelta al culto.
En 1937, apenas tomada Málaga por las tropas nacionales, alguien entregó discretamente al párroco, Emilio Cabello, la Dolorosa, que se salvó de los segundos asaltos a las iglesias, y de la que no consta su advocación original, pasando a ser venerada desde ese momento como María Santísima de Lá grimas y Favores, desconociendo quién y por qué fue elegido este insólito título.
A comienzos de la década de los cuarenta, y dentro de la campaña de recristianización de las masas que emprendió la Iglesia, la comunidad parroquial de San Juan comenzó la celebración de rosarios públicos, poniendo especial énfasis en el celebrado el último viernes de cuaresma, festividad entonces de los Dolores de María, que pasó a ser presidido por la imagen que historiamos. Este piadoso ejercicio se consolidó con el paso de los años y en torno a 1949, el párroco decidió que su organización recayese, desde ese momento, en los hermanos de las Cofradías Fusionadas.
En 1953, Fusionadas cambió el día de la celebración del rosario matutino trasladándolo a la alborada del Domingo de Ramos.
En la noche del 20 de julio de 1980, esta Dolorosa se encontraba expuesta al culto en un altar portátil dentro del recinto de la capilla del Cristo de la Exaltación. Allí fue consumida por el fuego.
Tras el citado incendio, el imaginero sevillano Antonio Dubé de Luque realizó la actual Virgen de Lágrimas y Favores, bendecida el domingo 20 de marzo de 1982.
En la reforma estatutaria de 1982, esta imagen quedó agregada como titular de las Cofradías Fusionadas, gozando en los últimos años de una popularidad creciente, gracias en parte, al entusiasmo demostrado por los integrantes de su comisión, que han sabido crear una corriente devocional en trono a Ella, además de conformar un estimable patrimonio artístico.
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