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Vivir en los extremos

GOLPE DE DADOS ·

Jueves, 11 de junio 2020, 08:00

El escéptico lo es porque ha tenido en cuenta los extremos, por ese motivo, estos días pandémicos a lo largo y ancho de calle Larios, y por la mismísima Gran Vía, circulan varias gamas de escépticos de distinto signo, a los que se les pretende anular su arte de ceder hasta la intransigencia. Sin duda, lo que te pertenece al cien por cien puede destruirte, aferrarse al poder, por ejemplo, es algo tan criminal como el poder mismo. Un aviso para navegantes: los que gritan, saquean, y los que creen que el dolor prestigia son los mismos a los que luego se les llena la boca con utopías de salón de té. La Bruyère consideraba como sórdida ganancia escamotear el pan en las comidas y rebajar el sueldo a los músicos y a los pintores: de ahí la caída en picado, en la España actual, de la educación y la cultura. Machado: una España te hiela el corazón, la otra, el bolsillo. Maldita pandemia que nos obliga a mirar hacia atrás con ira, despreciando la centralidad -cito a Moreno Peralta-, en un afán continuo de masacrar al contrario. Antes se actuaba en nombre de un pasado glorioso -de sangre, a veces, pero glorioso-. Ahora se sobrevive apelando a un futuro que actúa en el suburbio de la mente: la ideología. Es increíble que a mi edad aún me llamen la atención los poetas que creen en lo social, yo mismo, sin ir más lejos. En realidad, todo creador tiene su parte oscura, pero que sea tan opaca es una cuestión muy distinta. El tiempo corre más que la soledad de un corredor de fondo. Renard y Cocteau, entre otros, repetían: «Ese tipo fue un escritor muy conocido el año pasado». Aclaro: la mayoría de estas frases han sido encajadas como un rompecabezas gracias a 'Los extremos' del perspicaz Ramón Andrés; estos aforismos me han llevado a reflexionar sobre la mudanza de las cosas en el umbral de la conciencia, cuando el oído sólo es capaz de percibir un eco. Y aquí sigo.

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