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No me gustan las prohibiciones, que pueden provocar el efecto contrario, pero a veces es necesario tomar medidas para mejorar nuestra vida a pesar de los defensores del ultraliberalismo, que ven el mundo como una especie de tensión natural en la que las distintas fuerzas llegan a un equilibrio sin que nadie intervenga nunca. Richard Thaler, premio Nobel por su contribución a la economía del comportamiento, sostiene que las personas separan los efectos inmediatos de una acción de los efectos a largo plazo y toman decisiones que les perjudican porque no pueden resistirse al placer efímero, aunque sepan que es a costa de un beneficio en el futuro. En contra de la teoría tradicional, cree que la gente se comporta irracionalmente cuando fuma o toma comida basura. Para remediarlo plantea dar un empujoncito en la dirección correcta a los que toman malas decisiones, lo que denomina 'paternalismo libertario'. La gente debe poder elegir, pero hay que informar y proteger contra elecciones que no se piensan mucho y que son dañinas. Sin forzar.
Entre fake news, pseudo expertos en nutrición impartiendo doctrina en redes sociales y trucos de marketing comercial que intentan darnos gato por liebre no parece que manejemos muy buena información. No creo que se puedan considerar libres las decisiones que tomamos sin saber lo suficiente. De hecho, varios estudios constatan que a menor nivel cultural, más obesidad.
No se trata de prohibir los bollos y la comida ultraprocesada, pero sí se puede obligar a que ese tipo de alimentos no se coloquen al lado de la cajas o a la altura de la vista y que tengan en letras bien grandes lo que contienen. Es decir, libertad, sabiendo lo que comemos, qué es sano y qué no lo es. Algo parecido a lo que se ha hecho con el tabaco, que se obliga a informar en las cajetillas de los efectos que produce.
En alimentación somos todavía muy timoratos y permisivos con la industria. Desde julio se obliga a llamar integral solamente al pan que es integral (Aleluya) ¿Por qué no se ha hecho eso también con otros productos como el arroz o la pasta?
Sabemos que las principales razones de la epidemia de obesidad infantil son la dieta y la falta de ejercicio físico, pero no cambiamos las rutinas escolares que invertirían esa situación. Los menús de muchos colegios tienen demasiados procesados, patatas, pasta y arroz blanco y poca verdura y fruta. Y esas comidas también forman parte de su educación y del aprendizaje que se llevan para su vida adulta.
Inexplicablemente, preferimos hacer planes contra la obesidad para corregir lo que las malas elecciones han originado en lugar de prevenir.
Y en la década de los superalimentos y las supertonterías corremos el riesgo de pensar que los refrescos light, los bizcochos con la etiqueta 'vegan' y los snacks de garbanzo' son el no va más de lo saludable.
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